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Golpe de Estado en Perú con fallido coro regional

Los mandatarios de Argentina, Bolivia, Colombia y México han hecho todo un papelón, avalando con falacias la acción antidemocrática de Pedro Castillo

Por: Juan Paredes Castro

Periodista, escritor y exdirector del Diario El Comercio de Lima

Los amigos y defensores de Pedro Castillo se sintieron tan sorprendidos y avergonzados de escucharlo anunciar por cadena nacional un golpe de Estado, delito flagrante en vivo y en directo, y tan mal hecho, que inmediatamente empezaron a tejer mentiras, embustes, mitos y leyendas sobre lo acontecido.

Fue una manera burda e infantil de pretender desconocer la realidad para a su vez descalificar la inmediata vacancia legal y constitucional de Castillo por el Congreso, al que había pretendido cerrar ilegalmente y declarar en reorganización, bajo su mando, a los demás poderes del Estado.

Un ex primer ministro suyo, Guido Bellido, que en un momento planificó anular los contratos de explotación minera y petrolera, llegó a decir que Castillo había actuado bajo el efecto de alguna droga y por consiguiente no estuvo en sus cabales a la hora en que tomó la decisión de leer un discurso, ceñido de la banda presidencial, explicando su decisión de romper el orden constitucional.

Hasta el presidente de Colombia, Gustavo Petro, antes de suscribir un comunicado solidario con sus colegas de Argentina, Bolivia y México, cayó primero en la falacia de ignorar olímpicamente que Castillo había violentado el orden constitucional de su país; y luego en la otra falacia de que el exmandatario había sido vacado (para él, derrocado) por pobre y por serrano y no por haber cometido, con el golpe de Estado, el delito de rebelión, al hacer uso de su condición de comandante en jefe de las fuerzas armadas y policiales.

Las particulares declaraciones de Petro a través del Twitter y de la prensa dieron la impresión de dos cosas: de que carecía en absoluto de información fidedigna de los hechos de parte de su embajada en el Perú o de que estaba dispuesto a ponerse en el ridículo público aceptando a ciegas las mentiras y embustes de Castillo. Esto le ha costado una protesta diplomática peruana y el retiro de su embajador en Lima.

Sería bueno recordarles a Petro y López Obrador que el Perú eligió a no pocos presidentes de origen pobre, serrano e indígena y que gobernaron sin complejos de inferioridad de clase ni de raza.

Castillo convirtió a los presidentes Alberto Fernández de Argentina, Luis Arce de Bolivia, Gustavo Petro de Colombia y Manuel López Obrador, y al secretario general de la OEA, Luis Almagro, en sus paños de lágrimas y de victimización, haciéndoles creer, ¡Oh ingenuos ellos!, que quien alistaba un golpe de Estado en su contra era la derecha peruana en complicidad con el Congreso, que buscaba vacarlo, y la Fiscalía de la Nación, que buscaba investigarlo penalmente. Todo resultó al revés.

“Sería bueno recordarles a Petro y López Obrador que el Perú eligió a no pocos presidentes de origen pobre, serrano e indígena y que gobernaron “sin complejos

Lo que no quisieron ver, oír y entender los presidentes y el secretario de la OEA es que, en efecto, al Congreso le asistía la facultad de vacar a Castillo por incapacidad moral (tenían todas las evidencias y no los 87 votos) y a la Fiscalía de la Nación de investigarlo, más no de acusarlo.

Castillo resuelve dar el golpe que lo tenía planeado hace mucho tiempo cuando en la víspera (6 de diciembre) aparecen testimonios de recepción de dinero por él en persona y con billetes marcados que no habría podido rebatir. La corrupción con las manos en la masa. Entonces se juega al todo por el todo, no encontrando finalmente el apoyo que pensaba encontrar en el poder militar y policial.

“En el tema de adelanto de elecciones está entrampado el destino del nuevo gobierno y del país”

Quienes se han tragado un sapo más grande y de lo peor son lo que negándose a aceptar que Castillo pretendió romper el orden constitucional, cometiendo delito de rebelión, y que el Congreso hizo bien, constitucionalmente para vacarlo por ese hecho, han promovido y ejecutado una escalada de violencia en todo el Perú, respondiendo al antelado llamado que les hiciera el exmandatario hoy en prisión preventiva, bajo la misma falacia trasmitida a sus colegas de Argentina, Bolivia, Colombia y México: que el Congreso buscaba derrocar a un inocente.

Las calles de Lima y algunos puntos estratégicos como aeropuertos, autopistas, centros comerciales y locales fiscales y judiciales, se han teñido lamentablemente de violencia, sangre y muerte, bajo un estado de emergencia y en algunos casos bajo toques de queda, que le permitan al gobierno de transición de Dina Boluarte, hasta hace diez días vicepresidenta en funciones, consolidar su mandato y hacer viable el país, en paz y democráticamente, ya sea con un adelanto de elecciones o llegando al recambio del poder el 28 de julio del 2026.

Precisamente en el tema de adelanto de elecciones está entrampado el destino del nuevo gobierno y del país: la izquierda lo quiere, pero acompañado de una asamblea constituyente no contemplada en la Constitución. La derecha también lo quiere, pero sin esta condición. En suma, no hay mucha inclinación, en el Congreso, por acortar un mandato que tiene aún tres años y medio de vida por delante y cuya suerte nadie se atreve a vaticinar.

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