“El poder constituyente configurado de manera física es el partido insurreccional”. Así lo define Antoni Negri en su planteamiento teológico para denominar una fuerza indeterminada que es preexistente al orden jurídico y al contrato social. Nadie sabe qué es, ni cómo se compone, ni quien lo define, pero sí es un Partido, o toma forma en él, entonces ese poder no es otra cosa que lo que determine la jefatura del Partido.
Para resumir, en nuestro caso, el poder constituyente es Gustavo Petro, y si hay un supuesto “proceso constituyente” en desarrollo entonces Petro está sustituyendo al Congreso. ¿Quiénes componen ese tal “partido insurreccional”?, al parecer los miembros del Pacto Histórico, algunos sindicatos, algunas Mingas, algunas organizaciones criminales, pandillas callejeras, gente del gota a gota, progres de clase alta, y así; son unos miles, no millones. Más o menos la conformación de fuerzas que impusieron el terror en el Mayo Negro del 2021. Eso y no más es el tal “poder constituyente”.
Cuando de manera muy acertada, Germán Vargas, confrontó a Petro en términos de aceptar ya, una elección para la asamblea constituyente que él mismo propuso en Cali, puso al descubierto la bravuconada del presidente y lo obligó a poner sobre la mesa su estrategia real, que se trataba de un “proceso constituyente”, que implicaba lo que ya hemos descrito. Una acción directa, minoritaria, partidaria y violenta. Eso fue acertado, pero no suficiente. Y no fue suficiente porque no propuso nada para oponerse al “poder constituyente”.
Frente a esa entidad existe la ciudadanía, la estructura orgánica del poder ciudadano que se expresa a través de las relaciones comerciales. Antes que los partidos, o los movimientos, la forma primaria de organización social fueron las asociaciones gremiales derivadas del comercio, la producción industrial y el trabajo agrario. Un almacén, una fábrica, un cultivo generan relaciones humanas de comunidad, de valores, e intereses tan solo superados por el vínculo familiar, tanto si esas asociaciones son formales, o informales. Es por eso que es a los gremios económicos a quienes incumbeen primer lugar preservar la integridad de las instituciones democráticas frente al poder catastrófico del “poder constituyente”. Es una confrontación entre la ciudadanía que defiende su modo vida basado en libertad económica y grupos liderados por el ejecutivo convertidos en milicias, lo que no puede hacer la ciudanía es a su vez degradarse en organizaciones milicianas, como sucedió en el inicio de la guerra civil española, y que es lo que quiere Petro.
Uno de los problemas más graves en el escenario de la crisis de las sociedades abiertas es el colapso del poder legislativo, sobre todo en su función de control político. En Colombia, el Congreso es un apéndice del Ejecutivo y solo se posiciona contra este si lo impulsan desde movimientos ciudadanos, por lo tanto, una narrativa ciudadana de oposición es fundamental para que el Congreso funcione como controlador político. La narrativa política bajo las actuales circunstancias no va de arriba abajo, sino desde la ciudadanía a los políticos y esto es válido tanto para la estrategia totalitaria del “poder constituyente”, como para la resistencia de la ciudadanía.
Mientras tanto el proyecto de Petro avanza. Así como a la democracia primero la traicionaron los políticos y luego los curas y luego los profes, lo harán ahora los muy ricos, solo queda el poder ciudadano de los pequeños negocios y las pequeñas empresas y los emprendedores y los trabajadores, es decir, la mayoría. Pero en este punto es importante tener en cuenta la célebre recomendación de Madame du Deffand, “hay que abrirle los ojos a la gente, no sacárselos”.