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Política

Enfrentar una pandemia que desnudó nuestra realidad

Por JUAN MANUEL GALÁN Exsenador de la República @juanmanuelgalan El […]

Exsenador de la República

@juanmanuelgalan

El peligro acá es que el “síndrome del estado de opinión” uribista, no contagie al presidente o a la alcaldesa de Bogotá y caigan así en la tentación de cabalgar sobre su popularidad relativa y saquen provecho político de la pandemia a costillas de nosotros sus gobernados.

El pasado mes de abril, suscribí el pacto ‘100 días por el futuro’, que consiste en una tregua política en medio de la pandemia. Es el peor momento para ataques personales, o para criticar por criticar las decisiones del Gobierno, es tiempo de unirnos como sociedad para superar la crisis. Claro, sin que esto signifique renunciar al vital control político, necesario y democrático en la toma de decisiones de emergencia, para así evitar autoritarismo, populismo o atropellos al Estado social de derecho que, a pesar de la pandemia, debe seguir vigente en nuestro país. En ese contexto, escribo esta columna sobre aciertos y desaciertos en el manejo del Covid-19, partiendo del hecho de que nadie podía estar plenamente preparado para enfrentar una situación inédita como esta y presumiendo que ninguno de nuestros gobernantes actúa de mala fe.

Considero que al presidente Duque se le deben reconocer acciones adelantadas de forma oportuna como el cierre de fronteras marítimas y terrestres desde el 17 de marzo, la ampliación del plazo para el pago de impuestos y el aumento en los giros habituales de programas como Familias en Acción, Jóvenes en Acción y Colombia Mayor. Pese a los problemas y suspicacias iniciales con las bases de datos, el Gobierno Nacional ha hecho un esfuerzo importante para construir el programa de Ingreso Solidario y enviar transferencias monetarias a millones de colombianos de escasos recursos. Además, en materia de vivienda tomó medidas para evitar los desalojos y los aumentos en los cánones de arrendamiento.

La semana pasada el presidente tomó la decisión de subsidiar la nómina de las empresas más afectadas por la pandemia con hasta el 40 % de un salario mínimo por cada trabajador. Aunque la decisión es tardía e incluso insuficiente, resalto su importancia para frenar parcialmente la dramática pérdida de empleos. También cabe destacar la labor diplomática para obtener colaboración, asesoría y cooperación por parte de Corea del Sur, China, Japón, Emiratos Árabes Unidos y otros países. Y a nivel comunicativo, más allá de las críticas a su vestuario o a la escenografía, el programa televisivo diario sirve para mantener informada a la población y para inculcar una cultura de rendición de cuentas en la que los funcionarios se acostumbren a explicar y socializar sus decisiones. Sin embargo, las regiones con razón resienten el asfixiante centralismo en la toma de decisiones y presupuesto, exacerbados hoy por la emergencia sanitaria. Es más, el tiempo que transcurre entre los anuncios del Gobierno, la toma de decisiones y la llegada de alivios a la población, parece una eternidad. El eslabón perdido continúa siendo una gerencia que garantice una ejecución rápida, ágil, efectiva y plenamente empoderada por el presidente.

Enfrentar una pandemia que desnudó nuestra realidad

Tampoco podemos pasar por alto el desempeño de Fernando Ruiz como ministro de Salud. Después de un largo periodo de interinidad en esa cartera, le correspondió enfrentar la pandemia a una persona con maestría en salud pública de Harvard y que ya conocía en detalle la entidad tras haber sido viceministro durante el Gobierno Santos. Considero que el ministro Ruiz ha sido sensato, mesurado y no ha tenido afán de protagonismo. Al momento de escribir este artículo, Colombia tiene una tasa de muertes por millón de habitantes muy inferior a la de otros países de la región como Brasil, México, Perú y Panamá. Y todo este conjunto de aciertos puede en parte explicar el crecimiento de la imagen favorable del presidente en las más recientes encuestas de opinión divulgadas por los medios de comunicación. El peligro acá es que el “síndrome del estado de opinión” uribista, no contagie al presidente o a la alcaldesa de Bogotá y caigan así en la tentación de cabalgar sobre su popularidad relativa y saquen provecho político de la pandemia a costillas de nosotros sus gobernados.

Ahora bien, también es cierto que se han cometido errores en el manejo de la pandemia. Por ejemplo, la llegada de vuelos internacionales sólo se suspendió a partir del 23 de marzo, tras el insistente reclamo de la sociedad civil, las denuncias por falta de protocolos estrictos en El Dorado y el evidente riesgo de estar importando centenares de casos desde Europa y Estados Unidos. La alcaldesa de Bogotá Claudia López, en lugar de asumir su responsabilidad como autoridad sanitaria del aeropuerto y establecer protocolos de bioseguridad mientras El Dorado seguía operando, asumió su antiguo papel de opositora en Twitter sin tomar las medidas que eran de su resorte legal. Después de esa fecha, más de 3.000 colombianos han regresado al país en ‘vuelos humanitarios’, pero se requiere sin duda un mayor esfuerzo por parte del Gobierno en la repatriación de connacionales que están pasando una situación dramática en diversos países y que no pueden pagar los costosos vuelos que les ofrecen.

