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Política

¿Petro, canciller de Maduro?

La reunión en Washington con Joe Biden, la cumbre en Bogotá, el anuncio de comprar Monómeros, la solicitud a la OEA para que Maduro regrese al Sistema Interamericano de Derechos Humanos, son las cartas que se está jugando el presidente Petro en favor de Venezuela. ¿Qué hay detrás de esta fuerte apuesta? Análisis

Foto: Presidentes Gustavo Petro y Nicolás Maduro.

Con la llegada de Petro a la Presidencia, Colombia cambió radicalmente su agenda con el gobierno Maduro. Foto: EFE.

Difícilmente alguien se imaginó que Nicolás Maduro lograría sostenerse 10 años en el poder después del fallecimiento de Hugo Chávez. No sólo lo ha hecho efectivamente, también ha ido consolidando y profundizando cada vez más la agenda del socialismo del siglo XXI y la revolución bolivariana con un legado tenebroso.

Los indicadores económicos son desastrosos, la crisis social, alimentaria y migratoria son una vergüenza regional de grandes proporciones. Más de seis millones de venezolanos han salido de su país. Sumado a esto, los altos dirigentes del Gobierno chavista están en la lista de los más buscados por la DEA e incluso el propio presidente Maduro, catalogado como el jefe máximo del Cartel de los Soles, por lo cual el Gobierno estadounidense ofreció una recompensa de 15 millones de dólares por su captura. Además, está también en la mira de la Corte Penal Internacional por violaciones y crímenes de lesa humanidad.

Por eso cuesta entender y es necesario inferir el papel que juega ahora el presidente de Colombia, Gustavo Petro, como canciller de Nicolás Maduro y del régimen chavista en el continente.

Hay que recordar que Gustavo Petro y Hugo Chávez eran hermanos siameses de una misma ideología política. Antes de que Chávez llegara al poder en 1999, su discurso era lo opuesto a lo que aplicó siendo presidente. Para esa época parecía sencillo tomarse fotos con el teniente coronel y defender su agenda. Su discurso no generaba temores y claramente esto no le significaba problemas al entonces congresista Gustavo Petro en Colombia.

El primer viaje oficial que hizo Gustavo Petro a Washington, para encontrarse con el presidente Joe Biden, fue para solicitar que se levantaran las sanciones a Venezuela y en contra del propio Nicolás Maduro. Foto: EFE.

Sin embargo, después del fiasco de la revolución bolivariana, que trajo consigo la destrucción institucional y democrática del país, disparando una corrupción rampante dentro de la militancia chavista y provocando la desbandada empresarial y la destrucción del aparato productivo, el panorama fue otro.

Para ese momento ya estaban consolidadas las alianzas con narcotraficantes del ELN y las Farc con la cúpula militar chavista y el colapso económico había ya germinado el comienzo del éxodo de más de seis millones de venezolanos, que empezaron a salir huyendo de la miseria y la desolación.

El chavismo acabó con Venezuela en menos de una década y para ese momento y hasta la fecha verse cercano al socialismo del siglo XXI dejó de ser un activo y pasó a ser una pésima estrategia para cualquier figura en la izquierda progresista que estuviera haciendo campaña política en la región y por supuesto en Colombia.

Durante la campaña presidencial Gustavo Petro entendió perfectamente ese dilema y por ende negó su cercanía al chavismo y a Nicolás Maduro. Incluso, criticó muchas de las decisiones que el régimen bolivariano había tomado durante el curso de los más de 20 años que lleva en el poder en Venezuela.

También el todopoderoso Diosdado Cabello en diciembre de 2018 le recriminó por sus críticas y reveló que había ido a pedirles dinero para su campaña en la contienda que terminó perdiendo frente a Iván Duque. Sin embargo, se ha confirmado que tal ‘rechazo’ a Miraflores fue una estrategia de campaña que ha sido absolutamente desvirtuada por los hechos después de haber sido electo y llegar a la Casa de Nariño en agosto de 2022.

Cambio de agenda

Hoy en día se puede decir abiertamente que el Gobierno de Colombia es el frente de la diplomacia del chavismo en el continente, y que Gustavo Petro es el canciller de Nicolás Maduro por el mundo.

Con la llegada de Petro a la Presidencia, Colombia cambió radicalmente su agenda con el gobierno Maduro. La apertura de las fronteras y nuevos consulados; alianzas estratégicas para importar gas venezolano a Colombia; el anuncio de la posible compra de la empresa Monómeros, una de las joyas de la corona del régimen bolivariano en la costa Caribe colombiano; y, un intenso cabildeo para que los Estados Unidos le levanten las sanciones a Venezuela, entraron como prioridades en la agenda bilateral de los dos países.

