¿Qué es un Fiscal? Es fundamentalmente alguien que acusa. Kafka, Camus, y Musil, nos explicaron que la acusación comporta la culpa, que el proceso es la condena y que la condena sin juicio es soportable.
Luego, lo importante es el proceso y el proceso puede transformarse en campaña política, en un relato de poder que consiste en juzgar a toda la sociedad, en una ordalía que reemplaza al lenguaje político y con dicho relato controlar el estado, en este caso el presidente solo puede gobernar con los “puros” que son los suyos, sus seguidores, para lo demás es un fiscal autonombrado. Fue de esta manera que Gustavo Petro llegó al poder y es así como gobierna, administrando un linchamiento moral permanente contra sus gobernados.
Todas sus expresiones públicas comportan acusaciones de la mayor gravedad. “asesinos de niños”, “esclavistas”, “narcotraficantes”, “genocidas” “Nazis”. Acusa a todos de todo, incluyendo al Fiscal, no gobierna, predica y por sobre el estado de derecho está creando una dictadura moral en la cual el acusador en realidad aspira a ser verdugo.
El papel de la autoridad en la creación del orden moral es tema extraordinariamente complejo, pero hay quienes están absolutamente convencidos que encarnan ese orden, permitirles a estas personas el acceso al poder real es poner a la sociedad al borde de la guerra.
Convertir el ejercicio de la política en un alegato de acusación y declarar la culpabilidad general es una tarea que implica serios riesgos y el primero es pasar de acusador a acusado en el momento en que la sociedad no soporta más la ordalía desde el gobierno. Jonathan Haidt, en su extraordinario libro, La Mente de los Justos, expone que “El primer principio de la sicología moral es: las intuiciones vienen primero y el razonamiento estratégico después”, de ahí el galimatías con que Petro intenta sostener sus acusaciones.
Su razonamiento es confuso, a veces delirante y carece de propósito, su estrategia es solo la culpa y por eso está empeñado en demostrar la “pureza moral de los oprimidos”, o los que él considera como tales, ya sean bandas criminales, terroristas, delincuentes comunes, o identidades mágicas, necesita víctimas.
Esta estrategia de la culpa ha destruido la política, en primer lugar, porque justifica la violencia y luego porque impone el silencio público, transforma la naturaleza del diálogo social libre en un ambiente de sospecha, rumores y acusaciones permanentes.
Ese entorno le conviene a Petro, es su mundo, porque puede avasallar moralmente a sus opositores, o por lo menos intentarlo, esto es particularmente grave en una sociedad que instauró un tribunal para juzgar a las víctimas, una verdadera ordalía, que llamamos pretenciosamente Justicia Especial para la Paz, que obra como un tribunal medieval que puede transformar mágicamente a un civil en militar, con tal de culpar a través de este símbolo a todos los militares.
La acusación de ser, lejos de las normas del derecho positivo donde se juzga es por hacer. No es extraño que Petro apoye fanáticamente es tipo de prácticas.
Unas élites irresponsables declararon la impunidad del terrorismo y pasados los años su consecuencia fue que una plebe ignorante viniera declarar la culpabilidad de la sociedad. Salir de este dilema moral y recuperar los principios racionales propios de una sociedad abierta, es tarea de la sociedad, no de la política, no del liderazgo. Las grandes bandadas de aves que vuelan en largas migraciones formando fantásticas figuras perfectas, lo hacen sin un líder, cada uno sabe lo que tiene que hacer.