Enfrentar una pandemia que desnudó nuestra realidad

Las regiones tradicionalmente olvidadas del país como Amazonas, Chocó, La Guajira, San Andrés Providencia y Santa Catalina y Tumaco en Nariño no se prepararon de forma adecuada para enfrentar la pandemia, ni se les brindó un apoyo oportuno y suficiente por parte del Gobierno Nacional. Por supuesto que la desigualdad, la pobreza y la escasez de servicios básicos e infraestructura médica vienen del pasado, han sido décadas de abandono. Pero el plan de choque ante la emergencia que se avecinaba fue absolutamente insuficiente en términos de equipos médicos, elementos de bioseguridad y refuerzo de personal. Ya estamos viendo las consecuencias trágicas en Amazonas y esperamos no ser testigos de situaciones semejantes en las otras regiones mencionadas. Justamente, en los últimos días he sostenido diálogos virtuales y públicos con líderes de la Costa Caribe para visibilizar la falta de saneamiento básico, condiciones precarias del personal médico e infraestructura deteriorada en varios municipios de la región.

Frente a la realización de pruebas de Coronavirus y el rastreo sobre todo de asintomáticos, que son fundamentales para identificar, aislar y tratar oportunamente los casos de contagio, Colombia se encuentra claramente rezagada. Todos los países han tenido que enfrentar la escasez de reactivos y materiales necesarios para realizar las pruebas, pero mientras en Colombia se han practicado sólo 3.000 pruebas por millón de habitantes al corte del 10 de mayo, en otros países de la región como Chile y Perú se han practicado más de 15.000 pruebas por millón de habitantes. La experiencia en países como Nueva Zelanda, Corea del Sur, Taiwán e Islandia, nos indican que debemos realizar pruebas de forma masiva.

También ha sido errática la relación del Gobierno Nacional con algunos mandatarios regionales y locales, que parecen marcarle el paso. Duque se debate entre imponerles su autoridad nacional y recordarles que él es el presidente, o flexibilizar las directrices para que cada región actúe como mejor considere. Eso ha producido algunos enfrentamientos públicos, totalmente inapropiados y contraproducentes en esta coyuntura. Pero también, por momentos hemos tenido un país fragmentado, donde cada región toma decisiones aisladas frente a quién puede salir y en qué horario, no siempre fundamentadas en la evidencia o en función de la curva epidemiológica. Si bien es cierto que el ritmo de contagio en cada región llevará inevitablemente a que las medidas se endurezcan o se flexibilicen en diferentes momentos, estas decisiones deben obedecer a la ciencia, a criterios claros y generalizados, pero además oportuna y adecuadamente comunicadas para evitar confusiones en su aplicación por parte de la población.

Enfrentar una pandemia que desnudó nuestra realidad

La grave situación económica que enfrentan las empresas y las familias colombianas exigen menos ortodoxia en la política fiscal. El Gobierno y el Banco de la República deben ser más atrevidos; actuar con generosidad y rapidez, especialmente con las zonas particularmente vulnerables de Colombia. Son vidas las que están en juego. No hay mecanismos claros para que las personas que no figuran en las bases de datos como población vulnerable, por el motivo que sea, levanten la mano y reciban ayuda. Esto incluye a miles de familias en ‘pobreza oculta’. No se han tomado medidas concretas frente a la reducción de arriendos para los negocios cerrados o para las personas que han perdido su empleo. Tampoco hay decisiones para disminuir las multas por terminación anticipada de contrato de quienes necesitan entregar un local o un apartamento que ya no pueden costear. No se han anunciado subsidios –no préstamos–para estudiantes universitarios cuyas condiciones familiares han cambiado y están al borde de no poder matricularse para el próximo semestre académico.

Como ciudadano, reitero mi total disposición para cumplir y acatar todas las decisiones que adopte el Gobierno en la evolución de la pandemia. Estoy listo a colaborar de forma voluntaria en la construcción o análisis de políticas públicas en las que mi aporte pueda ser útil. Asimismo, reitero mi apoyo a los diferentes mecanismos gubernamentales y de la sociedad civil para soportar a la población más golpeada por la crisis.

Mi invitación es a respetar y ayudar en forma decidida, desde el Gobierno hasta el ciudadano más humilde, a nuestro personal de salud y a quienes diariamente salen a la calle para desempeñar labores esenciales que nos salvan a todos. No podemos tolerar la discriminación, las agresiones o las amenazas en contra de los héroes que arriesgan su vida por nosotros. Pongámonos en los zapatos de los demás, en una actitud empática, solidarios y disciplinados con la bioseguridad y el distanciamiento social.

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