A la fecha han sido cuatro los viajes que el mandatario colombiano ha emprendido en nueve meses de gobierno para encontrarse con Nicolás Maduro. Petro también nombró a uno de sus hombres de confianza, el excongresista Armando Benedetti, como embajador en Caracas. Benedetti, un hombre con amplia experiencia en la política colombiana y que en el pasado había sido uribista, santista y ahora petrista es un hombre hábil, sin ideología, siempre al servicio del mandatario de turno y como dicen quienes lo conocen, “una persona de negocios y de parranda”. La ficha perfecta para ser el enlace con los más corruptos del régimen bolivariano.

¿Qué se busca?

Muchos se preguntan hoy en día: ¿Cuáles son los reales alcances de esa cercanía Maduro-Petro y de dónde surgen tantos compromisos por cumplir con quienes gobiernan Venezuela?, unos sátrapas a nivel continental sólo comparables con Daniel Ortega en Nicaragua o con la dictadura cubana.

La radiografía de los hechos nos revela que los acuerdos entre Bogotá y Caracas son profundos. Es una realidad que el primer viaje oficial que hizo Gustavo Petro a Washington, el pasado mes de abril para encontrarse con el presidente Joe Biden fue para solicitar que se levantaran las sanciones a Venezuela y en contra del propio Nicolás Maduro.

Es también una realidad que Gustavo Petro ha pretendido que Colombia suspenda los contratos a futuro de exploración de gas y de petróleo, perdiendo así el país su soberanía energética a cambio de una absurda e inconveniente idea de importar gas venezolano con la única finalidad de ayudar económicamente a sus aliados bolivarianos.

De igual forma es innegable que Venezuela ahora juega un papel fundamental en la política de ‘Paz Total’ del presidente Petro apoyando y jugando un rol mediador con el ELN y supuestamente trabajando con inteligencia conjunta para desarticular la delincuencia en la zona de frontera.

Es una realidad que el presidente Petro ha ido al seno de la Organización de Estados Americanos OEA en Washington, a pedir que se reintegre a Venezuela a la organización a pesar de que Maduro y sus cómplices han violado sistemáticamente la Carta Interamericana.

También es un hecho probado que el embajador Armando Benedetti ha dicho en múltiples oportunidades que la empresa Monómeros está lista para ser negociada con el régimen chavista. En Casa de Nariño nadie lo ha desmentido y mucho menos el canciller Leyva, con quien tiene una pésima relación.

Asimismo, es un hecho que Gustavo Petro abrió la puerta del diálogo en Bogotá unas semanas atrás, cuando se sentó a hablar con la oposición venezolana para buscarle una salida a la crisis institucional que atraviesa ese país y darle así un aire de legitimidad democrática a Nicolás Maduro.

Es un hecho que ahora Rusia, aliado estratégico de Maduro, cuenta con el beneplácito de Colombia y de la amabilidady cercanía del gobierno Petro, muy a pesar de que en el gobierno del expresidente Iván Duque sí expulsó a funcionarios de la embajada rusa en Bogotá por supuesto espionaje y se condenó abiertamente a Vladimir Putin y a Rusia por la invasión injustificada y los crímenes de lesa humanidad cometidos en Ucrania.

Quienes viajan entre Bogotá y Caracas han visto con sorpresa el número de ciudadanos rusos que se desplazan en doble vía. Igualmente, a los organismos de Inteligencia, les llama poderosamente la atención el crecimiento de diplomáticos que han llegado al país procedentes de Rusia.

Como también ha llamado la atención que el pasado 20 de abril, el día de la reunión entre Biden y Petro en el salón Oval, estuvieran departiendo en el restaurante del hotel Eurobuilding, en Caracas, los expresidentes Ernesto Samper, Rafael Correa de Ecuador y Cristina Fernández, de Argentina.

Queda entonces claro, que la hermandad entre Maduro y Petro es una realidad incontrovertible y los efectos de ese acercamiento pueden ser muy peligrosos para Colombia.

No podemos olvidar que este régimen chavista ha logrado sostener en el tiempo rompiendo la democracia y la separación de poderes en Venezuela, encarcelando a la oposición y exiliando a sus contradictores. Este régimen opresor ha censurado la libertad de prensa, ha metido a la cárcel a periodistas, torturado opositores políticos, expropiado empresas y desestabilizado las finanzas públicas.

