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Nueva agenda estratégica para América Latina

Fundador de la facultad de Ciencias de la salud de la Universidad Católica Sedes Sapientiae, fundador del partido Perú Posible

El hito que ha marcado esa diferencia ha sido el mayor tratado de libre comercio de la historia mundial, patrocinado por China y suscrito el 15 de noviembre de 2020, en plena pandemia del COVID-19: el RCEP (Regional Comprehensive Economic Partnership) que ha unido comercialmente a las naciones de ASEAN (Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (Brunei Darussalam, Camboya, Indonesia, Laos, Malasia, Myanmar, Filipinas, Singapur, Tailandia y Vietnam) con China, Japón, Corea del Sur, Nueva Zelanda y Australia. En conjunto, estos países suman casi la mitad de la población del mundo, manejan la cuarta parte del comercio exterior mundial y generan el 30% del PBI global.

Este poder colectivo de las naciones, manifestado comercialmente en el “tablero” del Océano Pacífico, tiene implicancias militares. Ejemplo de ello es el acuerdo militar AUKUS (Australia, United Kingdom y United States, por sus iniciales), el 15 de septiembre de 2021, también en plena pandemia, anunciado en videoconferencia por los tres dirigentes máximos de esos países. Este acuerdo cubre tecnología cuántica, cibernética y cooperación en inteligencia artificial. Estados Unidos compartirá con Australia su tecnología para construir submarinos de propulsión nuclear con armamento convencional. Un drástico cambio en el poderío militar en la cuenca del Océano Pacífico.

Al configurarse las nuevas dimensiones geopolíticas y geoestratégicas de dicha cuenca, América Latina ha pasado de una “bioceanidad geográfica” por estar situada entre el Atlántico y el Pacífico, a un nuevo, extraordinario y creciente valor, su “bioceanidad estratégica”. Obviamente, en Sudamérica correspondería a Colombia ser la “voz cantante” en esta materia, por ser el único país bioceánico sudamericano. Tener una política común sobre “bioceanidad estratégica” es punto clave en la urgente agenda para una nueva América Latina, porque es materia que genera unión.

“América Latina ha pasado de una “bioceanidad geográfica” por estar situada entre el Atlántico y el Pacífico, a un nuevo, extraordinario y creciente valor, su “bioceanidad estratégica”

A pesar de conformarse la Alianza del Pacífico asociando dos países bioceánicos (Colombia y México) con dos países no bioceánicos (Chile y Perú), tres de ellos con gran biodiversidad, la asociación no contiene una visión ni acción estratégica conjunta en la citada cuenca. Es eminentemente comercial.

Con la caída del Muro de Berlín los intercambios comerciales dieron paso a una progresiva geopolítica comercial. Capitales comenzaron a moverse en el mundo según el interés estratégico del país de origen. Un ejemplo muy conocido es la inversión española en América Latina en la década de 1990, especialmente dirigida a energía, finanzas y telecomunicaciones, obvios ámbitos estratégicos. En 1998 España superó a Estados Unidos en Inversión Extranjera Directa (IDE) en nuestra Región. En general, tampoco hemos podido construir acuerdos sobre el manejo estratégico de las inversiones en nuestros territorios, sino que los países de origen de las mismas han hecho su propio usufructo estratégico.

En nuestra Región no se aprecia en las agendas de relaciones exteriores, que haya una visión hacia esa “bioceanidad estratégica”; tampoco se percibe la urgente necesidad de una acción conjunta de nuestras naciones en tal materia. De tal magnitud parece ser el desinterés por ella, que América Latina y el Caribe han concesionado más de una decena de relevantes puertos en ambos océanos, a empresas de China, especialmente en América Central. Es evidente que el concesionario aprecia la estratégica bioceanidad latinoamericana. Otros ven lo que parece que nosotros no podemos ver. En este contexto, manejar en concesión un centenar de puertos en el mundo, como tiene China, significa tener un control estratégico silencioso del comercio exterior, habida cuenta que el siglo XXI nos trajo una creciente demanda de importaciones desde nuestra región.

Ante la rápidamente cambiante situación mundial, los países más poderosos han comenzado a enarbolar el multilateralismo como doctrina internacional. Sin embargo en la práctica vemos que se trata de “su” multilateralismo. La privilegiada ubicación de América Latina en estos nuevos contextos hace indispensable un multilateralismo latinoamericano, integrador, cooperativo y fraterno, desarrollado en forma conjunta por los países de la región.

La condenable invasión rusa a Ucrania, además del impacto en Latinoamérica por encarecimiento del petróleo y afectación de nuestro comercio exterior, nos está indicando que en el “mundo nuevo” que se viene configurando es indispensable que nuestros países aprendan ya a actuar en unión.

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