Bailarines callejeros de tango frente a la arquitectura del Colegio Mayor de San Bartolomé, fundado en 1604, el cual reposa a un costado del Congreso de la República en la Plaza de Bolívar
Por: RICARDO OTERO
Reportero gráfico de Alternativa
En el centro de la capital ha transcurrido buena parte de la historia del país. Tanto la antigua como la moderna. Como el pasado y el presente. Las viejas casonas y la carrera Séptima, que atraviesa de extremo a extremo la ciudad, son testigos imborrables.
Esa Bogotá de gabardina y paraguas. De cielo plomizo. De olor a café de vieja cafetera. Del bullicio de billares, del silencio en las pequeñas librerías que han sobrevivido a todas las plagas malditas que ha soportado el centro de la ciudad.
Es la Bogotá de siempre. La misma donde se engendró la violencia de más de medio siglo con el asesinato de Gaitán. La misma que vio retumbar los tanques para recuperar el Palacio de Justicia donde fueron inmolados los magistrados de la Corte Suprema.
El centro de Bogotá es la historia viviente del país. La historia que a veces parece detenerse en el tiempo. La historia que nos recuerda que la ciudad ha crecido en sus extremos, que se concentra como una colmena en el centro y que nos hace añorar esa Bogotá de antaño.
