Inesperado. Por fin, hay que decirlo así, se abre una luz de esperanza con respecto a la posibilidad de que las negociaciones con la guerrilla del ELN encuentren una salida viable luego de tantos intentos fracasados durante las últimas décadas.
Es de rigor afirmar que ninguna negociación con el ELN llegará a un acuerdo de paz porque esta utiliza cualquier oportunidad de conversación o negociación para fortalecerse sin que en su horizonte exista la posibilidad cierta de llegar a una solución positiva.
La invitación del Papa Francisco al presidente Petro para que se reunieran el fin de semana del 19 de enero, en el Vaticano abrió un camino que sí se maneja con la discreción, la diplomacia, y el debido respeto, podría señalar un camino inesperado hacia un acuerdo de paz, hasta ahora muy esquivo y se diría que imposible.
Contar con la participación del Papa Francisco, jesuita, buen conocedor del tema latinoamericano y de lo que han sido las luchas violentas en nuestra región es ya un factor muy esperanzador.
Saber que la comunidad de San Egidio que ha participado exitosamente en varias negociaciones de paz y a la cual no le es extraño el tema colombiano, y mucho menos el del ELN, es incorporar una dimensión clave en este proceso negociador.
Voy a llamar la atención sobre algunos elementos que ayudan a comprender mejor el significado de esta nueva situación. El ELN tiene en sus orígenes la participación de unos sacerdotes españoles y algún vínculo con lo que se llamó la teología de la liberación. Existen diversas explicaciones sobre su relación con la Iglesia Católica alemana y con el propio Vaticano.
Recuerdo que un distinguido obispo alemán con el cual solamente conversé dos veces aquí en Bogotá, era considerado un eficaz intermediario ante esa organización guerrillera. Versiones de otra naturaleza llevaron al presidente Andrés Pastrana a expulsar del país a este obispo.
Existieron otros episodios que no hay para que rememorar ahora que mostraban un vínculo que era común con el gobierno alemán. Una conversación muy casual, diciembre 31 del año del jubileo, en la vía de la reconciliación en la plaza del Vaticano, me permitió intercambiar unas palabras con el cardenal Darío Castrillón, quien había sido obispo de Pereira y, como tal, había participado en el programa de la Universidad de los Andes de Alta Gerencia en el cual yo dictaba algunas conferencias a las cuales él asistió y así construimos una buena relación.
Él estaba conversando con un obispo y me atreví a saludarlo, interrumpiéndolo, me pidió unos minutos para conversar y me contó algo realmente increíble. Me dijo: cómo te parece que esta mañana recibí una llamada telefónica de uno de los dirigentes del ELN a quien le dije, por favor, por qué no hacen un gesto de humanidad, de paz, y declaran una tregua de dos o tres semanas.
Su desconcierto con la respuesta del guerrillero con quien parecía conversar con frecuencia era máximo. Éste le dijo, es que la Biblia no permite eso... Algo incomprensible para el cardenal Castrillón. Y, por supuesto, mucho más incomprensible para mí. El cardenal Castrillón ya murió, nunca comenté esta conversación y, ahora lo hago, porque creo que es muy relevante y que así no afecto su memoria.
El tema del secuestro jamás podría ser condonado en un ciclo de negociaciones en el Vaticano. El ELN ha jugado con este tema de manera implacable. No puedo olvidar el parágrafo aprobado en el acuerdo de Maguncia, en la Puerta del Cielo, donde se adelantaron las que han podido ser hasta ahora las negociaciones más fructuosas con esa guerrilla y allí dirigentes de todas las fuerzas políticas aprobaron un parágrafo siempre criticado y que me pareció y me sigue pareciendo que era la condonación del secuestro. Como un gran progreso se aprobó que el ELN no seguía secuestrando personas de ciertas edades. De no creer. Las personas no comprendidas en esos rangos de edad sí podrían ser secuestradas. Monstruoso.
Ahora si hay una luz de esperanza. Ojalá no la dejen apagar.