La estigmatización, lamentablemente, se ha convertido en una política pública del actual Gobierno quien no duda en catalogar a aquellos que son críticos de sus actuaciones. Los tilda de “opresores”, “paramilitares”, “multimillonarios”, “blanquitos ricos”, “racistas”, etc.
Comenzaremos por decir que desde su llegada al Gobierno, Petro ha querido controlar a los gremios.
Lo vimos en la Cámara Colombiana de la Construcción (CAMACOL) con la salida de la doctora Sandra Forero Ramírez quien llevaba más de 12 años como presidente de dicho gremio.
Lo vimos en la Asociación Nacional de Empresarios de Colombia (ANDI) cuando intrigó para que el doctor Bruce Mac Master abandonara la presidencia ejecutiva, cosa que no logró.
Lo vimos en la Federación Nacional de Cafeteros cuando no pudo evitar la designación como presidente de German Bahamón,lo cual desató su ira.
Lo vimos en el Consejo Nacional Gremial cuando se opuso a que ciertos candidatos lograran la presidencia en dicho foro.
Lo hemos visto también en las cámaras de comercio, y el listado podría ser mucho más largo.
Petro hizo una jugada al designar a la presidente de la Asociación Colombiana de las Micro, Pequeñas y Medianas Empresas(ACOPI) y al presidente de la Federación Nacional de Ganaderos (FEDEGÁN) como delegados del Gobierno en la mesa de negociación con el grupo terrorista ELN.
Y digo que hizo una jugada porque al designar a estos líderes gremiales como delegados del Gobierno pensó tenerlos como sus aliados y mantenerlos acoquinados.
Sin embargo, parece que el plan le falló a Petro, al menos en lo que respecta a su relación con el presidente de FEDEGÁN, José Félix Lafaurie. En un principio se anunció con bombos y platillos el acuerdo alcanzado entre aquellos, pero ninguna luna de miel es eterna.
Hoy Petro tiene un trino fijado en su cuenta de Twitter en el que, palabras más, palabras menos, acusa directamente a Lafaurie y a los afiliados de FEDEGÁN de pretender instaurar nuevas formas de paramilitarismo. Todo se desató porque los ganaderos expresaronsu desacuerdo con el borrador de decreto publicado por el Ministerio de Agricultura y Desarrollo Rural en el que el Gobierno pretende financiar a algunos grupos para que se movilicen a favor de la reforma agraria que promueve EL CAMBIOe hicieron un llamado al fortalecimiento de las Brigadas Solidarias Ganaderas.
La estigmatización, lamentablemente, se ha convertido en una política pública del actual Gobierno quien no duda en catalogar a aquellos que son críticos de sus actuaciones. Los tilda de “opresores”, “paramilitares”, “multimillonarios”, “blanquitos ricos”, “racistas”, etc.
Mientras tanto el ordenamiento jurídico luce como un espectador apocado que no puede contener con celeridad el avance de este tipo de conductas que van calando en las entrañas del tejido social.
De allí la importancia de revitalizar el discurso moral tan eclipsado en estos tiempos y de recordar la relevancia que tiene la ética para el sano avance de la humanidad. Sin ello será difícil construir una sociedad justa y equitativa en un mundo cada vez más interconectado y complejo.
Colombia está siendo testigo de undeclive gradual en la ética y la moralidad. La búsqueda desenfrenada por imponer ideas, por no someterlas al debate social, por no acordarlas, la está llevando por la senda del autoritarismo. La está convirtiendo en una sociedad narcisa en la que todos debemos lucir como víctimas para ser reconocidos. Como si no ser víctima anulara los derechos.
La revitalización de la moralidad implica entender que tenemos deberes, no sólo a nivel individual sino también colectivo, y que nuestras actuaciones generan un profundo impacto en la construcción de una sociedad sana. La rama ejecutiva tiene una enorme responsabilidad en esa revitalización y debe promover una cultura ética en la cual las conductas inmorales como la estigmatización sean rechazadas.
La rama ejecutiva debe dar ejemplo y hacer eco de la dignidad que nuestra Constitución le concedió. La búsqueda obsesiva en la consecución de sus reformas no puede ser a cualquier precio porque ello, entre otras cosas, socava la democracia, fomenta la venganza como mecanismo de solución de conflictos y exacerba el individualismo.
Nosotros, por lo pronto, no debemos abandonar ni evitar la reflexión moral.