El eventual colapso de las democracias liberales no es producto de la radicalización y el extremismo en el poder ejecutivo sino de la corrupción del legislativo.
Jaime Eduardo Arango. Analista y consultor. Twitter: @jaimearango9
Willy Brandt solía decir que la política debe ser una herramienta para lograr objetivos morales, porque si no es así entonces se termina dirigiendo una organización criminal.
La colectivización aumenta el poder de los políticos en detrimento de los individuos, a la casta política no le gusta el liberalismo porque su supervivencia depende de la cantidad de recursos que puedan transferir de la sociedad a sus partidos y movimientos, es decir, de más Estado.
En Latinoamérica el ejercicio de la política tiene por lo general dos fines: obtener reconocimiento social y enriquecerse rápidamente. Los políticos son en realidad emprendedores que compiten deslealmente como intermediarios del mercado y llegan incluso a conformar una economía ilegal.
Para estas castas es estratégico que el Estado, o sea ellos, capture la mayor cantidad de activos de la sociedad. El caso de Venezuela, donde la casta política de chavismo absorbió la casi totalidad de la economía y convirtió rápidamente a sus miembros en un grupo absurdamente rico, ha sido un incentivo para que estos grupos apoyen la llegada al poder de propuestas colectivistas y se presenten como campeones de la estatización en nombre de la justicia social y la lucha contra la desigualdad.
Las elites ilustradas que formaron las democracias liberales ya no tienen poder. El poder lo manejan los empresarios electorales que controlan los votos, este control es cada día más costoso y ejerce una enorme presión sobre los recursos que el estado distribuye, por eso la casta política necesita que el Estado gaste más.
Pero como es sabido, el Estado solo cuenta con el dinero de los contribuyentes, con la plata de la gente, de manera que entre más gasten los políticos menos pueden gastar las personas. Así desaparecen las clases medias, en favor de una casta que jamás ha trabajado, ni producido, ni creado nada.
La crisis de legitimidad de las democracias fue creada en gran parte por la corrupción del legislativo, y a su vez está servido para que los congresos tengan más poder como grupo de interés funcional a los extremismos impulsados por dicha crisis. La casta política apoyará incondicionalmente los procesos de estatización, las limitaciones a la propiedad privada y los mercados porque entendió que esto le abre un horizonte inimaginable para la obtención de riqueza y continuidad en el poder.
La casta política se perfila como la nueva clase dominante bajo el socialismo. Por eso no resulta nada extraño que los representantes más notables de este grupo se hayan convertido en los mayores promotores del proyecto colectivista en Colombia.
Una oscura vanguardia revolucionaria que primero les quitó los votos a las elites, el dinero a las clases medias y luego la libertad a todos.