El término, gobernanza, es inapropiado y como mínimo pretenciosoy nadie sabe qué significa realmente, pero unido al adjetivo, criminal, resulta una metáfora eficaz, una figura literaria que evoca fácilmente lo que quiere significar, una asociación entre elementos criminales y actores gubernamentales con el propósito de capturar el estado.
Hasta hace no muchos años se daba por sentado que el Estado combatía la criminalidad y la derrotaba, o bien la criminalidad, podía en un momento dado, derrotar al estado y formar uno nuevo; pero a partir de crecimiento desmesurado de las economías ilegales, particularmente en Hispanoamérica, estas iniciaron un proceso de ocupación de las determinaciones del ejecutivo, exigieron un lugar en el poder real.
No se trataba ya simplemente de procesos de corrupción y complicidad con actores gubernamentales, sino de ocupar un lugar en el estado.
Varios factores llevaron a los jefes criminales a la conclusión de que esto era posible. El primero, la debilidad para combatirlos, el segundo, una mitología cada vez más aceptada en torno a la justificación de la violencia, que presentó socialmente al crimen en general como la respuesta una supuesta opresión, y el tercero, la incapacidad de los estados para controlar la totalidad de su territorio. A la vez surgieron fuerzas que reinterpretaron la lucha de clases a partir del concepto del crimen como vanguardia política y las pandillas pasaron a ser los nuevos proletarios.
¿Pero puede un grupo político llevar a cabo una alianza eficaz con el crimen organizado para ocupar el espacio de la sociedad civil legítima? Sí. El chavismo lo logró en Venezuela. El gobierno Bolivariano es una alianza compleja de actores políticos y criminales, a veces indistinguible, pero sumamente organizada, a pesar de realizar periódicas retaliaciones internas, han sido capaces de sostener una constelación de bandas e intereses, incluso con organizaciones terroristas extranjeras.
La Nueva Marquetalia y el ELN han pasado a ser ejércitos vicarios del gobierno de Venezuela en territorio colombiano. En 2015 las autoridades venezolanas lanzaron un programa llamado Zonas de Paz, que consistía en permitir que actores criminales, pandillas principalmente, controlaran territorios específicos sin intervención gubernamental a cambio de una disminución de los homicidios, en coordinación con el gobierno; es decir, que se les entregó a criminales el control de sectores muy amplios de población.
Este modelo es el que se tomó como referencia para la llamada “Paz Total”, pero desde la campaña electoral Petro buscó establecer alianzas con los grupos criminales, porque su proyecto político siempre ha sido un proyecto de gobernanza criminal. Una estrategia basada en el modelo de los Colectivos. Milicias que ocupen el espacio de la sociedad civil para avasallarla y negarle su escenario político natural. Los denominados Colectivos fueron una herramienta estratégica en la consolidación de la tiranía chavista y estos grupos solo pueden salir del crimen, porque estas personas no cuentan con el suficiente liderazgo como para crear milicias políticas comprometidas, son “populistas sin pueblo.”
Este proyecto estratégico ve en el crimen la base social de la carece. El Mayo Negro del 2021 fue el punto de referencia para considerar que su visión podía tener éxito. Por eso la connivencia con el crecimiento de los cultivos de coca y con los modelos de captura del estado por parte del crimen, como se supo en Tuluá, pero que es igual en Jamundí, o en Arauca. El objetivo es que la violencia arrincone a la sociedadpara obligarla a llegar a un nuevo pacto social controlado por los políticos y las bandas criminales.
Para ello es necesario paralizar la economía, lo que ya está sucediendo, y capturar los servicios sociales esenciales, como la salud. Estamos frente a una agresión a toda escala contra la sociedad. Lo que se interpreta como fracasos del gobierno son en realidad sus éxitos, es lo que buscan. Pasar de un crecimiento en 2021 del 10.6%, al 0.6% en 2023, para la gente del Pacto es un éxito, porque es lo que realmente quieren.
Estamos frente a un desafío sin precedentes, frente a un modelo de poder político nuevo muy complejo basado en la política de identidad del enemigo común, para sustituir a la sociedad abierta por un régimen tiránico apoyado en élites criminales. Ese es el proyecto; de nosotros depende si lo pueden lograr.