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arte

Libros colombianos para leer y regalar

Escritora – crítica literaria

Albina

Un texto de Juliana Muñoz Toro, ilustrado con gran sentido y belleza por Bea Lozano, nos trae la historia de una niña y su familia. Al interior de la bella edición de Tragaluz, de tapa dura, encontramos un relato narrado por Erea, que nos muestra frente a una niña ciertamente albina que debe protegerse de los rayos del sol. Su padre, su hermano Mago y su madre Rosa, tienen color. Ahí en ese mundo de cuatro se van distinguiendo las relaciones familiares casi de manera clásica: la madre preocupada siempre porque no se le queme la piel, el padre que es quien le da color a Erea y Mago, su hermanito que a veces la deja colarse en sus aventuras, y al que trata de conquistar para pasar los ratos tal como ella quisiera. Y también el dolor de perder a su padre, que se ha quedado en la ciudad donde siempre vivieron los cuatro, para dejarlos en un viaje que junto con la madre terminaría en casa de la tía Pipa. Erea es magnífica en su condición albina, que descubre común también en los animales, como el pavo real blanco. Se sabe particular pero también se sabe parte de un mundo lleno de seres con color en el que ella es del color de la luz. Las cuatro estaciones vividas en casa de la tía Pipa y la visita del padre, como hecho extraordinario del verano, las narra Erea con su curiosidad de niña, en medio de analogías preciosas que le ponen la mirada en el cielo y los pies en la tierra.

Antes del juglar

Jorge Ignacio Garnica ha escrito, bajo el sello de la editorial independiente Calixta, una historia singular que va de la Viena de los años de Beethoven al Caribe de Francisco el hombre, del piano al acordeón. Es una historia bien contada, llena de momentos que nos atrapan y nos hacen sentir la necesidad de acompañar el viaje de Guido Demian, hijo de Maddalena y Cyrill, hijos a su vez de dos hombres ligados al piano y a la música, el padre de Maddalena por compositor y virtuoso y el de Cyrill por artesano del instrumento que a todos les llenaba la cabeza, el gusto y los días. Entre Maddalena y Cyrill se teje una bella historia de amor desde niños y Guido, fruto de ese amor, es también un virtuoso del piano, al que sin embargo le aparece el acordeón que su padre había fabricado instintivamente y que sus abuelos paternos le revelan en sueños al igual, que sus melodías y la manera de interpretar el curioso instrumento. La de Guido será una vida de pasión por el acordeón que lo lleva a cruzar fronteras a tierras extrañas, de ultramar, luego de que el mismo Beethoven le enviara el acordeón perfectamente finalizado con los planos que hiciera el propio Guido para perfeccionarlo en el taller de Franz Walther, primer esposo de su madre y amigo también de la infancia de su padre. Guido le trae el acordeón a Francisco el Hombre y a él se lo deja, sabiéndolo su intérprete natural. Esta historia es una gran alegría, llena de los instintos y el mundo paralelo de los sueños de las gentes de nuestro Caribe ancho, plena de amor en medio de la muerte que ronda a los personajes y sobre todo rebozada de música, la más perfecta de las artes.

Cerezas

Carolina Gámez y Adriana María Varela le dan vida, en ilustración y texto, a la aventura nocturna que emprenden Simón y Pepe. Esta historia ayudará a los niños a encontrarse con la noche, a sentir que el miedo a la oscuridad es fácil de superar cuando se tiene un compañero para ir de la mano y desafiarla. Además, entenderán que la noche puede hacer que se descubran maravillas, tal como les sucedió a Simón y a Pepe que en un acto de valentía salieron a la noche y descubrieron las cerezas, se tumbaron a llenarse la boca de las mismas, a saborearlas y supieron que tal vez las cerezas en la tierra eran como las estrellas en el cielo. Publicado por la editorial barranquillera Círculo Abierto, Cerezas es un libro que se cuenta en la ilustración, de trazos redondos y orgánicos, colores vivos y gestos auténticos, con los que seguro los niños se identificarán y pasarán un buen rato.

El día que Gabo ganó el Nobel

Escrito con los detalles, la holgura y la sinceridad que caracteriza a Gonzalo Mallarino Flórez, los colombianos pueden tener ahora, 40 años después, un testimonio no solo del día que se anunciara el premio Nobel para el hijo de Aracataca, sino también de las implicaciones que eso significó para un país, que desde entonces no ha dejado de llenarse la boca, con toda la razón, con semejante reconocimiento a una de las voces más auténticas de la literatura en lengua española. Mallarino estuvo ahí, acompañando a García Márquez, como parte de la delegación de escritores, amigos, músicos y pintores que llegó a Estocolmo para hacer sentir también, la grandeza de un país creativo y bello en sus gentes, un país que parecía, hasta entonces, solo haber sido visto como subdesarrollado y violento. La amistad de García Márquez, gran caribe, con la de Mallarino Botero, gran cachaco, fue la más vieja del nobel y sin duda de una gran intimidad; así pues nadie mejor que Gonzalo Mallarino para que ahora venga y nos cuente ese gran cuento en el que todos salimos ganando.

Dónde estará la vida que no recuerdo

Tres generaciones, de abuela a madre y a hija, nos muestran la vida de Sacramento, pueblo caluroso, lleno de personajes que al interior de sus casas o en la calle forman una gran familia al reconocerse todos, pueblo casi adánico como parecen ser los pueblos del Caribe siempre que son escenario y alma de una historia. Esta vez, Beatriz Vanegas Athías, ha sabido encarnar con sus letras un sentido de lo femenino hacia el mundo y de lo femenino entre las féminas que es complejo, sí, pero también sincero y auténtico. La eterna pita que se jalonea entre hijas y madres en el centro de esta historia; las madres que se creen dueñas de sus hijas y les exigen una vida a calco de sus deseos. Acá nos cala la ancestralidad como honra y destino, como lucha para soltarse de ella; la sobrevivencia de las mujeres solas con sus hijos; la posibilidad de elegir, por fuera de la norma establecida, el género y el amor. Todo esto en medio del contexto violento de un país que en la ruralidad ha soportado el juego de los tres bandos y de intertextos del cine mexicano de los cincuenta y de la música; también de la enfermedad y la muerte de la madre, que cuando llega, por difícil que haya sido la relación como la de María Martínez y Adriana, no es alivio ni libertad, sino reconstrucción.

Crímenes de provincia

Si hay un escritor caribe enorme en este país, que siempre se ha demorado para reconocer sus mejores voces, es Pedro Badrán. Y lo ha vuelto a hacer a lo grande, con una novela en la que ha apostado por mostrar a los más malos, como a un senador que manda a matar a su hijo a sabiendas de todo el pueblo, al lado de los que nacieron pletóricos de benevolencia. Una apuesta que no es maniquea ni mucho menos, sino real, cotidiana, donde los buenos como representan también la esperanza del cambio, aún si son rebeldes, como Horacio, o si guardan silencio y son evasivos frente a lo innegable, como su amigo Rodolfo. Un silencio que es explicable en un país de sobrevivientes y agradecidos a fuerza. Al final la libertad, como una pulsión, lleva a Roberto río arriba a desandar los pasos de Horacio, para entender su muerte, aunque no lo consiga. Con un final propio de las buenas novelas, que no se cierran, Badrán le propone al lector colombiano una historia común, donde se reconoce el país y su violencia, la brutalidad vivida por los habitantes de Puerto E, cerca de los Montes de María, su dolor y sufrimiento. Escrita con contención, preciso en su lenguaje, agudo en su carácter, es una novela magnífica y definitiva.

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