El confusionismo es hoy de enseñanza obligatoria en las escuelas chinas. La iglesia ortodoxa es la aliada más importante del nacionalismo ruso.
Jaime Eduardo Arango. Analista y consultor. Twitter: @jaimearango9
La lucha contra la democracia liberal ya no se hace desde la visión iluminada de la conquista de un paraíso prometido en el mañana, sino desde el retorno a un paraíso perdido en el pasado.
Según este relato, existió en algún momento una comunidad mítica, virtuosa, igualitaria, armónica con la naturaleza y sabia, pero el comercio, el individualismo, la avaricia y la envidia, la destruyeron.
No existe prueba alguna que semejante cosa haya existido nunca, pero este paraíso perdido está en el imaginario de la revuelta contra occidente, desde Isis hasta Maga y constituye la amenaza más grave para las sociedades abiertas en la actualidad.
Las revoluciones que prometieron el futuro podían defender su buena fe, su objetivo moral. Sabemos de líderes que creyeron realmente que la dictadura y el terror eran herramientas necesarias para llegar a la tierra prometida, Robespierre, o Trotsky fueron a su manera criminales y verdaderos creyentes, pero quienes venden ahora el retorno a la pureza del pasado saben, porque tienen todos los datos y hechos, que su historieta es falsa, mienten a conciencia, manipulan la justificación del pasado para destruir el presente y saben bien que más allá de esa destrucción no hay nada.
Werner Sombart en su libro Mercaderes y Héroes, una obra crucial para comprender los orígenes ideológicos de la segunda guerra mundial, expone que la lucha por la supervivencia ya no es entre naciones, sino entre culturas y visiones del mundo, entre los “mercaderes” y “tenderos” ingleses y franceses y los héroes puros de Alemania. Ahora, cuando se reivindican “territorios ancestrales”, “pueblos originarios”, “saberes tradicionales” y se ataca la intangibilidad del concepto de nación que surgió del tratado de Westfalia y que nuevos héroes racialmente puros traídos del pasado patrullan las calles del siglo XXI, la violenta división que propone Sombart vuelve como una amenaza.
Las sociedades abiertas enfrentan un movimiento reaccionario que avanza con un nuevo relato, un movimiento más cínico y violento, de aspiración totalitaria, basado en el pensamiento mágico y cuya bandera moral es el apocalipsis.
Nos dicen que hay que volver al pasado como única forma de evitar la destrucción de todo en el futuro. Esta visión, para Rusia es recuperar el imperio de Catalina la Grande, pero para un pequeño país del tercer mundo, es simplemente volver a la tribu.
Quienes agitan la política de avanzar hacia el pasado no pueden ser moralmente una opción de poder.