Esta sana costumbre de países como Estados Unidos debería ser replicada en el nuestro
Por: Alejandra Carvajal, columnista de @MejorAsi_
Algunas de las preguntas frecuentes que últimamente nos hacemos millones de colombianos es: ¿Goza el presidente Petro de buena salud? ¿Se encuentra física y mentalmente capaz para dirigir el Estado colombiano? ¿Tomará algún medicamento? ¿Es adicto al alcohol o a las drogas? ¿Preferirá el tusi o el fentanilo?
La salud del presidente se ha convertido en un tema de conversación recurrente entre la ciudadanía, más allá de si son copartidarios, simpatizantes u opositores de nuestro jefe de gobierno. Simplemente no se entienden sus ausencias, constantes y reiterativas, sin una justificación suficientemente contundente para excusarlo.
Y es que no estamos hablando de una persona común y corriente. Se trata de nuestro comandante en jefe, a quien necesitamos en sus cinco sentidos permanentemente. La solicitud radicada por los partidos Cambio Radical y Centro Democrático, la cual insta a la plenaria del Congreso para que se conforme una comisión médica que le pida al presidente Petro se realice un examen médico y se le informe a todos los colombianos sobre su real estado de salud tiene todo el sentido.
Este no es un procedimiento en absoluto insensato o irrespetuoso, como muchos quieren hacerlo ver. Que el presidente se haga unos chequeos médicos y haga público sus resultados es una práctica frecuente en países como Estados Unidos, en donde, año tras año, los jefes de Estado les cuentan a los estadounidenses cómo está su salud.
Si bien esta sana costumbre que tienen los mandatarios de la Unión Americana no es de carácter obligatorio, corresponde a la transparencia con la que debe manejarse todas las cuestiones de Estado, sin secretismos, y que tiene como finalidad dar un parte de tranquilidad a sus gobernados. Nada absurdo es entonces que este tipo de buenas prácticas se instalen en Colombia, en especial cuando las constantes desapariciones del presidente empiezan a levantar suspicacias.
El senador Iván Cepeda, hombre de confianza de Petro y uno de sus más fieles escuderos, ha manifestado ante la opinión pública que solicitar un examen médico a nuestro primer mandatario es una trivialidad, cuando en realidad no lo es en absoluto, sino que se acostumbra en otros Estados y es muy bien recibido por parte de la opinión pública.
Sabia es también la propuesta del líder religioso carismático del petrismo, Alfredo Saade (aclaro, no es que el petrismo sea una religión así parezca, ni que Petro sea un mesías así algunos lo crean, sino que Alfredo Saade, para los que no lo sepan, además de ser ideológicamente afín al presidente, dirige una iglesia cristiana) cuando solicita que se le practique un examen médico y toxicológico a nuestros honorables congresistas. No puedo estar más de acuerdo con este exégeta del petrismo. Yo también quisiera saber, por ejemplo, si representantes como Susana Gómez, más conocida como Susana Boreal, sesiona en sus cinco sentidos.
Muchos de nuestros compatriotas se sentirían aliviados si el presidente se somete a unos chequeos médicos de rigor y nos permite conocer los resultados. De acuerdo con varios expertos, se avecina una recesión, la situación de orden público no es la mejor, la inseguridad aumenta cada día más y tenemos una coyuntura grave en materia de infraestructura. Necesitamos un líder que esté en pleno uso de sus facultades físicas y mentales.
El abandono del cargo por parte de Petro de manera secuencial precisa claridad. Nada cuesta hacerse unos cuantos exámenes. O, acaso, ¿a qué le tendrá miedo el presidente?