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JAIME E ARANGO Jaime E. Arango venezuela

Bandas, pandillas y milicias

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El Estado es la pandilla más grande barrio. Pero puede dejar de confiar en sus propios recursos y tratar de imponerse mediante la asociación con pandillas más pequeñas, más informales, si se quiere, más versátiles.

Jaime Eduardo Arango. Analista y consultor. Twitter: @jaimearango9

Por eso toda forma de autoritarismo es pandilleril. A veces son Camisas Pardas, a veces Rojas, o Negras, da igual, pueden ser Colectivos, o Primeras Líneas, o Kale Borroka.

A veces se extienden y desplazan a la pandilla más grande, como pasaba en El Salvador, o aprenden consignas alemanas, o francesas y se dedican al crimen a gran escala, eso es cuando las Maras se ponen boina.

Son útiles. Se pueden desplegar para tratar de intimidar medios de comunicación independientes mediante ataques físicos directos, para acosar opositores políticos, para presionar empresas, para crear el relato del apoyo popular. En los debates electorales se usan para enviar el mensaje de lo que le puede pasar a quienes no apoyan a su movimiento.

Usan para ello etiquetas dramáticas como “estallido social”, pero en realidad son extorsión, el “gota a gota” político. En fin, son un recurso muy eficaz, el miedo funciona, por eso las autoridades españolas denominaron este tipo de actividad como terrorismo de baja intensidad.

Cuando una banda, o una pandilla adquiere un grado superior de organización se convierte en una milicia. Su función estratégica es el control de la población, para lograr este objetivo debe cumplir dos condiciones: patrullar el territorio y cobrar impuestos.

El que cobra, manda. De ahí que la extorsión cumpla un papel esencial en el control social. El Estado puede considerar estas pandillas como opositores y un desafío a su autoridad, o como aliados funcionales contra el sistema, que es lo que está sucediendo en Colombia.

Un grupo extremista que captura al Estado y que ve a la democracia liberal como el establecimiento a derrotar. En la lógica del enemigo de clase, este grupo valora las bandas y pandillas como aliados contra el enemigo de clase, incluso en un extremo patético de puerilidad intelectual los han llegado a definir como: “la subjetividad política, emergente y valiente”.

En Cuba se llaman Comités de Defensa de la Revolución, en Venezuela, Colectivos Bolivarianos, en Colombia, Primera Línea. Si es fuera de las ciudades, Guardia Campesina, o indígena, o Cimarrona.

Son lo mismo, herramientas violentas de control social. Los expertos en estos temas ya hablan de un proyecto en desarrollo de MILICIANIZACIÓN del país, paralelo al desarrollo de la “Paz Total”, en el cual las organizaciones criminales asociarían sus pandillas y bandas a los objetivos de control social del gobierno.

Estas milicias reemplazaran las funciones de ejército y policía. Serán la punta de lanza para la “expropiación express” (ya verás lo que te pasa si no vendes) y la herramienta para garantizar resultados electorales. Son, en suma, el reemplazo de la sociedad civil, su desaparición. Hay quienes están convencidos que la acción violenta de estos grupos fue determinante en su llegada al poder y por lo tanto serán determinantes en el mantenimiento del poder. Se equivocan, pero su convicción tendrá un costo social incalculable.