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JAIME ARRUBLA Jaime Arrubla Gustavo Petro

¿Golpe blando o dictablanda?

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A propósito, eso de jefe de Gabinete…, figura repulsiva creada por los últimos gobiernos, al parecer para satisfacer algunos egos que no encontraban dignos de su talante, ser nombrados secretarios o ministros; es un engendro inconstitucional; establece una barrera antidemocrática entre el presidente y sus ministros”

Jaime Alberto Arrubla Paucar

Presidente Revista Alternativa

Ingenuamente creíamos los colombianos que el DAS, Departamento Administrativo de Seguridad, había desaparecido, que se liquidó hace algunos gobiernos, por el desprestigio que acuñó a causa de la desviación de sus finalidades institucionales; se había vuelto el instrumento de inteligencia para espiar la oposición, periodistas y hasta magistrados, por fuera de lo legal.

Su desprestigio lo desapareció y creíamos que las cosas volvían a su cauce natural y constitucional. Resulta que lo que sucedió en realidad, fue que pasó a la clandestinidad, siguió la función de espionaje, bajo la excusa de la seguridad presidencial, en una oficina del piso 13 del edificio de la DIAN; al parecer realiza las mismas funciones por las cuales fue necesario liquidarlo; pero peor aún, sin controles.

Antes frente al director del DAS había un control político, podía ser llamado al Congreso; ahora se camufla en la Policía y no tiene responsabilidades, no se sabe quién ejerce esas distorsionadas funciones y quién responde por ellas.

Pareciera, según los últimos escándalos, que dichas actividades del piso 13 de la DIAN, están a cargo del jefe de seguridad de Palacio y éste a su vez responde ante la jefa de Gabinete de la Presidencia de la República. El peor de los escenarios como acaba de demostrarse con los hechos recientes; una persona sin experiencia, con unas competencias como las de la Gestapo o de la CIA, sin control alguno.

A propósito, eso de jefe de Gabinete…, figura repulsiva creada por los últimos gobiernos, al parecer para satisfacer algunos egos que no encontraban dignos de su talante, ser nombrados secretarios o ministros; es un engendro inconstitucional; establece una barrera antidemocrática entre el presidente y sus ministros, lo releva de su obligación constitucional de tener un contacto directo con ellos para poner una indeseable labor de intermediación, para crear una figura súper poderosa no consagrada en la Constitución, tomada de algunos países donde tiene controles y funciones muy diferentes; para la muestra un botón de hasta dónde puede llegar la arbitrariedad; las recientes chuzadas en el caso del “Sarabiagate” son una muestra clara de la inconveniencia de esta figura; aproxima el régimen, a un régimen despótico.

Lo más recomendable sería regresar y quedarnos en el director del Dapre y secretario general de la Presidencia, como había sido siempre y no generaba dificultades. Se convirtió la Presidencia de la República en un organismo lleno de burocracia, de escoltas, de labores de inteligencia y de superministros, sin control político por el Congreso de la República.

Si a todo esto le sumamos los frecuentes choques que se vienen presentando entre las ramas del poder público, presidente de la República y Altas Cortes de justicia; con el fiscal general, que a pesar de su excesivo activismo que a veces raya con lo político, tiene competencia para inspeccionar en sus investigaciones; con la Procuraduría que si bien no estamos de acuerdo con que se le hayan dado funciones jurisdiccionales, en este momento las tiene y hay que respetarlas, pues nos encontramos en un Estado de derecho; habría que concluir en este análisis institucional del momento, que no es que se esté presentando un golpe de Estado blando, como ha dicho el presidente para justificar su acudida al pueblo a defender sus políticas; estamos más bien en una “dicta blanda”, parafraseando a un no muy bien recordado dictador de la vecina República de Panamá.