“A mí el equipo me gustó”. Esa fue la frase de Gamero en rueda de prensa después de volver a fracasar en la búsqueda del título de liga. El técnico que lleva cinco años en el banco de Millonarios ha demostrado cada vez que puede que no ganar títulos es un lugar cómodo para él. Y para ser francos, Alberto Gamero ha cumplido con su trabajo. Al revisar el plan quinquenal de la institución en 2020, la palabra que más se repite es: clasificar. La palabra ausente: campeonar, ganar. Entonces, ¿por qué habrían de sacar a un técnico que cumple con el plan estratégico del club? Gamero ha cumplido con las exigencias de las directivas, ha sido animador recurrente de los torneos locales, clasificando a casi todos los cuadrangulares de los últimos cuatro años.
En su personalidad, en su forma de ser, ni en el técnico, ni en el presidente, ni en el máximo accionista, ni en muchos de los jugadores hay sentido de urgencia por levantar copas. Y es que los incentivos no están. Si el plan estratégico del club traza como máximo objetivo la simple clasificación, no veo razón alguna para que de ahí hacia abajo, alguien se haga cargo. Millonarios, institucionalmente, es un club con miedo de comprometerse con la historia del club.
Por supuesto que la anterior descripción de los hechos, una crónica, no sintoniza con el espíritu del hincha de Millonarios. El hincha de Millonarios es el que más llena, el que siempre llena, al mayor costo financiero y espiritual posible.
Tenemos un Millonarios FC lleno de jugadores millonarios, con el corazón helado, sin deseos de gloria, con una dirigencia mediocre, con un técnico que abraza y convive con el casi. No hay exigencia, no hay espíritu de entrega. Pocalucha le decía mi padre a esa gente horrible que en sus trabajos solo cumplen, sin ambiciones, que pareciera que solo estuvieran esperando el día para morirse. La jerarquía, el corazón encendido es algo que emana y se siente a distancia, su presencia acobarda ejércitos, desmorona murallas, diluye la tristeza, produce admiración y conduce a la gloria.
Para cerrar. El plan estratégico del club se puede cambiar: ganar la copa libertadores, disputar el mundial de clubes, recuperar el título del más veces campeón, estar a la altura de Don Alfonso y Pedernera. Pero se corre el riesgo de volverse solo papel, si quién lidera el proceso, desde socios hasta el técnico, siguen como están, vacíos de espíritu, sin deseo y hambre de gloria. Once barrigones de cualquier tribuna estaríamos contentos, solo si nos dan 90 minutos en la cancha, de mostrarles cómo se hace.