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FERNANDO CEPEDA Fernando Cepeda Ulloa administración

¿Reforma política?

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¿Cuál es entonces el compromiso con este sistema político, de esta supermayoría de no contribuyentes?”

Fernando Cepeda Ulloa

El sistema político es mucho más que el Congreso o el proceso electoral. Los analistas de lo que ha ocurrido en las últimas tres décadas, coinciden en señalar que el tema Político (con mayúscula) no mereció la atención debida y que, finalmente, estuvo subordinado a las preocupaciones económicas y sociales. Y el asunto de las instituciones corrió la misma suerte. Tan solo algunas salieron fortalecidas: la banca central, las comisiones regulatorias y otras. Y los políticos se resignaron a ese “capitis deminutio”, a jugar tal papel menor. Lo político perdió centralidad. Al punto que entre nosotros la enseñanza de la historia o de la educación cívica desapareció o estas fueron apéndice de otras materias. El sistema político quedó relegado.

Son varias las reformas políticas que se han venido haciendo en Colombia después de las muy significativas que incluyó la Constitución de 1991. Esas reformas no han sabido afrontar la cuestión, se han quedado siempre cortas y, en ocasiones, han sido equivocadas. Peor, han sido contraproducentes. No han estado a la altura de los enormes cambios de carácter económico o social. No han respondido a la movilidad social tan evidente, ni al predominio de lo urbano sobre lo rural, ni a la ruralización de sectores urbanos ni a la modernización de sectores rurales.

Tampoco se han dado cuenta de la existencia de una nueva juventud, más educada, bien conectada, y bastante despolitizada. Ni de la transformación del papel de la mujer en la sociedad, sus nuevas demandas, sus excesivas cargas, los múltiples papeles que tiene que desempeñar. Algo similar se puede predicar con respecto al despertar militante de las comunidades indígenas o de afrocolombianos que la Constitución del 91 empoderó.

Las organizaciones no gubernamentales (ONG) que recibieron fuerte respaldo y legitimación en la Constitución del 91 terminaron por apoderarse del debate público más relevante y pasaron a representar anhelos de amplios sectores de la ciudadanía, además, con significativos vínculos internacionales. Como que desbancaron a los partidos políticos.

La situación de los partidos y movimientos ha ido dando pasmosas manifestaciones de debilitamiento aún en lo que les era más propio. Es que ya ni las candidaturas presidenciales los obsesionan. ¿Partidos políticos sin candidatos presidenciales? ¿Sin plataformas programáticas? Desconectados de los sindicatos y de otras organizaciones sociales relevantes. ¿Sin ataduras con la nueva sociedad? Algunos sin registro de sus afiliados o militantes. Sin organizaciones visibles en barrios o municipios. Sin capacidad de movilizar sus adherentes y simpatizantes. ¿Y sus dirigentes, sus cuadros, su actividad intelectual?, ¿programática…?

Pero el sistema político es mucho más que todo esto. El Consenso político sobre lo fundamental no es una baratija. Es de la esencia. Aquí contabilizamos su ruptura en la elección presidencial de 2014 con el triunfo en primera vuelta de Oscar Iván Zuluaga, candidato del Centro Democrático y crítico de algunas partes del Acuerdo de Paz; el NO al Plebiscito mostró que, con respecto al Acuerdo, el país estaba partido en dos; y la elección de Iván Duque en 2018 reafirmó esa ruptura. La abstención electoral que ronda casi el 50% del potencial electoral dejó de ser un tema. No importa que la mitad de los ciudadanos con capacidad de votar, elegir presidente o congresistas, concejales, diputados, se aleje de las urnas, se desentienda y no tenga conciencia de su capacidad decisoria. ¿Es que acaso solo les interesa la Política con P mayúscula? Pero ¡¡¡cómo juegan ahí, en qué tablero, con qué herramientas…!!!

En esencia le resta legitimidad y representatividad a las autoridades.

Y si tan solo un porcentaje mínimo paga impuestos ¿Cuál es entonces el compromiso con este sistema político, de esta supermayoría de no contribuyentes? Quizás debemos corregir esta fatal estadística y mostrar que somos muchísimos más los contribuyentes casi todos, porque no solo pagamos impuestos vía la declaración de renta. ¿Y es que las remesas millonarias en dólares que envían los familiares voluntariamente exiliados no tienen significado? Además, hay un costo enorme en términos de vida familiar y afectos.

Así podría seguir la enumeración. Los escenarios de participación deliberativa, las oportunidades que debería ofrecer la rendición de cuentas, la importancia de las veedurías ciudadanas, particularmente en la lucha anticorrupción, la capacidad de influir en el diseño de las políticas públicas, deformadas por el perverso sistema de financiación de campañas y otros comportamientos ilícitos, la degradación del sistema de valores que debe inspirar nuestras actitudes y comportamientos.

Son muchos los factores que contribuyen a la existencia de un “desarrollo político” que vaya parejo con el desarrollo económico, con el desarrollo social, con los innegables cambios que han venido transformando nuestra sociedad y así nuestro sistema político.

¿A los políticos les interesa de verdad la política con p mayúscula?.