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Las carreras administrativas han generado formas de buen gobierno en diferentes instituciones. En Colombia hay modelos de eficiencia y lo contrario, ejemplos de instituciones que fueron excelentes y dejaron de serlo.

Fernando Cepeda Ulloa

Muchas de las cosas que no ocurren y no pocas de las que suceden de mala manera tienen origen en un factor obvio: la incapacidad de las instituciones estatales en los diferentes niveles. Tema que no termina de resolverse aún en países más modernos. Ni mencionar a los que no han alcanzado ese nivel. Asunto que no se resuelve para siempre. Es indispensable estar alerta para identificar las rutinas que deforman los procesos, los vacíos, las extralimitaciones, etc.

Las carreras administrativas han generado formas de buen gobierno en diferentes instituciones. En Colombia hay modelos de eficiencia y lo contrario, ejemplos de instituciones que fueron excelentes y dejaron de serlo. Se supone que existe una agencia que supervisa esa dimensión del funcionamiento de los gobiernos, pero no parece que haya cumplido a cabalidad su función. Es el Departamento de la Función Pública. Y su principal herramienta, la Escuela Superior de Administración Pública.

Estas consideraciones vienen al caso cuando se plantea un nuevo gobierno y, como nunca antes, se anuncian cambios significativos en casi todos los sectores. Pero muy poco se ha oído hablar de la capacidad de los ministerios, de las agencias o de las entidades subnacionales para llevar a cabo estas transformaciones. Se habla mucho de corrupción sin ofrecer propuestas concretas. Peor aún. Sin hacer énfasis en el primer impacto de la corrupción que es el de la deformación de las políticas públicas, en varios sentidos. Todos relevantes. El de la sustracción de los dineros para implementarlas siendo una de las consecuencias notorias, pero no la única ni la más protuberante.

Luchar por garantizar un buen gobierno es una de las formas más eficaces en la lucha anticorrupción. Luchar contra la corrupción una de las mejores maneras de garantizar un buen gobierno: buenas políticas públicas, una implementación confiable.

“Luchar por garantizar un buen gobierno es una de las formas más eficaces en la lucha anticorrupción”

Las obras incompletas, las de pésima calidad, las que se derrumban, etc., son producto de una corrupción descarada que ahora, bien organizada en redes, y con actividades en varios departamentos, agencias y municipios. Bastante eficientes, conocedores de las oportunidades, los métodos y de la repartición de los beneficios mal habidos. El departamento de Córdoba, analizado por Luis Jorge Garay y Daphne Álvarez, es ejemplo de cómo ha funcionado la corrupción y de sus consecuencias. El mal ejemplo, si leemos noticias recientes, parece haberse difundido, a la manera de un modelo.

La significación para el desarrollo económico de buenas burocracias no es conclusión meramente intuitiva. Se cita con frecuencia un estudio realizado por Peter Evans y J.E. Rauch (1999): “Bureaucracy and Growth: A Cross-National Analysis of the Effects of Weberian State Structures and Economic Growth” American Sociological Review 64 (5): 748-65. “El estudio comparó más de treinta países en desarrollo entre 1970 a 1990 y mostró que una prosperidad económica más grande era característica cuando existía un servicio civil con procesos meritocráticos de reclutamiento y de promoción dentro de la carrera”. Y varios estudios de caso referentes a Taiwan, Singapur, China y Corea del Sur así lo ratifican. Los expertos en el tema concluyen que “la calidad de la gobernabilidad burocrática en cualquier país afecta significativamente los niveles de crecimiento económico (“Making Democratic Governance Work”, Pippa Norris, 2012, pp. 104-5).

Creo que hay suficiente material escrito que permitiría actuar con mucha voluntad para controlar esos comportamientos. ¿Acaso el sistema de la meritocracia ayuda? Diría que sí pero siempre y cuando esta funcione apropiadamente, desde el reclutamiento inicial hasta la serie de promociones que permiten llegar a los más altos cargos. Ahí ya se cuenta con un eficaz antídoto contra la ineficiencia y la corrupción.

La batalla solitaria contra la corrupción deriva en lo mismo. Unos corruptos son reemplazados por otros que pueden ser peores. Y como ya son redes ilícitas, como las describe Garay, la transferencia de las técnicas de corrupción es rápida y cada vez más productiva en la obtención de rentas y bienes ilícitamente alcanzados. Parecería fácil. Pero no. ¡Se trata de una tarea dura, arriesgada, compleja! No hay tiempo que perder porque el monstruo avanza, va contaminando a otros, es insaciable y cada éxito lo estimula a continuar, a buscar “tesoros” más apetitosos.