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literatura

La doble mirada

«Asistimos a un ensamblaje perfecto entre la historia, hablo casi de la anécdota, y la forma de dar cuenta de ella. Como un abanico hecho de papel de cuadritos, esos que solemos hacer las muchachas en el Caribe con las hojas de los cuadernos en clase para aplacar el calor, la narración de Fanny tiene dobleces, cada uno esencial, y se completa o se contrapone a los otros tantos».

Por: MARÍA ANGÉLICA PUMAREJO

Escritora – crítica literaria

En la Filbo celebrada este año volví a ver a Fanny Buitrago, sigue intacta en ella la viveza propia de quien ha pasado toda la vida inventando el mundo. El grueso del público eran sus amigos escritores que la han seguido a lo largo de su vida y de su obra. Celebrada por todos, como merece, fue una hora llena de alegría y de mucha risa, porque Fanny sigue afirmando con su vida su literatura, profusa de juego y humor. Además no se guarda nada, va cantando todo con una serena espontaneidad que cala.

Cuando a los veinte años publicó El hostigante verano de los dioses lo dijo todo. Lo que ha venido luego, incluyendo cuentos, obras de teatro y relatos para niños, ha confirmado no solo sus búsquedas, sus personajes, una tremenda visión crítica del país al que le muestra los pliegues, su ironía o su polifonía, sino también el sentimiento puro que transforma en arte. De ahí, que leer a Fanny implique un oficio atento que nos lleva de los detalles ordinarios y extraordinarios que se van hinchando hasta conformar la complejidad del amor, del poder, de la falsedad, de la fantasía, de la destrucción.

Cola de zorro, Señora de la miel, Los amores de Afrodita o Bello animal, son una exposición suficiente, en la que asistimos a un ensamblaje perfecto entre la historia, hablo casi de la anécdota, y la forma de dar cuenta de ella. Como un abanico hecho de papel de cuadritos, esos que solemos hacer las muchachas en el Caribe con las hojas de los cuadernos en clase para aplacar el calor, la narración de Fanny tiene dobleces, cada uno esencial, y se completa o se contrapone a los otros tantos. Uno va abriendo el abanico y aparecen los personajes: unos más aterrizados, otros producto de lo mediático y el escenario del mundo más contemporáneo, otros llenos de los vericuetos de una antigua moral, los de más allá libres de falsedad y llenos de ironía, los de más acá arropados en la farsa, otros reales. Así mismo la narración: fragmentada, superpuesta, desligada, se hace trampas a sí misma, se contradice, se olvida de quién empezó a hablar y le pasa la palabra a otro y entonces nos vemos obligados a devolvernos en la lectura, a veces sin suerte de encontrar el eje de giro de la bisagra. Estamos frente a una estética que deglute la fragmentación postmoderna, para no temerle a lo que en ocasiones podría parecer una combinación excesiva de las formas, que acá son protagonistas. No es la historia y los personajes, es la forma del relato, la ruptura de la consabida narración, que ahora parece erigirse por encima de lo demás y echar mano de todo cuanto sirva para expresar su tensión ¿Qué más podría caber en un mundo donde convergen el carnaval, las similitudes, la burla, lo grotesco, lo profano, el desprecio y el reconocimiento de lo público, el maquillaje, la tragedia amparada detrás de la comedia? Lo rabelesiano, digamos, para recordar a Bajtin.

Uno va abriendo el abanico y aparecen los personajes: unos más aterrizados, otros producto de lo mediático y el escenario del mundo más contemporáneo, otros llenos de los vericuetos de una antigua moral, los de más allá libres de falsedad y llenos de ironía, los de más acá arropados en la farsa, otros reales.

El deseo, la búsqueda del amor, el lugar que se pelean en la familia o en la sociedad, el poder, mueven a los mellizos Esteban y Fernando con su madre Dalia Arce, también a Abia, deseo primero y último de una sarta de hombres más numérica que de huevos de iguana, en El hostigante verano de los dioses; o a Teodora Vencejos y su obsesión desmedida por Galaer Ucrós, boicoteado por el amor de Manuel Amiel a Teodora en Señora de Miel, o a Gema Brunés, la más bella de las modelos y la más exitosa, en su irredento amor por Helios Cuevas, asesino y miserable. Palpitan en cada página, montones de personajes, todos folletinescos, como la forma de las novelas, como si estuviéramos frente a un enorme chisme repleto de realidad y de supuestos, donde lo popular, las canciones, los viejos cuentos, y cada encaje merece ser nombrado, para completar las siguientes entregas. Una narración hiperbólica en significados y símbolos que se amarran como tablas para ofrecer un escenario inviolable y al que sin embargo se le pueden ver las hendijas, de manera provocadora.

Fanny Buitrago no se ha quedado con nada al momento de narrar, lo ha sacado todo al baile en este país conservador y lleno de carnavales, que ahora vocifera en redes sobre la ética de los demás en una exigencia de pulcritud mientras esconde la cola del burro. Descubrió todo ese material a sus pocos años y una edición tras otra, lo sigue confirmando. No queda más remedio que la risa y la compasión, parece decirnos Fanny, premiada por la vida con esa doble mirada.

A MORIR, MURIENDO VAMOS
El más reciente poemario de Beatriz Vanegas Athías ha llegado como un bálsamo en esta época donde la realidad del país ha superado la mirada sobre la vida diaria como nunca. Con sus poemas a los días y a los meses, muchos de ellos llenos del significado que le hemos conferido por costumbre, la majagualeña -¡qué bello gentilicio!- ha dado una vuelta a la tuerca para afinar su mirada y ofrecernos una lectura generosa en imágenes y también en historias, pues esta poesía cuenta cosas, introduce personajes, anuncia momentos que nos dejan a la orilla de lo pensado o lo deseado. Tuve un amor en abril nos saca de la inefable sensación del amor que teniéndolo todo para ser, no lo logra. En su segunda estrofa nos dice: “Un amor concreto/ que prometió nada/ y obsequió tres ocasos/ y cuatro alboradas, /una lluvia, una risa que se hizo nido/ y aún resuena en mis tímpanos inservibles”. En Jueves nos asegura: “Me asustan las palabras de los hombres/que habitan satisfechos los jueves. /Dicen casa, pero una sabe que en verdad/dijeron aire; dicen te quiero y aparece/a la distancia y sin vergüenza el vocablo fraude./Dicen gusano y aparece la gallina y los devora” . Una edición rústica y cercana de Matera libros, nos trae esta poesía y nos devuelve los días o el albur.

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