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Hassan Nassar Javier Milei

La revolución silente

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De las cosas que más me sorprendieron del triunfo de Javier Milei en Argentina, fueron sus constantes referencias en campaña política donde afirmaba constantemente que si algo había que derrotar en su país, era la revolución cultural que había construido la izquierda latinoamericana.

Milei se refiere a Antonio Gramsci y a sus famosos escritos acerca de una hegemonía cultural, o revolución pasiva. Una revolución que inspiró a varios líderes de la izquierda latinoamericana empezando por el propio Fidel Castro, a Hugo Chávez en Venezuela y a la izquierda, entiéndase al kirchnerismo en Argentina.

Gramsci, un intelectual italiano de pensamiento marxista, otorgaba a la hegemonía cultural un lugar central en la dominación del capitalismo.

Este tipo de hegemonía le confiere a la clase dominante un control cultural de la sociedad, o sea, de la manera en que se piensa y de los valores que se profesan.

Fidel Castro, en Cuba, entendió esta línea de pensamiento y la adaptó a su plan maestro para crear la patria grande latinoamericana. Todos sus discípulos no han hecho más que seguir esa misma hoja de ruta desde México hasta la Patagonia.

Un plan basado en un principio: pervertir la democracia y sembrar antivalores.

El Foro de São Paulo es producto de este sueño. Ante la caída del Muro de Berlín y el colapso del bloque comunista europeo, Fidel asimiló que la lucha armada no llevaría al poder a sus seguidores y se necesitaba algo distinto, una vía más efectiva y duradera para hacer la revolución socialista en todo el continente y que el vehículo más seguro para hacerlo era usar la democracia para llegar al poder y así evitar ser tildados de dictadores.

Ya en el poder, desmontar el aparato desde adentro, invertir los valores de la sociedad, moldear el pensamiento de las personas e influir en diversos sectores como la prensa, la educación y los grupos religiosos.

El populismo rampante de la izquierda latinoamericana aplica esta fórmula hasta la saciedad. Se hacen elegir prometiendo el cambio, pero en realidad su objetivo es cooptar los poderes del Estado, crear dependencia absoluta de la ciudadanía, cambiar la Constitución y atrincherarse en el poder.

La revolución silente se nutre del resentimiento, del odio y de la polarización.

Odian las empresas, detestan la propiedad privada y la productividad. Necesitan un discurso antivalores que promueva el odio de clases, un Estado grande que dé subsidios y mantenga parásitos en la sociedad sin iniciativas propias.

No es casualidad que varios países de la región que han caído en las fauces del socialismo del siglo XXI entiendan de lo que estoy hablando.

El primer gran triunfo de Milei fue identificar ese cáncer y enfrentarlo desde incluso antes de la campaña presidencial.

Sin duda, el hecho de ser libertario, con una visión marcada en buscar la reducción del Estado, con poca o nula influencia sobre el mercado y las personas, le generará un camino difícil para encontrar la gobernabilidad. Mucho más en un país donde el colectivismo ha sido la base política que construyó el peronismo durante tantas décadas para sostenerse en el poder.

Pero la victoria de Milei abre también varias preguntas sobre el panorama electoral en América Latina y el futuro de varios países que han sido víctimas de esa revolución silente, o cultural.

No se puede obviar que es la misma revolución cultural que destruyó a Venezuela, contaminó a México, regresó al poder en Brasil y ahora gobierna de manera desastrosa en Colombia.

Es muy prematuro para afirmar que Milei es la solución para los graves problemas que sufre la Argentina, sin embargo, algo estaba claro, el kirchnerismo destruyó el aparato productivo, reventó la economía, disparó la inflación, elevó los niveles de pobreza y sucumbió a su clase política en la corrupción.

Argentina necesitaba que llegaran nuevos liderazgos, con un discurso disruptivo para cambiar el orden de la historia y sacarlos del hueco fiscal y social.

Desde ya toda la izquierda continental anhela que Milei fracase rotundamente. No les importa que Argentina esté sumida en una profunda crisis. Para ellos lo importante es mantener el statu quo vigente, que no se cambie la narrativa y que el cambio que derribe esa revolución silente no se ejecute.

Y es por eso que a Maduro y a todos los borregos del socialismo del siglo XXI en el continente, incluidos los de Colombia, les preocupa tanto el triunfo de Milei. Si un libertario en menos de tres años logró cautivar con su discurso a un país peronista y tumbar sus estructuras bien fundadas, imagínense si ese discurso cala, triunfa y toca las puertas de más países en la región.

La revolución de los antivalores, solo se combate sembrando valores, protegiendo el Estado y la separación de poderes, salvaguardando la propiedad privada y el libre mercado, cuidando la libertad de prensa, garantizando y fomentando políticas públicas que promuevan el empleo y la creación de empresas, desmontando el populismo, la demagogia y librando una lucha frontal contra la corrupción.

Ojalá lo entendamos a tiempo y nos pongamos a trabajar en esa dirección para recuperar el rumbo.