El totalitarismo renovado se denomina, en términos de los estrategas políticos de Putin,Democracia Controlada, que es el resultado de sustituir la tradicional lucha político-militar, por un escenario de conflicto que se puede denominar como político-criminal, en el cual una organización militante se asocia con las economías criminales dominantes en una determinada sociedad para controlar el poder político y luego el económico y finalmente cambiar la sociedad abierta, por alguna forma arbitraria de dominación, por eso también a este proceso lo llaman “cambio”.
Pero ese cambio implica también la construcción de un relato legitimador y ese relato es la ilegalización del hombre común.
Para ocupar la sociedad civil con la retaguardia social del crimen, convertida en vanguardia política, es necesario que la mayoría social acepte dicha ocupación, esto debido a que los sectores criminales, o cooptados por estos, son muy minoritarios, no representan los intereses de la ciudadanía y carecen de legitimidad.
Frente a este desafío los socios políticos del crimen organizado vienen desarrollando una reconfiguración moral que presenta al delito como “resistencia”, es decir que las acciones criminales son defensivas y que por lo tanto el hombre común, víctima, es en realidad un agresor, activo, o en potencia, la comunidad formada por millones de estos agresores es una comunidad ilegal.
La retórica cambia de acuerdo con el país donde se desarrolle, pero en Colombia este lenguaje define los “opositores al cambio”, como narcos, paracos, esclavistas, violadores, asesinos, blanquitos ricos corruptos. En la Venezuela chavista eran los escuálidos. Todo un libelo de sangre.
Si usted es una persona de mediana edad, de clase media y no pertenece a ninguna “minoría oprimida”, entonces usted es, primero que todo, un delincuente ambiental.Usted y su viejo automóvil, o su modesta moto, o sus continuos desplazamientos en algún transporte público, están destruyendo el mundo, pero además resulta que usted es un mestizo latino genérico y por lo tanto un delincuente racial, un “racista estructural” que odia a los negros y a los indígenas, además trabaja, ya sea que tenga su propio mini negocio, o es informal, o es empleado de salario promedio, usted es un delincuente económico, cómplice del sistema explotador y creador de miseria, usted no se merece el mercado que compra, usted lo robó y como, por si fuera poco, es votante de partidos de centro, o abstencionista, usted ha impulsado y sostenido un sistema criminal, mafioso y brutal, por lo tanto usted se merece la violencia que padece y es por esa razón que la fuerza pública ya no está para defenderlo, sino para perseguirlo y vigilarlo.
Usted es el criminal.
Para convertir lo ilegal en legal, es preciso que lo legal se convierta en ilegal. No existe asimilación, o un supuesto mundo donde la legalidad absorbe al final lo ilegal y lo transforma, eso es una equivocación de la esperanza, un enfoque para principiantes. Estamos en medio de un conflicto provocado para que lo ilegal prevalezca, como en Rusia, o como en Venezuela. Y esto implica que desde el poder se ilegalice la totalidad del sistema, empezando por su fuente de legitimidad, las elecciones. Esta retórica está llevando al límite al sistema democrático, porque la democracia, además de ser una rareza histórica, es un sistema intrínsecamente moral, en el cual los ciudadanos y el gobierno se atiene a un sistema de referencias que conocemos como estado de derecho y lo que los nuevos totalitarios están logrando es consolidar el mensaje de que estas normas son lo ilegal.
La ilegalización del hombre común es la base de la estrategia para el establecimiento de una gobernanza criminal, que es el proyecto que Gustavo Petro está llevando a cabo con éxito desde antes de su llegada al poder. Sin darnos cuenta hemos pasado de la democracia, a la miedocracia.
La sociedad civil está intimidada, se siente culpable, acorralada, e ilegal. La forma colectiva más importante en una sociedad abierta es la empresa privada y Petro logró en un corto tiempo marginarla de la discusión en defensa de la democracia, mediante la intimidación. Busca este mismo resultado con el poder judicial y los movimientos cívicos de oposición, por eso, porque si los ciudadanos comunes son criminales, entonces sus votos son fraudulentos, ahora va por el sistema electoral.
Su relato es simple y eficaz, pero el problema no es que nuestro opositor tenga una narrativa, el problema es que nosotros no tengamos una.