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Guerra en Israel

De Oslo a Gaza

Los acuerdos de Oslo, basados en un proceso de implementación gradual, establecían que Israel se iría retirando de territorios de Gaza y Cisjordania. Pero como en todo acuerdo de paz, surgieron enemigos en ambos lados

Por: Marcos Peckel

Profesor de la Universidad del Rosario

Especial para Revista Alternativa

El 13 de septiembre de 1993 se hacía historia. El mundo observaba atónito como el primer ministro de Israel Yitzhak Rabin y Yasser Arafat firmaron en los jardines de la Casa Blanca, bajo la mirada atenta del presidente Bill Clinton, los acuerdos de paz entre el Estado de Israel y la Organización para la Liberación de Palestina (OLP).

Los acuerdos de Oslo, llamados así pues fue en Noruega donde por más de dos años se reunieron en secreto delegados del Gobierno de Israel y de la OLP y académicos para labrar los textos que deberían poner fin al conflicto palestino-israelí. La concepción básica de estos acuerdos era arribar a la solución de dos Estados para dos pueblos, la misma que en 1947 determinó la Asamblea General de las Naciones Unidas, pero que por el rechazo árabe no se pudo implementar.

Los acuerdos de Oslo, basados en un proceso de implementación gradual, establecían que Israel se iría retirando de territorios de Gaza y Cisjordania, entregando su administración a la Autoridad Nacional Palestina (ANP), ente creado en el marco de los acuerdos y cuyo presidente elegido en 1994 era Yasser Arafat.

Como en todo acuerdo de paz, surgieron enemigos en ambos lados. Rabin pagó con su vida, asesinado por un extremista judío, mientras que, en el campo palestino, Hamás, organización radical islámica sunita surgida en 1987 como alternativa a la OLP, comenzó su campaña para descarrilar los acuerdos a través del terrorismo suicida.

A pesar de los enemigos y obstáculos, los acuerdos avanzaron, Arafat encarceló a los líderes de Hamás e Israel cumplió con los hitos intermedios. Para el año 2000, el 97 % de la población palestina en Gaza y Cisjordania se encontraba bajo el gobierno autónomo palestino y la violencia había disminuido sustancialmente.

Todo o nada

Los acuerdos de Oslo estipulaban que tras cinco años de su firma las partes se reunirían para finiquitarlos, acordar los temas pendientes: fronteras, Jerusalén, refugiados, seguridad y asentamientos.

Es en ese marco que en julio de 2000 el presidente Bill Clinton convoca en la hacienda de Camp David al entonces primer ministro de Israel, Ehud Barak y a Arafat, a una cumbre de la cual debía salir el acuerdo de paz definitivo al conflicto palestino-israelí.

La propuesta presentada por el presidente de los Estados Unidos, conocida como “los parámetros de Clinton”, establecían lo siguiente: Se crearía un Estado palestino independiente en Gaza y Cisjordania, con leves modificaciones a las fronteras de 1967; Jerusalén sin ser dividida, sería la capital de ambos Estados; habría un arreglo especial para los lugares sagrados; Israel desmantelaría los asentamientos que quedaban dentro del Estado palestino. El Estado judío tendría garantías de seguridad y los refugiados palestinos se ubicarían en el Estado palestino, Israel aceptando un número importante para reunificación de familias.

Israel, representada por Barak y por su canciller Shlomo Ben Ami aceptaron en su totalidad los “parámetros de Clinton”, sin embargo, Arafat, en el momento de la verdad, de aceptar la creación del Estado palestino al lado de Israel, fue incapaz de lastrar su credo, de no aceptar bajo ninguna circunstancia la existencia del Estado judío. Arafat enterró en ese momento al Estado palestino. Hasta su muerte en 2004, se mantuvo fiel a su doctrina de todo o nada.

El odio de Hamás

A su regreso a Ramala, Arafat abrió las puertas de las cárceles y soltó a los líderes de Hamás, incluido el Sheik Ahmed Yassin fundador del movimiento, dándoles rienda suelta para lo que se conoce como la segunda Intifada (2000-2005).

Esta no fue más que una andanada de terroristas suicidas, jóvenes palestinos adoctrinados en el odio, quienes, armados con cinturones de dinamita, llevaron a cabo durante los siguientes cinco años, dos centenares de ataques suicidas que dejaron un saldo de unos mil cien judíos asesinados en discotecas, universidades, restaurantes, buses, centros comerciales, etc.

Hamás implementaba al pie de la letra los objetivos estipulados en su carta fundacional: matar judíos y destruir a Israel y con su accionar dejó moribundos los acuerdos de Oslo. Lo propio hizo el pasado 7 de octubre, esta vez para sabotear los acercamientos entre Israel y Arabia Saudita.

En 2005 tras la llegada de un nuevo líder palestino, Mahmud Abbas, el primer ministro de Israel Ariel Sharon retiró toda la presencia israelí de Gaza, soldados y colonos y le entregó las llaves a Abbas.

Dos años más tarde Hamás expulsaba de Gaza por la fuerza al gobierno legítimo de la Autoridad Palestina y tomaba control total de la franja, la cual ha utilizado desde entonces para llevar a cabo ataques contra la población civil de Israel. Fue sólo en ese momento que Israel y Egipto impusieron el bloqueo.

Aniquilar

En Israel y la comunidad internacional se enquistó el “Concepto”, que Hamás sería un actor responsable, pues tenía bajo su gobierno a dos millones de palestinos residentes en Gaza. Cada cierto tiempo —2009, 2012, 2014, 2021— empezaba una ronda de lanzamientos de cohetes contra Israel —ya van más de 30 mil—, la cual concluía con una tregua mediada por Egipto y Qatar enviando millones de dólares para “reconstrucción”.

Sin embargo, no es ese “Concepto” lo que Hamás y sus manejadores en Teherán tenían en mente, sino aplicar su carta fundacional, como se demostró con la salvaje masacre en Israel de octubre 7 en la que unos 1.500 civiles, hombres, mujeres, niños y adolescentes fueron acribillados en sus hogares y refugios por terroristas en una misión; matar, vejar, violar, decapitar y quemar judíos. Además, se llevaron unos 200 secuestrados.

El “Concepto” quedó hecho añicos y en este momento la única forma de salvar la solución de dos Estados, a los palestinos de Gaza, al pueblo palestino y a la región, es aniquilar a Hamás, sacarlo del gobierno de Gaza y eliminar su capacidad militar. Esta tarea sólo la puede hacer Israel y ya se encuentra haciéndola. Una vez terminada se podría volver a hablar de paz.

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