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Hassan Nassar Gustavo Petro

Perder el faro

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Petro perdió el reflector al dinamitar su propia coalición de gobierno por su intransigencia, aferrado a una postura política hermética frente a la concertación de las grandes reformas sociales que se propuso tramitar en el Congreso”

HASSAN NASSAR
Director Revista Alternativa

En la vida y en la política se pueden perder muchas batallas, pero jamás se puede perder el foco. Lamentablemente el presidente Gustavo Petro ha ido perdiendo la brújula a medida que pasan los meses, afectando lesivamente lo que es realmente importante para su gobierno y su legado.

Petro llegó a la presidencia con un discurso de cambio que hoy, once meses después, es puro continuismo en lo fundamental y retórica populista desde el atril o el balcón.

No en vano su favorabilidad se ha ido diluyendo sin pausa, perdiendo ya 20 puntos antes de cumplir el primer año como huésped ilustre en Casa de Nariño, según lo han revelado varias de las más recientes encuestas de opinión.

Petro perdió el reflector al dinamitar su propia coalición de gobierno por su intransigencia, aferrado a una postura política hermética frente a la concertación de las grandes reformas sociales que se propuso tramitar en el Congreso.

Perdió la luz, sosteniendo funcionarios inexpertos en el arte de la política, activistas que, en lugar de acercar a los partidos de la coalición a la mesa de negociación, terminaron sepultando cualquier posibilidad de diálogo en el Congreso.

Petro nuevamente perdió la orientación cuando decidió radicalizar su discurso buscando un enemigo externo, culpando de sus fracasos a los medios de comunicación y a los periodistas que legítimamente y en uso de las garantías constitucionales de la libertad de prensa han cuestionado su gobierno.

El hundimiento de la reforma laboral en el Congreso y la permanencia en cuidados intensivos de la reforma a la salud, son producto de la improvisación política, la soberbia fundamentalista y la falta de liderazgo para convencer a los gremios, la academia, la ciencia, la opinión pública y la clase política.

Las marchas multitudinarias que salieron el pasado 20 de junio a protestar pacíficamente contra el Gobierno fueron deslegitimadas por el propio presidente llamando “arribistas de clase media alta” a los manifestantes. Petro, nuevamente perdió el eje, y decidió entrar en negación antes que reconocer los graves errores que se están haciendo en materia económica, social y de seguridad y defensa que generaron esa movilización.

Sólo alguien que perdió el núcleo en materia económica deja que se vaya desmoronando, poco a poco el sector vivienda que jalona parte vital del empleo, o que se desbarate los avances que en materia de transición energética había alcanzado el país en los últimos años.

Sólo un funcionario cegado por la ideología permite que se destruya valor y confianza en la empresa más representativa del país como lo es Ecopetrol. Sólo un militante, con profundo resentimiento por el sector empresarial, divide en cada intervención pública a la población entre oligarcas y esclavos.

Sólo un megalómano dedica más tiempo a su cuenta personal de Twitter, cazando peleas con los medios de comunicación, que al arte de gobernar.

Pero ese delirio y esa pérdida de concentración lastimosamente también se perdió en el plano internacional. ¿En qué momento dejamos de proteger a los migrantes venezolanos en Colombia para pasar a ser el primer frente de acción a la hora de lavarle cara a la dictadura venezolana?

El desorden ha llegado a tal nivel que el presidente Petro llegó al absurdo en Alemania de lamentar la caída del muro de Berlín, extrañando públicamente la miseria, la opresión y la brutalidad que sembró el comunismo en Europa del Este. Un capítulo vergonzoso e irracional.

¿Dónde quedó ese hábil político de la oposición que ponía a tambalear a los más poderosos y que nunca perdía el trayecto?

Petro sencillamente se perdió y ahora que está sumido en la más profunda crisis de gobierno, debido a los escándalos al interior de Casa de Nariño, y tras las revelaciones de chuzadas ilegales y de las investigaciones por posible financiación con dineros de dudosa procedencia a su campaña presidencial, no encuentra la salida en su propio laberinto.

Ojalá el presidente reaccione pronto, todavía está a tiempo de corregir el rumbo, de gobernar para todos los colombianos, de recuperar la senda de crecimiento económico y confianza inversionista, de concertar y llegar a acuerdos para sacar adelante las reformas que el país necesita, alejado del sectarismo ideológico, escuchando a la ciencia, la academia y a la oposición.

En el proceso de gobernar se van a cometer errores en el camino, pero al final es fundamental que Colombia no pierda la hoja de ruta al desarrollo y el crecimiento económico. El presidente no puede perder el faro, y el país su bitácora.