El proceder de Gustavo Petro ante la guerra que estalló entre Israel y los terroristas de Hamás es el mismo proceder que ha tenido durante toda su vida a nivel local: justificar la barbarie, caricaturizar el dolor de las víctimas y defender supuestas “justas causas” disfrazándolas de revolución, pero que al final no son más que actos que desdibujan el sentido de la humanidad.
En Colombia, por ejemplo, él, ante los ataques terroristas que han azotado al país, siempre ha buscado culpar al establecimiento y de presentar a los terroristas como sujetos que tan sólo han sido víctimas de las circunstancias y cuyas actuaciones, por ende, son justificables.
A partir de allí, construyó un discurso según el cual el “diálogo” y la “paz” son la única alternativa para reivindicar derechos. Un discurso bastante seductor porque ¿qué persona sensata no podría estar de acuerdo con la idea de un mundo en paz?
Sin embargo, esos conceptos que son significantes vacíos no son más que una falacia de absoluta relevancia para mover masas. Sus seguidores más radicales se atrevieron a tildar a todo aquel que dejara entrever lo anterior de “guerreristas, “fascistas” y de “nazis”.
Lo cierto es que gracias a ese discurso resultó elegido y es gracias a ese discurso que Colombia hoy se encuentra sentada con los terroristas del ELN y las mal nombradas “disidencias de las FARC”. Pero no sólo sentada, también sometida.
A esos terroristas se les ha permitido delinquir a sus anchas porque tienen la certeza de que sus crímenes quedarán en la impunidad y, lo peor, es que tendrán la libertad de regodearse dentro de la sociedad como si jamás hubiesen cometido atrocidades. Es más, tienen la certeza de que incluso serán ejemplo para las futuras generaciones y figurarán como víctimas.
Petro, siguiendo el libreto, quiso aplicar la misma estrategia ante la guerra que hoy libra Israel y el mismo pueblo palestino con Hamás. En lugar de rechazar los actos terroristas de Hamás implicó que, por cuenta de Israel, la Franja de Gaza era la réplica de los campos de concentración y se atrevió a comparar a los militares de Israel con los nazis. Pero la puesta en escena le salió muy mal.
En efecto, la comunidad internacional se pronunció de manera contundente frente a las afirmaciones que realizó a través de la red social X. Pensó Petro que la comunidad internacional esta vez también se mantendría pasiva como, lamentablemente, ha ocurrido ante la situación de Colombia. Se equivocó.
Hoy el Estado colombiano ha quedado a la vista del mundo como simpatizante del grupo terrorista Hamás y cuando la tormenta merme empezaremos a dimensionar los efectos que tal postura conllevará.
En el entretanto no nos descuidemos con lo que está pasando a nivel local en donde siguen matando, secuestrando, extorsionando, “pasándose por la faja” las normas en materia electoral y tramitando nefastas reformas que sólo marcan el camino hacia una Colombia “venezolanizada”.