El muy preparado y dúctil con la palabra, pero también recién llegado, ministro de Educación, Daniel Rojas, ha sido tendencia los últimos días por otra crisis intencional que aparece en una de las entidades del gobierno: el ICETEX. En alguna de esas epifanías que le dan al Presidente de la República, y que padecemos todos, se le ocurrió que era razonable desfinanciar la entidad, poner en riesgo los estudios de 330.000 estudiantes, de acuerdo con cálculos de la contraloría, y convertir en un banco de primer piso al ICETEX, tal como el eficiente Banco Agrario, incapaz de ofrecer un CDT decente.
Expliquémoslo sencillo: el mercado de educación superior está compuesto por oferta y demanda. La oferta la componen las universidades públicas y las universidades privadas. La demanda está compuesta por colombianos que quieren graduarse de un pregrado o posgrado. Cualquier político que le preocupa la educación, entiende que una política pública de subsidio a la educación tiene dos maneras de hacerse: subsidia la demanda y/o subsidia la oferta.
El subsidio a la oferta implica destinar recursos públicos a la construcción de edificios, inversiones en equipamiento, formación de docentes, mantenimiento, provisiones, entre otros aspectos. Este modelo suele ser la opción preferida por los políticos. En el caso colombiano, sin embargo, esto se traduce en infraestructuras deterioradas, pérdidas recurrentes de clases, docentes mal remunerados y altos niveles de corrupción. Además, bajo este esquema, las universidades son las que eligen a los estudiantes y no tienen incentivos para competir por matrículas, ya que cuentan con un flujo de recursos asegurado.
Por otro lado, el subsidio a la demanda, aunque sigue siendo un mecanismo público, mitiga muchos problemas del subsidio a la oferta. Al permitir que el estudiante sea quien reciba el dinero y no la universidad directamente, incentiva tanto a universidades públicas como privadas a competir por el estudiante; obligándolas a mejorar su currículo, calidad de los profesores, calidad de infraestructura, etc. Si su propuesta de valor no cautiva al estudiante, no recibe estudiantes, se quiebra y desaparece.
El ICETEX hace parte de la segunda forma de subsidiar la educación, no con subsidios directos al estudiante como el caso del bono escolar, sino con créditos a tasas más bajas de las que ofrece el mercado. Desfinanciar, modificar o acabar el ICETEX como pretende el gobierno, implica eliminar la posibilidad de los colombianos con menos recursos de poder acceder a la educación que ellos elijan para su proyecto de vida. Que en la mayoría de los casos y por las razones que expuse, es la universidad privada.
Al gobierno del cambio, suenan risas de fondo, lo que le interesa, es someter a los pobres a la universidad pública, que es un fetiche prototípico de las izquierdas en el mundo. Hace parte de su manual ideológico. Y van a lograr su cometido desfinanciando a la universidad privada, la preferida por los estudiantes, quien recibe una buena parte de los recursos del ICETEX. Al igual que el sistema de salud, quieren quebrar el modelo para luego sacar pecho y decir que tal y cómo ellos decían, tal y como su mesias defensor de la galaxia vocifera, solo lo público sirve.