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China, a medio gas tras desmantelar el covid cero

Según estiman algunos expertos, la tan ansiada «normalidad» no llegará hasta el segundo trimestre de 2023. El fin de la política no ha devuelto aún el ajetreo que caracteriza a la capital china sino que la estampa es de calles vacías, largas colas en las farmacias para comprar medicamentos para la fiebre y el dolor de garganta.

Foto: EFE.

EFE. Enterrada la política del cero covid, China se ha adentrado en un terreno hasta ahora desconocido: el de la explosión incontrolada de contagios, las calles vacías, las colas en las farmacias y una suerte de ‘autocuarentena’ generalizada que deja la sensación de que el país está prácticamente paralizado.

En Pekín, la demolición de las draconianas restricciones que regían la vida en la capital hasta hace apenas una semana ha desembocado en un aumento aún más vertiginoso de las infecciones que, sin embargo, no se refleja en las estadísticas oficiales una vez abandonadas las pruebas PCR a las que los residentes debían someterse varias veces por semana para poder acceder a cualquier establecimiento público.

El fin de la política no ha devuelto aún el ajetreo que caracteriza a la capital china sino que la estampa es de calles vacías, largas colas en las farmacias para comprar medicamentos para la fiebre y el dolor de garganta, restaurantes y colegios con el cierre echado, eventos que se cancelan para evitar mayores propagaciones y comercios desprovistos de suministros.

En la siempre abarrotada calle turística de Wudaoying, en el centro de la capital, varios establecimientos tienen luz verde para abrir pero lo hacen sin apenas clientela, mientras que los edificios de oficinas del populoso distrito de negocios de Chaoyang, a los que ya se puede acceder sin necesidad de presentar una PCR negativa, tampoco muestran el bullicio de antaño.

Muchos simplemente se quedan en sus casas y, al mínimo síntoma, se hacen un test de antígenos, cuyo uso generalizado se ha convertido en una auténtica novedad en China, para comprobar si es positivo mientras el resto aguanta a sabiendas de que, con todo el círculo social infectado, contagiarse es cuestión de tiempo.

«Han caído casi todos mis compañeros y nadie quiere ir ahora a la oficina. Se ha ido transmitiendo muy deprisa, más de lo que ninguno de nosotros imaginábamos», comenta a EFE Qingxia, una residente pequinesa que ha visto también cómo la oleada ha dejado en vilo algunos de los proyectos en los que trabajaba.

Foto: Alex Plavevski.

APRENDER A CONVIVIR CON EL VIRUS

Para capear el temporal, los pequineses hacen acopio de medicinas y comienzan a habituarse a algo que hasta hace bien poco era menos que un tabú: convivir con el virus tras tres años escuchando al Gobierno decir que ha salvado millones de vidas gracias al ‘cero covid’, que consistía en el aislamiento de todos los contagiados y sus contactos cercanos, estrictos controles fronterizos, confinamientos y pruebas PCR constantes a la población urbana.

Aunque el Gobierno chino reculó de su dura estrategia poco después de enfrentar protestas ciudadanas en contra esta política -giro apuntalado por un súbito cambio de argumento en la propaganda estatal, que ahora minimiza el riesgo de ómicron-, muchos se resignan a que pase este compás de espera: algunas predicciones estiman que este primer pico está llegando a su término y que la ola acabará a principios de enero.

«La gente no tiene aún muy claro cómo lidiar con la situación porque nunca se había vivido aquí hasta ahora. La mayoría se queda en casa, aunque en China lo normal es que al mínimo síntoma se vaya a los hospitales», agrega Qingxia.

No en vano, la capital ha aumentado los espacios en los centros de salud para tratar pacientes con fiebre al tiempo que repone medicamentos dado que «la explosión de casos está ejerciendo una gran presión sobre los servicios médicos», según reconocieron esta semana las autoridades locales, que instan a acudir a las clínicas solo si no mejoran después de tratarse en sus domicilios.

«Una vez desmanteladas las restricciones más duras -el Gobierno permite ahora aislarse en sus casas a los infectados en lugar de obligarles a trasladarse a centros de cuarentena– todos nos preguntamos cuándo volveremos a tener una vida normal», remata Qingxia.

Según estiman algunos expertos, la tan ansiada «normalidad» no llegará hasta el segundo trimestre de 2023.

Además, los analistas temen que la actividad económica tardará unos meses en recuperarse debido a que muchos hogares tratarán de minimizar las interacciones presenciales en un momento en que las ventas al por menor -medidor del estado del consumo- ha superado este mes los peores pronósticos al caer un 5,9 % interanual, sumando así su segundo mes consecutivo de contracción.

«La escala de la economía china nos lleva a pensar que, si no hay contratiempos que obliguen a dar marcha atrás, retomará su impulso normal en poco tiempo. La necesidad de estabilizar la economía ha pesado lo suyo en las últimas decisiones del Gobierno, al igual que el cansancio social. El covid cero tiene los días contados», opina a Efe el experto español Xulio Ríos.