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JAIME E ARANGO Jaime E. Arango pacto histórico

Una extraña fuerza

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Lo que Jonathan Haidt llamó “política de identidad del enemigo común”, que es el fundamento de la enseñanza de humanidades en los centros universitarios más importantes del mundo, ha pasado de la academia a la política real.

Esta visión simplista que divide al mundo entre oprimidos y opresores, tan solo esas dos categorías, ha debilitado la estructura de las sociedades abiertas en la medida misma en que ha sido adoptada como una forma hegemónica de interpretación de la historia y de las relaciones entre individuos y se ha convertido en políticas públicas.

En nuestro entorno este concepto se ha traducido en términos del presidente como “una fuerza que intenta desviar y evitar el cambio”.

Los resultados de la última encuesta Gallup dicen que un 66% de los colombianos desaprueba la gestión de Gustavo Petro, ¿debemos entender que esa “fuerza”, es ese grupo de ciudadanos?, es decir, que en la práctica 7 de cada 10 miembros de nuestra comunidad nacional conspiran contra el “cambio”, o eso dice Petro.

¿Puede una persona medianamente cultivada creer en algo así?¿O se trata de una mera consigna polarizante? Con el correr de los años se descubren, con asombro, las cosas en las que personas inteligentes pueden llegar a creer, y los más probable es que un sujeto que suscribe desde leyendas antisemitas, hasta la visión apocalíptica del clima, realmente crea que una extraña fuerza se opone a su proyecto de tribalización, que él llama “el cambio”.

Sería de suponer que el llamado a la lucha contra una fuerza maligna de semejante magnitud y con semejantes intenciones, aglutinara la voluntad de los buenos, que la pureza moral de los oprimidos se convirtiera en una ola poderosa para defender el mañana iluminado que esa fuerza les está robando; pero no, solo silencio y esto se debe a que el presidente se ha vuelto intrascendente, como me lo dijo recientemente uno de los más importantes corresponsales de la prensa internacional en nuestro país, irrelevante, trivial, fútil, insignificante.

Después de dos mil trinos sólo logró que lo ignoraran, no fue importante ni en el odio, lo que en política es un fracaso sin paliativos. No fue suya la soledad del poder, sino la conmiseración de la insignificancia.

El 'pacto de lobos', que para fines de mercadeo llaman Histórico, ya está buscando fórmulas presentables para huir del intrascendente, si existe alguna fuerza que quiere destruir su proyecto, es la suya propia, ya sea por ineptitud, o por cálculo, o las dos cosas.

Recrear la mentira como verdad política requiere de un poder que Petro no tiene, por lo tanto, sus mentiras, parecen mentiras, nadie le cree y por eso una sociedad atomizada, asustada, sin liderazgo, ni objetivos, sin grandes organizaciones privadas, o gremiales que la representen, simplemente le ha dicho no a Petro, porque su farsa es demasiado evidente, su relato político es de una teatralidad barata, no engaña a nadie.

Llegó al poder en una oleada de miedo, pero falló al gobernar por el engaño. Vendrán el juicio y la culpa, para todos. No nos perdonarán haber permitido este desastre.