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Histórico cambio de rumbo en Oriente Medio

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Por Fanny Kertzman

El mes pasado Israel y los Emiratos Árabes Unidos (EAU) llegaron a un acuerdo histórico de abrir relaciones diplomáticas, a cambio de que Israel no se anexe territorios en Cisjordania, tal como se proponía hacerlo su Primer Ministro Benjamín Netanhayu en el pasado. Este sorpresivo paso llevará a una mayor cooperación en inversiones, turismo, seguridad, tecnología y energía, y a abrir embajadas y comercio en ambos países.

EAU se convierte así en el tercer país árabe que sostiene relaciones diplomáticas con Israel –lo que es un reconocimiento directo– después de Egipto y Jordania. Observadores de Estados Unidos, que facilitaron el pacto, comentan que esto llevará a más países árabes a reconocer al Estado de Israel, dejando atrás una política hostil atada a la supuesta ocupación de territorios palestinos. La política ha cambiado y ahora los países árabes necesitan aliarse con los enemigos de sus enemigos, en este caso Irán.

Los perdedores de este acuerdo son los extremistas israelíes que estaban de acuerdo con los asentamientos en Cisjordania y los palestinos, que hasta ahora habían logrado agrupar a todos los países árabes contra Israel. Pero la geopolítica ha cambiado.
Los países árabes han abandonado esa causa por una más práctica: el temor
a que Irán logre consolidar armas atómicas. El Mossad, servicio de inteligencia israelí, ha tenido relaciones con algunos de esos países por años. Su director se ha reunido con representantes de los EAU, Arabia Saudita, Qatar, Jordania y Egipto. El sultán de Omán recibió una visita de Netanyahu en 2018 y Bahréin patrocinó una conferencia en la Casa Blanca para lanzar el plan de paz de Trump para Israel y Palestina.
Los pasados levantamientos durante la primavera árabe le han mostrado a los monarcas (Israel es la única democracia en el Medio Oriente) que la rabia popular contra la represión y la corrupción es una amenaza mayor a sus reinados que mantener su lealtad a la causa palestina. Hay problemas más urgentes e importantes como la educación que se está dando a los jóvenes y las oportunidades de trabajo para los mismos.
Otros eventos cambiaron la perspectiva de seguridad. Washington, que ha permanecido como un aliado inamovible de Israel, por el contrario no respondió militarmente cuando Siria mató con gas a su propia población, o cuando Irán fue culpado de haber bombardeado refinerías en Arabia Saudita el año pasado. Cada vez ha sido más claro para los estados del Golfo que los aliados occidentales con que habían contado por décadas para venir a su rescate ya no estaban ahí.

Finalmente, como las fuerzas terroristas patrocinadas por Irán se hicieron más poderosas en la región –en Líbano, Siria, Iraq y Yemen– los países árabes se persuadieron de que su mayor enemigo es Irán. El acuerdo nuclear de 2015 entre Irán y el Gobierno de Obama, los acabó de convencer de que Estados Unidos no se comprometía a destruir las ambiciones del país persa. Israel, por el contrario, no ha cejado en su campaña contra Irán.

De manera irónica, el plan le dio nuevo oxígeno a Donald Trump en su campaña por la reelección y a Netanyahu ante las protestas que ha levantado su juicio por corrupción. Esta jugada es histórica y cambia completamente el ajedrez del Medio Oriente.

“La política ha cambiado y ahora los países árabes necesitan aliarse con los enemigos de sus enemigos, en este caso Irán».