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Carlos Noriega La Guajira

La Guajira; desafíos y egos

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Creo que, a estas alturas, todos los colombianos tenemos claro la posición de Petro frente a los grandes empresarios; aunque no es necesario ser grande para recibir sus desprecios. Su lucha quijotesca contra todo lo que huela a usufructo, ganancia o ese terminucho insípido llamado "plusvalía", es descarnada y sin cuartel.

Las evidencias pululan en el aire como el virus de la gripe en esta época decembrina, y sus ataques llegan al extremo de acusar a esa actividad de ser la "sentencia de muerte de la raza humana" por aquel tema climático.

Empero, y cuando las aguas de la desaprobación te arrastran al fondo, te revientas con los cercos que rodean el puesto de presidente y la Corte Constitucional te lo recuerda de forma pública, quedando mal ante el país, te toca tragar ciertos comentarios cizañeros y dejar que el ego sufra por tus propios comentarios; que, por las magnitudes del caso, tuvo que doler más escuchar "ya cayó ya prima" siendo de prestación de servicios en fin de año.

Ahora, esto no va de criticar por criticar. Como colombiano, y más como costeño, nunca me dejará de dar felicidad ver a un ente central volcar sus rudimentarios y rígidos ojos hacia una región con tanto potencial como lo es el Caribe colombiano, y más cuando se piensa centralizar los recursos en un departamento fallido como lo es La Guajira. Pero nada es tan fácil y de color rosita Barbie.

Los desafíos para que la inversión no termine revendida en chiveras, a las pocas semanas de ser entregadas, son de los más grandes y monumentales para el proyecto de inversión.

Además, se debe recordar que ese territorio posee una de las fronteras más peligrosas del mundo. Y como dejar pasar que la cultura imperante es muy autodestructiva en aspectos importantes para un desarrollo social integral como lo es el trato a la infancia y a la mujer. Sin contar que también existen grupos armados ilegales y del narcotráfico interesados en manosear esos recursos.

Pero cuidado, no cojan estas problemáticas y las fusionen en una conclusión insípida de que La Guajira es tierra de nadie. Ese es el principal error que varios gobiernos cometen a la hora de querer "solucionar"los flagelos del territorio. No sirve un decreto sacado de la manga y una cartera llena de billones para aplicar soluciones que funcionaron en otros puntos geográficos; simplemente no van a sobrevivir los próximos noventa días de haber iniciado.

Para tener una buena idea y con el bonus de no tener que exponerse al introducirse en sus entrañas, un buen libro para sintonizarse es "Dune" de Frank Herbert. Arrakis, planeta donde sucede la historia, comparte muchas de las mismas falencias y riquezas que La Guajira; es un vasto desierto, existe una sola tribu dividida en varios clanes, desarrolla sus mercados mayoritariamente con el trueque y están las dos principales que son: tener una riqueza inigualable en subsuelo y sufrir de una severa escasez de agua.

La comprensión sociológica de cómo es la estructura social cuando se desarrolla alrededor de un desierto es de los puntos más remarcables del libro. A Herbert le costó ocho años estudiándolos para escribir su historia.

Es un tema que siempre pasa por debajo de la mesa y es precisamente aquel puñal que hiere los egos de los mandatarios que desean fungir como salvadores.