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Marco Tulio Gutiérrez Morad Marco Tulio Gutiérrez Morad emprendimiento

Economía naranja, más que sinónimo de emprendimiento

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Marco Tulio Gutiérrez Morad

Colombia se ha constituido en un verdadero epicentro de las más novedosas y destacadas iniciativas empresariales; se está convirtiendo en un territorio donde hablar de emprendimiento, innovación y consolidación empresarial está alimentando y fortaleciendo su percepción internacional como país para la incubación de empresas del futuro. Percepción que, de suyo, siempre estuvo lacerada por el cáncer de la violencia sistemática y el horror del narcotráfico.

Sin embargo, debemos reconocer que desde hace más de una década no todo es malo, no todo es muerte y violencia. Hay que admitir que, desde el gobierno Uribe, la percepción inversionista y el interés de los mercados internacionales por las iniciativas colombianas es palpable. El boom de las nuevas tecnologías y el importantísimo grado de profesionalismo y capital humano del país hacen que, hoy por hoy, nuestros ingenieros de sistemas, diseñadores y desarrolladores estén en la mira de las más importantes corporaciones del mundo.

Poco a poco, Colombia se viene constituyendo en un país de arraigo en la órbita fintech, donde cada vez son más frecuentes las noticias de emprendimientos jóvenes catapultados por robustas inversiones que han permitido que las ideas vanguardistas de jóvenes que buscan hacer más fácil la vida en sociedad se transformen en “trademark” para la región.

El vertiginoso incremento de nuevas iniciativas en todos los sectores hace que nuestro país empiece a adquirir especial figuración en el universo del emprendimiento digital y tecnológico. En Colombia existen aplicaciones que van desde los domicilios básicos y el paseo de mascotas hasta complejas soluciones tendientes a facilitar la logística del transporte marítimo.

Y ni qué hablar de las novedosas experiencias fintech que van mucho más allá de los servicios financieros digitales. Ya trascendieron a servicios de seguros de toda índole: de asistencias médicas, legales y tributarias. Cada día son más las empresas que nuestros jóvenes constituyen y que están siendo garantía de éxito y herramienta de producción, de empleo y de progreso.

Sin duda, el esfuerzo del gobierno de Iván Duque ha sido monumental en aras de apostar por una de sus principales banderas de la campaña presidencial, que marcó una especial diferencia dialéctica con relación al discurso del otro candidato. La denominada economía naranja ha sido punta de lanza en la modernización del concepto empresarial del país. Se está estimulando efectivamente la creación de nuevas compañías dedicadas a la innovación. El Gobierno ha hecho significativos esfuerzos tributarios y de recaudo para permitir que estas puedan aportar desarrollo, progreso y fuentes de trabajo, sin que los impuestos signifiquen una carga que imposibilite su crecimiento.

Es momento de pensar y de ponerse en el lugar de los emprendedores; de permitir que la normatividad sea más clara, que la regulación fintech deje de ser una colcha de retazos y que hablemos de una ley para el sector.

Sin embargo, la apuesta del Gobierno nacional debe terminar por materializarse en iniciativas legislativas que permitan que el ímpetu gubernamental se traduzca en elementos sólidos de confianza empresarial, que logren poner a nuestro país en sintonía con las necesidades propias del contexto global.

Por ejemplo, es momento de dar la discusión de frente, y sin pelos en la lengua, sobre los criptoactivos, debate que ya no es ajeno ni siquiera para la Superintendencia Financiera, la cual desde noviembre pasado está desarrollando los respectivos “sandboxes” con las principales criptomonedas del mundo, en conjunto con las reconocidas entidades financieras del país. Este ejercicio busca permitir el depósito y el retiro de criptoactivos con el concurso de estas compañías, cuyos recursos están garantizados en la moneda de curso forzoso, que es el peso colombiano.

Es momento de pensar y ponerse en el lugar de los emprendedores; de procurar por que la normatividad sea más clara, que la regulación fintech deje de ser una colcha de retazos y que, tal como ocurrió en México, hablemos de una ley para el sector.

Necesitamos modernizar nuestra estructura regulatoria para que figuras como las sociedades especializadas de depósitos electrónicos (Sedpes) o los sistemas de pago de bajo valor puedan ser materializados por emprendedores, sin que esto signifique un sacrificio económico tan grande como los previstos actualmente en la ley. Decirle a un emprendedor que para apostarle a una Sedpe debe primero dejar en custodia en el Banco de la República cerca de 8.000 millones de pesos es una realidad paradójica, pues dicha situación limita el espectro solo a aquellos grupos con un vigoroso músculo financiero.

El Estado debe ser consciente de que la simplificación regulatoria no significa per se una apertura al lavado de activos o a la financiación del terrorismo, sino que, precisamente, todas las dificultades regulatorias hacen que la gente del común se aísle más del sistema financiero y, por instinto propio y absoluta necesidad, tengan que recurrir a los denominados ‘gota a gota’, oscura experiencia financiera que termina, en los mejores casos, con tasas confiscatorias, y en otros, con la misma vida del deudor.

Colombia es sinónimo de emprendimiento. Sin embargo, es fundamental que el Estado oiga a las pequeñas y medianas agremiaciones que cada día están aportando su grano de arena para que vivamos en una mejor sociedad. Es momento de legislar en favor de quienes están, con su entusiasmo, su capacidad de innovación y su energía, reparando y recuperando a este país flagelado por la pandemia y la desigualdad sistemática.

Por ello, el mensaje urgente al presidente Duque para que, a través de gestiones positivas, pase a la historia como el mandatario del emprendimiento. Es hora de hacer un llamado mancomunado a todos los sectores del emprendimiento para que le apuntemos a la verdadera materialización de la economía naranja.