Se suele juzgar y a veces condenar, a los perpetradores de estos crímenes, pero casi siempre escapan quienes inventaron la justificación, que son de hecho los verdaderos criminales
Jaime Eduardo Arango. Analista y consultor. Twitter: @jaimearango9
El problema no es el crimen, que existe desde siempre, el problema es la justificación del crimen. Las justificaciones modernas más comunes son por clase, raza, nación, o religión, aunque en el fondo todas son religiosas, pero es muy probable que veamos empresas criminales por género, o clima, es cuestión de tiempo. Estos crímenes requieren la creencia en dos convicciones fundantes, compartir un pasado ilusorio y compartir la fe en un futuro ilusorio, quienes viven en la dureza del presente no suelen matar a nadie, no tienen tiempo, ni motivo. Se suele juzgar y a veces condenar, a los perpetradores de estos crímenes, pero casi siempre escapan quienes inventaron la justificación, que son de hecho los verdaderos criminales.
Instalar en una sociedad la justificación del crimen es el antecedente sine qua non para la destrucción de la sociedad abierta. El totalitarismo requiere culpables porque no es posible retribalizar la inocencia, los individuos libres no son cómplices. De ahí el esfuerzo de los enemigos de las sociedades libres por criminalizar a la sociedad, es necesario que las víctimas sean objetivos legítimos, ya sea desde lo básico, “es una imprudencia”, o porque son “esclavistas”, da igual, no pueden ser víctimas, es legitimo usar la violencia contra ellos. La mala conciencia del socialismo que se formó en las masacres de la revolución francesa y se consolidó en los juicios de Moscú y en Auschwitz, no ha sido derrotada.
Una sociedad abierta, aun cuando sea en un momento dado, capturada por los bonzos de la igualdad, tiene la ventaja de ser precisamente una sociedad abierta. No es mágica, ni tribal, ni colectivista, los individuos toman sus propias decisiones. Karl Popper en ‘La sociedad abierta y sus Enemigos’ argumenta que: “Para una nación la libertad es más importante que la riqueza, y, en la vida política, esta es una condición indispensable para vivir al menos humanamente.” Esto significa que puede resistir, siempre y cuando no acepte el relato de su culpabilidad supuesta. En este sentido la democracia es un alegato permanente de inocencia.
En cualquier parte del mundo ahora, los ejércitos combaten en formación serrada, como lo hacían los antiguos griegos, que eran ejércitos de ciudadanos y hombres libres, hoy, a su manera, cada soldado es un soldado en la tarde de Platea. ¿Por qué? Porque es letal, eficiente y determinante. Un pueblo libre es más eficaz que un pueblo bajo la tiranía, como lo estamos viendo en Ucrania. Como en Colombia vemos a una sociedad que mayoritariamente no acepta que se le culpe y se le emplace ante el tribunal de los intelectuales y extremistas por culpas inventadas. Los sacerdotes de esa fe torcida de la fatalidad histórica ya debe entender que fracasaron.