“Los actos son nuestros símbolos”, decía Borges, esto es válido también en política. El poder va decantando las imágenes que lo definen. A veces confusas, en una zona gris de irrelevancia, a veces históricas y definitivas, casi siempre por fuera del control de los líderes, porque el poder es incertidumbre, pero Petro ignora la sentencia de Cormac McCarthy “Lo que une a los hombres no es compartir el pan sino los enemigos”.
No es buena idea declararse enemigo, pero así lo hizo Petro frente a la Vaca, ¿pero, por qué? Porque la Vaca es todo lo que Petro no es. Una acción afirmativa, voluntaria, colectiva, identitaria y libre. Lo que los ciudadanos deciden sin el Estado, o sea, sin el jefe de Estado. La Vaca es la negación absoluta del colectivismo dirigista. Es el símbolo de una ciudadanía libre que desafía el control estatal y el paternalismo, y por eso Petro intuye que en la Vaca existe una verdadera oposición política, por eso trasciende a Antioquia y sus consecuencias están lejos de verse.
Estoy casi seguro de que muy pocos de los aportantes a la Vaca por Antioquia saben qué es en concreto una 4G, o de qué trata el tal Túnel del Toyo, lo importante es que Petro dijo que no lo haría y no se lo vamos a permitir. Le están diciendo, “tu no mandas”. La Vaca por Antioquia estableció el límite del poder presidencial, denunció su arbitrariedad y muestra cómo puede la ciudadanía oponerse. Es una estrategia genial.
La Vaca es la oposición, la libertad, la gente. ¿Pero qué es el petrismo? El petrismo son los carrotanques. Nada ilustra mejor la naturaleza del proyecto de la gente del Pacto Histórico que el caso de los carrotanques de La Guajira. Son su símbolo, su estampa, su destino. De las muchas formas racionales de abordar el suministro de agua en entornos desérticos, el petrismo escogió la más improbable, en primer lugar, porque esa fue la instrucción del jefe iluminado, pero los operadores locales entendieron claramente que esa instrucción absurda era la forma de quedarse para sí con la plata, cosa que hicieron, pero lo realmente importante es que el proyecto de la distribución de agua en carrotanques era inaplicable.
Los detalles son conocidos y la flota fantástica sigue inmóvil, pudriéndose bajo el sol implacable de Uribia. Los carrotanques que no llevan agua a ninguna parte y no pueden ir, porque son la fantasía de un planificador demente, constituyen el símbolo por excelencia del petrismo, de su mundo irreal, de su “fatal arrogancia”, de su ignorancia y su desconexión con la realidad de la gente.
El autor de ese teatro de lo absurdo, de esa bellaquería con los niños sedientos de La Guajira, se atreve a llamar “bellaquería” a la acción de quienes, de forma voluntaria, solidaría y constructiva, aportan para el desarrollo de su región, tan solo porque está sucediendo sin él, porque su lema oculto es “odio todo lo que no se me parezca”. Pero esto es una apreciación subjetiva, irrelevante en el contexto de medir el alcance político de la Vaca. Así como para los creyentes resulta imposible entender que alguien sea un no creyente, para Petro es imposible entender la Vaca, por eso la ha impulsado al intentar criminalizarla y la ha legitimado al mostrar su absoluto rechazo. Al día de hoy, el mayor recaudador para las vías de Antioquia ha sido Petro, un hombre confundido frente a un mundo de valores que no entiende.
Habrá otras Vacas, sin duda, pero en esta quedó clara ya la insignificancia del líder iluminado frente a los ciudadanos comprometidos con la libertad. Mañana, porque habrá un mañana, será claro por qué las Vacas son mejor que los carrotanques.