En la zona del Bajo Cauca antioqueño viven doscientas sesenta mil personas la mayoría en cabeceras municipales, no se trata de población rural dispersa, ni de ampliación de la frontera agrícola, se trata de municipios históricos,
Jaime Eduardo Arango. Analista y consultor. Twitter: @jaimearango9
Caucasia por ejemplo fue fundado en 1.886, Zaragoza según registros conocidos, en 1.581. La razón de tan tempranos asentamientos fue la riqueza aurífera de la región. Hoy la explotación de esa riqueza es regulada por organizaciones armadas quienes definen desde los turnos a trabajo de los pequeños mineros, hasta el tráfico por la Troncal del Norte. Ahora han decidido poner sitio a la región.
Son 320 hombres armados, apoyados por un poco más de 600 milicianos, a estos últimos se les ha puesto la esotérica denominación de Componente Criminal Focalizado, se hacen llamar Autodefensas Gaitanistas de Colombia y esta precaria fuerza, menos de mil hombres, controla los 8.485 Km2 que conforman el Bajo Cauca. Los controla realmente. Pueden confinar a los doscientos sesenta mil habitantes, detener el aparato logístico, la vida social y el comercio, es decir que definen si entra no comida a la región, medicamentos, o materiales de construcción, definen los horarios de transporte público, apertura de locales comerciales, o bien imponen toques de queda. Pueden, y lo hacen, dejar sin servicios públicos a los habitantes.
Por ignorancia, o mala fe, o ambas, el gobierno dice que enfrenta un “paro minero”, cuando en realidad enfrenta un sitio en toda regla.
La fuerza pública, superior en número y recursos, no puede romper el sitio, no puede liberar a estos miles de personas, no puede operar, entiende la naturaleza de este dominio territorial pero no cuenta con la estrategia, ni el liderazgo político, ni las órdenes.
Más de un cuarto de millón de colombianos están allí, atrapados bajo la tiranía del crimen y ahora son sujetos de negociación, las AGC envían el siguiente mensaje al gobierno: «O nos dan el acuerdo que queremos, o los echamos para siempre del territorio«. En las esquinas del El Bagre, o Cáceres, los difusos hombres las AGC vigilan recostados en sus motos, sin armas visibles, iguales a cualquier habitante, conocidos de todos, hijos de vecinos. Saben que ganarán la negociación.
Las FARC lograron secuestrar un grupo de policías y expulsar del territorio a una petrolera con el apoyo de un gobierno intimidado que llegó incluso a acusar a Emerald Energy de depredador de la Amazonía, lo hicieron mediante una operación copamiento, simple y eficaz.
Las AGC tienen claro que su estrategia de confinamiento y desgaste, que es político-militar, es superior a un gobierno que no tiene estrategia, prisionero de sus mitos, incapaz de cumplir con sus pactos de antes y de ahora.