Cuando Gustavo Petro ganó la primera vuelta entendió que no contaba con las mayorías políticas para hacerse a la presidencia de la República.
Alejandro Salas. Abogado y consultor político. Twitter: @asalasp
Su propuesta no era el óbice de las aspiraciones sociales colombianas, y debía tender los puentes necesarios para amasar el poder.
Abordó la tarea por dos frentes: por una parte, sus lugartenientes políticos se pusieron a la tarea de coser la minucia electoral para que los caciques que no se habían juntado tuvieran un espacio en su red y, por otra, lanzó un discurso de convergencia nacional, presentándose como el líder de un nuevo acuerdo nacional.
Eso necesitaba Colombia, un líder que fuera capaz de pasar la página de la polarización. La estrategia dio resultados y Petro, una vez elegido, profundizó el mensaje de unidad nacional, obteniendo logros importantes como que Álvaro Uribe, su mayor antagonista asumiera una posición constructiva, que algunos llamarían dócil, frente a Petro.
Ya en el gobierno, cuando lo que importa al gobernar, es hacer, transformar, materializar la visión de país, las cosas son a otro precio y Petro se ha estrellado con el mismo ensamble de los resultados de primera vuelta:
Él no es el símbolo de la unidad nacional y su visión del país no es la visión de la mayoría, los colombianos reconocemos que a pesar de las dificultades hemos construido mucho y queremos cambios, reformas, ir más allá sin perder lo que hemos alcanzado. Entonces, cometió dos errores fundamentales.
Primero, acudió a la mermelada bajo el supuesto que ésta garantizaba el tránsito pacífico de sus reformas en el Congreso, pues los congresistas se convertirían en meros notarios de los proyectos que presentaba a cambio de puestos y dádivas.
Segundo, se rodeó de inexpertos, o ineptos según el caso, en áreas claves como Energía, Defensa y Salud, que no han negociado su ideología con la cruda realidad de sus sectores y en lugar de construir los consensos propios de una plataforma de convergencia han dedicado sus esfuerzos a tratar de imponer sus posiciones ideológicas.
Ahora que Petro sacude el tablero de su coalición política pidiendo la renuncia protocolaria del Gabinete, podremos ver si su verdadero talante es el que convocó a una gran convergencia política nacional o si es el caudillo que quería un incendio que lo quemara todo.
Es previsible que acuda de nuevo a su discurso polarizante, que busque refugio en la exacerbación social donde él se siente cómodo.
El camino de la protesta es su lugar natural, pero Petro hoy es el gobierno, y la mayor inestabilidad social, económica y política erosiona su gobernabilidad, su capacidad de materializar sus apuestas, su legado.
Es el momento para que Petro decida volver a ver la realidad y comprenda que, para derrotar la inequidad, lograr la justicia, alcanzar la paz, es necesario trabajar en ella.