El 8F del 2024, milicias organizadas, al parecer siguiendo un llamado ambiguo desde la Presidencia de la República, pusieron sitio, e intentaron asaltar, de nuevo, el Palacio de Justicia. Esta operación se llevó a cabo bajo la bandera falsa de exigir la elección de fiscal general, pero en realidad su objetivo era el de realizar una demostración de fuerza, con alcance social amplio, para generar un ambiente de intimidación, no solo de los otros poderes del estado, sino de la sociedad en su conjunto.
Estas milicias ya habían jugado un papel exitoso en operaciones de terrorismo urbano de baja intensidad entre 2019 y 2021, socavando la legitimidad del gobierno de Iván Duque y creando en el ambiente ambigüedad moral, temor y culpabilidad que llevó a la elección de Gustavo Petro. ¿Pero qué tan exitosa fue la operación del 8F? Creo que gran parte de los objetivos se lograron.
La Corte Suprema de Justicia, quedó aislada de la sociedad civil, ni los gremios, ni los partidos, excepto una comunicación más bien personal de Cesar Gaviria, expresaron un rechazo claro, al evadir en sus tristes comunicados, la responsabilidad presidencial frente a lo hechos, es decir que ninguna de estas organizaciones sabía quién había provocado la movilización y la violencia ulterior, con cual reforzaron el relato de Gustavo Petro sobre una infiltración de la ultra derecha en un plantón pacifico de maestros.
Quedó claro que estos estamentos acusaron la amenaza y están bajo coacción e intimidación. Con esto la sociedad queda sin representación frente la violencia paro estatal promovida por la gente del Pacto.
El miedo funciona. En el Mayo Negro del 2021, Petro implantó en la sociedad el mensaje de “miren lo que les va a pasar si no me eligen” y lo eligieron, luego es lógico que siga pensando que esa estrategia es exitosa.
Ahora dice, “miren lo que va a pasar si se me oponen” y efectivamente, nadie se opone, nadie en el escenario que es el pertinente, o sea en la política y la política no es delegable a las Cortes ni al poder judicial, Petro quiere convertir a los magistrados en opositores para dar un trasfondo de credibilidad a su relato del “golpe blando” mediante un alegato constante de lawfare.
No es casual que precisamente en medio de los acontecimientos del 8F, la OEA publicara el comunicado, por cierto, sorprendente, que avala la narrativa petrista de la “ruptura institucional”, con el cual justificó el asedio a la Corte e hizo posible que el gobierno contará con un relato creíble sobre el desarrollo de una conspiración. El miedo funciona y por eso el objetivo secundario de la operación fueron los medios de comunicación, específicamente los que se identifican como críticos del gobierno. En adelante ya saben que son un blanco y el gobierno cuenta con que esto debilitará su capacidad de informar libremente.
Luego Petro va ganando. Aisló a la Corte, intimidó a los gremios y partidos políticos, y logró contar con una narrativa que lo excluye de responsabilidad frente a la violencia, avalado por un organismo internacional creíble; dejó en claro que la fuerza pública no intervendrá para proteger ningún objetivo operacional de sus milicias; no hay detenidos, ni se han identificado públicamente a los autores materiales del asedio y la policía solo intervino varias horas después del inicio del sitio al palacio. Pero, sobre todo, reforzó su narrativa polarizante de un golpe orquestado por las mafias y los corruptos, o sea el 80% de la sociedad que no avala su proyecto extremista. Para el ciudadano común la pregunta es fácil, si esto les pasa a magistrados de las más altas cortes, ¿qué no puede pasar a mí?
El sitio del 8F al Palacio de Justicia, es tan solo el inicio de acciones violentas contra instituciones y personas. La narrativa, validada por la OEA, de una conspiración para terminar el gobierno de Petro ilegalmente, va a ser utilizada para legitimar todo tipo de acciones de fuerza contra las expresiones de oposición, sobre la base de que el pueblo está defendiendo al gobierno que eligió y sus contradictores son mafiosos y corruptos. Este escenario dominará la política en adelante. Si la sociedad, gremios y partidos siguen paralizados por el miedo, no habrá forma de detener la llegada de la tiranía.