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Hassan Nassar colombia

La politiquería

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«No les da pena nombrar en el ICBF a una persona que no tiene experiencia en niñez y que el único mérito para llegar al cargo es haber sido vecina de la primera dama».

HASSAN NASSAR
Director Revista Alternativa

Ese discurso politiquero que emana de los más altos cargos del ejecutivo en Colombia pretende cambiar la realidad y terminar convirtiendo al aparato productivo, la seguridad, la inversión extranjera directa, la banca, los hidrocarburos, al empresariado, a los ganaderos, a los medios de comunicación tradicionales, la fuerza pública, en los villanos de la historia.

No les da vergüenza decir públicamente que la infraestructura es dañina para el país. No les da vergüenza nombrar cónsul general a un sicario moral que corría la línea ética de lo que fuera necesario en las redes sociales para hacer campaña política. No les da vergüenza nombrar una ministra de Minas que no sabe de hidrocarburos. No les da pena nombrar en el ICBF a una persona que no tiene experiencia en niñez y que el único mérito para llegar al cargo es haber sido vecina de la primera dama. No les da vergüenza haber hecho campaña política diciendo que no se podían gastar recursos públicos para cambiar la flota de aviones Kfir de la Fuerza Aérea, para en menos de cuatro meses de ser gobierno justificar la compra.

No les da pena hacer una reforma política que permite el transfuguismo, o dejar de ser congresista para convertirse en ministro, acabando con los partidos minoritarios.

No sienten pudor de pedirle a los gremios que cambien a sus interlocutores para que puedan sentarse “a dialogar” con el Gobierno.

No se sonrojan de liberar probados terroristas de la Primera Línea haciendo piruetas judiciales para dejar en la calle a personas que cometieron todo tipo de actos de violencia camuflados en la protesta pacífica.

De igual forma, con cinismo y exceso de verbos, salen a justificar los abrazos a todos las sátrapas del continente empezando por Nicolás Maduro, aquel que llenó de refugiados a Colombia huyendo del hambre y la desesperación de un país que los hizo confiar en una revolución que solo terminó en hambre y desplazados. Porque así les de miedo decirlo, el régimen de Nicolás ha inundado al vecindario de pobres migrantes que huyen con la esperanza de mandar algún día remesas que alivien la realidad de los que se quedaron. Y peor aún, una Cancillería que decide ausentarse de las reuniones de la OEA donde se pide sancionar al autócrata Daniel Ortega. No importa, es un compañero de causa que logró “mantenerse en el poder”.

No les da vergüenza pretender acabar un sistema de salud que funciona para querer volver a imitar el viejo e inoperante sistema del Seguro Social que no solo no daba cobertura sino precariedad en el servicio y eso sí, mucho poder a sindicatos y políticos corruptos.

No sienten algo de vergüenza de tener a una ministra de Salud que es incapaz de comprar unas vacunas para una viruela. Situación que hace a muchos pensar que gracias a Dios no les tocó enfrentar la pandemia del covid-19.

No les da pena haber terminado gobernando con la misma clase política que tanto criticaron por corrupta y clientelista.

No les da vergüenza tener un ministro de Defensa que cuando ocurre una masacre de policías o soldados en lugar de culpar a los terroristas responsabiliza a la propia cúpula.

No sienten pena haber hecho campaña con la muerte de líderes sociales y defensores de derechos humanos, pero ahora que son gobierno guardan silencio cuando tienen en rojo los indicadores de masacres en el territorio. Y territorio es todo aquello lejano de Bogotá y sus alrededores.

No les da vergüenza haber mentido afirmando que el valor de las casas de Providencia, luego de la destrucción total que dejara el huracán Iota, eran un robo y ahora que son administradores tienen que reconocer que si costaban lo que se pagó.

A los politiqueros nada les da vergüenza, lo que sí es lamentable es que muchos de quienes tienen el oficio de velar, verificar y constatar tampoco hicieron su trabajo.

El periodismo entró desafortunadamente en la indignación momentánea, en la campaña política y allí encontró su mejor aliado un proyecto basado en la “indignación”.

En ese absurdo mundo solo puede reinar un charlatán, un demagogo o un aprendiz de tirano así le laven la cara los amigos, algunos con algo de prisa y algunos con algo de ingenuos y esperanzadores espectadores. Y solo hay algo que decir al respecto: léanlos, óiganlos o vean sus trinos. Allí están.

Ojalá los que tenemos que preguntar, cuestionar e indagar hagamos nuestro trabajo al pie de la letra, de lo contrario terminaremos todos nadando en la politiquería, que para algunos periodistas es algo indescifrable dependiendo del interés. No olvides que hoy puedes acostarte siendo periodista “objetivo” y mañana seas nombrado en alguna causa común de “interés nacional”. Así es el juego y la politiquería seguirá y seguirá y seguirá.