Cumbre borrascosa

La Cumbre Internacional sobre Venezuela tuvo serios tropiezos que no le auguraban un buen camino. No tiene explicación alguna que el Gobierno haya expulsado del país a Juan Guaidó, uno de los principales opositores del régimen chavista. El líder político apareció sorpresivamente en Bogotá el pasado 25 de abril, después de 60 horas de viaje por tierra y de haber ingresado al país sin el trámite de inmigración, como lo han hecho miles de venezolanos.

Al gobierno Petro no le cayó para nada bien la aparición de Guaidó y el canciller Leyva señaló que no estaba invitado a la cumbre y que había ingresado al país de forma “inapropiada”. Pero más allá de las declaraciones, el canciller ordenó la expulsión de Guaidó del país y en un vuelo comercial tuvo que salir rumbo a Miami.

Ya en el avión a punto de despegar Guaidó dejó este mensaje en su cuenta de redes sociales “por las amenazas directas a mi familia e hijas del régimen de Maduro, que se extendieron a Colombia, estoy tomando este vuelo. Hasta lograr elecciones libres en Venezuela continuaremos luchando”.

El malestar de la oposición por la cumbre de Bogotá, donde no todos fueron invitados por el gobierno Petro, también se hizo sentir de lado de otra de las más importantes líderes en Venezuela. María Corina Machado criticó fuertemente la conferencia y señaló que se había organizado a “imagen y deseos de Nicolás Maduro”.

La cereza en el pastel la puso el propio Maduro, en una declaración que Petro no esperaba después de su gestión diplomática en Washington en favor de Venezuela. Horas antes de iniciar la reunión de Bogotá, dejó en claro que para volver a la mesa de diálogos con la oposición el presidente Biden debía levantar ya las sanciones económicas y que, además, se suspendiera la investigación en su contra en la Corte Penal Interamericana. “No hay forma que nosotros volvamos a México si Estados Unidos no deposita los 3.200 millones de dólares que se comprometieron a devolver”. En este controversial escenario se llevó a cabo la cumbre en la se hicieron presente 19 delegaciones internacionales y cuatro emisarios del presidente Biden. El resultado no podía ser el esperado por el presidente Petro. Las metidas de pata de su canciller y la torpeza del dictador Maduro, apagaron una cumbre que desde su anunció nunca dejó en claro qué era lo que se buscaba con tanto delegado internacional.

Un régimen corrupto

Los escándalos de corrupción del chavismo han llevado a su cúpula dirigente, la misma a la que hoy visita frecuentemente Gustavo Petro, a estar en la lista de los más buscados por las autoridades de los Estados Unidos y de la justicia internacional.

Basta recordar que el escándalo de corrupción que estalló hace más de un mes en Petróleos de Venezuela ha provocado la caída del ministro Tareck El Aissami y operativos de la Policía Nacional Anticorrupción de Venezuela donde han detenido a más de 70 personas, entre ellas altos funcionarios que han sido e imputados por hechos de corrupción, tráfico de influencias, malversación de fondos en PDVSA y la Corporación Venezolana de Guayana e incluso traición a la patria.

La cifra total del desfalco al Estado venezolano no ha sido revelada por la Fiscalía de ese país, pero se promedia, según investigación de la Agencia Reuters, que serían más de 21 mil millones dólares lo que PDVSA ha dejado de cobrar por la comercialización de petróleo a través de intermediarios.

En este tema de corrupción entra en escena el misterioso hombre Álvaro Pulido, socio de Alex Saab y que gozaba de protección judicial y política por parte del régimen de Maduro.

Pulido tiene procesos por corrupción abiertos tanto en Colombia, Ecuador y los Estados Unidos, donde es acusado de ser testaferro de Nicolás Maduro. Las agencias antidroga en Washington, han señalado que Pulido había entrado en conversaciones con agentes de la DEA para buscar una negociación y convertirse en testigo estrella contra el régimen de Maduro.

Es por ende una vergüenza y una lástima que el gobierno colombiano haya decidido cambiar el rumbo y en lugar de defender a los demócratas venezolanos, muchos de ellos en el exilio, decida ahora prestar sus servicios diplomáticos para defender la tiranía y la corrupción bolivariana.

¿Será acaso que Gustavo Petro le debe su presidencia a Nicolás Maduro? Esa es la pregunta que muchos se hacen mientras la agenda de Colombia se mueve y se aprueba vía Caracas.

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