Jueves, 21 de noviembre de 2024
Suscríbase
Jueves, 21 de noviembre de 2024
Suscríbase
Default Author Elías Eliades Gustavo Petro

Diez años sin Hugo Chávez

Más de este autor

Hugo Chávez murió de cáncer en 2013, pero caminando por las avenidas de Caracas uno tiene la impresión de que está siendo observado por él.

Elías Eliades. Embajador de Chipre (Ret).

La razón es que el rostro gigantesco del gran líder está pintado en las paredes de muchos edificios, porque Chávez se ha convertido en un símbolo nacional del país.

Poco antes de asumir la presidencia en 1999, el famoso escritor Gabriel García Márquez viajó con Chávez, el premio nobel colombiano al bajar del avión apuntó proféticamente:

“Me impresionó, porque yo estaba conversando simultáneamente con dos personajes completamente opuestos. El uno, aquel a quien la suerte le ofreció la oportunidad de salvar a su país de la explotación de los oligarcas y, el otro, un exmilitar indigno de liderar que podría pasar a la historia como un déspota autoritario”.

Cuando Chávez murió, todos los observadores internacionales estaban seguros de que su ideología populista, el chavismo como se le conoció, no sobreviviría sin él.

Nicolás Maduro, quien era su mano derecha, lo sucedió porque el mismo Chávez lo quería y, pese a los pronósticos de que pronto caería, sigue siendo presidente.

Según una encuesta reciente, Chávez todavía mantiene un impresionante índice de popularidad del 56% en comparación con el muy bajo 22% de Maduro. Se ha mantenido en el apogeo de su fama al igual que el mundialmente famoso revolucionario Che Guevara.

Chávez llegó al poder con dos enormes ventajas: por un lado, la ventaja de las mayores reservas de gas natural y petróleo en el mundo y por el otro, el apoyo de las masas populares que hasta entonces eran muy pobres y vivían en barrios marginales. Su éxito se debe parcialmente al asegurar que los beneficios de la riqueza no solo premiaban a la oligarquía y a los altos mandos militares, sino también a muchos venezolanos menos privilegiados.

Después de su muerte, los resultados de las elecciones mostraron que Maduro se quedó muy atrás. No tenía el magnetismo de Chávez, pero tampoco buscó imitarlo.

A los cinco meses, cuando se realizaron las elecciones presidenciales, había perdido gran parte de la popularidad y el entonces líder de la oposición, Enrique Capriles, casi logra la victoria. Desafortunadamente, las interminables divisiones de los partidos democráticos y la mediocridad de sus líderes, les impidieron aprovechar varias oportunidades que se les presentaron para vencer a Maduro. Él apenas lograba sobrevivir políticamente cometiendo frecuentes y graves violaciones de los derechos humanos, a pesar de las sanciones internacionales.

Con las elecciones presidenciales de 2024 en el horizonte, la oposición democrática se encuentra donde estaba hace diez años. Está intentando establecer una coalición factible y busca un líder capaz de eliminar las profundas diferencias entre los varios partidos.

Chávez puede estar muerto, pero el chavismo no ha muerto. Como el término peronismo fue creado en Argentina a raíz del carismático y potente presidente Juan Perón, así se creó el chavismo en Venezuela. El peronismo ha estado en todas partes, tanto en el gobierno como en la oposición, durante décadas. No son pocos los que creen que el peronismo está en la raíz de todos los males políticos de la Argentina.

Hace unos días se llevó a cabo en Bogotá una conferencia internacional sobre Venezuela. El presidente Gustavo Petro no quiso poner en peligro este importante evento en el que 20 países intentaron reanudar el diálogo entre el chavismo y la oposición. Petro, el primer presidente de la izquierda desde agosto pasado en Colombia, ha tomado un papel protagónico en resolver la crisis de Venezuela.

La conferencia internacional del 25 de abril, con la presencia de Estados Unidos, se convocó para romper el impasse. Hasta diciembre pasado, Juan Guaidó era presidente interino de Venezuela con el apoyo de varios países, incluidos los Estados Unidos y España. Fue una estrategia de un gobierno paralelo creado con el propósito de derrumbar el chavismo, pero nunca logró sus objetivos.

En cambio, resultó en el colapso de la propia oposición democrática. Han sido muchas las ocasiones desaprovechadas para resolver la crisis. Lo fue cuando la oposición ganó las elecciones parlamentarias en 2015. Lo fue cuando miles de venezolanos salieron a la calle contra Maduro en 2019. Lo fue cuando la comunidad internacional apoyó al gobierno paralelo de Juan Guaidó. Él se negó a participar en la reunión organizada por el Gobierno colombiano con la delegación opositora al margen de la cumbre de Bogotá, pero de repente acudió sin invitación siendo el peor enemigo de Maduro.

Una fuente confidencial aseguró que Maduro podría tolerar en el poder a cualquiera de sus rivales, excepto a Juan Guaidó. Por eso la probable intención de Guaidó de buscar asilo político provocaría la reacción negativa de Maduro. El presidente Petro es el único líder colombiano que mantiene conversaciones con Maduro y ha tomado la iniciativa de normalizar las relaciones bilaterales.

Estas estaban paralizadas desde hace varios años. Impulsó además el inicio del diálogo entre ambas partes en México donde se espera que el gobierno venezolano y la oposición lleguen a un acuerdo antes de las elecciones de 2024.

Guaidó intentó desesperadamente ser de nuevo el protagonista, pero esta vez estaba completamente aislado. Ni los Estados Unidos, ni Colombia, ni el chavismo, ni la mayor parte de la oposición lo toleraron. Lo único que logró fue quedarse unas horas en Bogotá antes de ser obligado a salir hacia Miami.

En cuanto a la reunión internacional del 25 de abril sobre el futuro de Venezuela, sí parecía sumamente difícil que 20 países se pusieran de acuerdo entre ellos, y además durante sólo tres horas, los temores sí se verificaron plenamente.

La cumbre internacional organizada por Gustavo Petro se convocó con más expectativas ambiciosas que con la posibilidad de resultados positivos. Las conclusiones sólo alcanzaron tres puntos muy breves: 1) La necesidad de establecer un programa electoral en Venezuela, 2) Que el acuerdo final entre el chavismo y la oposición incluya el levantamiento total de las sanciones internacionales, y 3) Que la reanudación del proceso de diálogo en México logre también la creación de un fondo de inversiones internacionales en Venezuela.

Para aumentar la confusión, algunos países filtraron que ni siquiera habían podido ponerse de acuerdo sobre el texto de una declaración final común. Estos tres puntos fueron solamente la sugerencia unilateral del gobierno colombiano.

Quedan pocos meses y muchos frentes abiertos todavía. Maduro se ha convertido en un experto en utilizar cualquier excusa para frenar las negociaciones. Es una prueba más de su miedo a unas elecciones democráticas en las que pueda perder el poder.