En buena hora el expresidente César Gaviria ha escrito una columna en El Tiempo (13 de diciembre de 2023) en la cual en términos bastante contundentes deplora el giro que ha tomado la política exterior colombiana “al no condenar los ataques de Hamás a Israel y más bien en convertirse en su principal defensor”. Piensa, con razón, que esta situación puede generar “una enorme presión en el Congreso de Estados Unidos al Gobierno Biden para que se apliquen medidas no sólo contra el presidente Petro sino contra Colombia”.
Recuerda la existencia del Comité americano-israelita de acción política que “empieza a considerar la naturaleza terrorista del ELN y la defensa que este grupo terrorista hace del secuestro”. El expresidente Gaviria considera que este Comité es el más influyente en el Congreso de Estados Unidos y que ya está presionando para que se impongan sanciones a Colombia que afectarán el proceso de paz y que más adelante pueden convertirse en sanciones económicas y comerciales. Y esto último lo dice a manera de hipótesis.
Tenemos bien sabido que la sociedad colombiana se interesa muy poco por la política internacional. Ello es evidente en los medios de comunicación. Y en el caso del grupo terrorista Hamás ha sido más que notorio este desinterés. No diría que se trata de complicidad. Tampoco me atrevería a decir que hay un acuerdo tácito con la postura del gobierno. Es un ejemplo más del desentendimiento con la vida internacional. Como si no nos afectara. Increíble. Uno de los países que tiene una agenda altamente interméstica, o sea, internacional y doméstica al mismo tiempo como nos ha ocurrido durante el último medio siglo con el letal problema de las drogas ilícitas. Y así con muchos más, la comercialización internacional del café, la financiación internacional de nuestro desarrollo, nuestro sistema educativo que hoy culmina en su etapa de educación de pos grado en Estados Unidos, Canadá, Europa y Australia. En alguna época se hablaba de que en Colombia había canciller, pero no había Cancillería. ¿Y hoy?
“El silencio frente al tema de Venezuela y la Guyana es aún más sorprendente y escandaloso. Y así podríamos continuar. Y, claro, cómo no recordar el caso de Panamá”
El silencio frente al tema de Venezuela y la Guyana es aún más sorprendente y escandaloso. Y así podríamos continuar. Y, claro, cómo no recordar el caso de Panamá… Es un tema que preferimos no mencionar porque es el ejemplo mayúsculo de la ausencia de entendimiento, tanto en el sector dirigente como en la ciudadanía, de la importancia de nuestras relaciones exteriores. Con muchísima razón hablaba López Michelsen de Colombia como el “Tíbet de Suramérica”. Para él, la separación o independencia de Panamá le cortó a Colombia el cordón umbilical que la relacionaba con el mundo.
Se reconoce que el Presidente de la República es el Jefe de las Relaciones Internacionales. Pero esa condición no tiene por qué silenciar todas las voces y tampoco ella representa, siempre, el querer nacional. Por ello se espera que los partidos políticos, en casos tan significativos fijen una posición, digan algo. Lo propio se esperaría de los cuerpos colegiados, Congreso, Asambleas, Concejos y de la sociedad civil, los gremios, las asociaciones profesionales. Pero no. Nada. Un silencio ensordecedor. En el pasado ha sido tremendamente costoso. Y hoy el expresidente Gaviria da una voz de alarma que, seguramente, tampoco tendrá repercusiones.
No se entienden estas actitudes tan indiferentes en un país que ha sido víctima de un terrorismo brutal y de pérdidas territoriales.