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JAIME E ARANGO Jaime E. Arango Opinión

Venezuela, una nueva amenaza, un modelo impensado

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Es una victoria política del crimen organizado. Un exitoso Joint Venture entre criminales y políticos. Venezuela es actualmente el primer exportador mundial de cocaína, suministrando el 20% del mercado. Según Organized Crime and Corruption Reporting Project, en 2022 Venezuela exportaba unas 300 toneladas de cocaína al año, con un valor en la calle de unos 7.500 millones de dólares, además el gobierno venezolano también apoya a Hezbolá en diversas actividades de infiltración y blanqueo de activos, negocia con oro ilegal en asocio con el grupo terrorista ELN, protege la las FARC, promueve el desarrollo de organizaciones como el Tren de Aragua, que es el brazo armado del SEBIN, y realiza toda clase de operaciones ilegales para Irán, Rusia y Cuba. En general, no hay organización criminal de carácter transnacional que no tenga oficina Caracas. Pero los ingresos por actividades criminales no se comparan con la riqueza que se puede extraer de la captura de un estado tan rico en recursos como el venezolano. Es imposible determinar de cuanta riqueza se ha apropiado la organización criminal que opera bajo la marca política de PSUV en los últimos 20 años.

¿Pero cómo lo han logrado? Primero, explotando el relato del mundo imaginario del gobierno providencial. Esta narrativa les permitió capturar los recursos petroleros, luego el ahorro público estatizando la banca y la final habían expropiado cualquier activo valioso que quedara en el país. Este proceso creo una nueva oligarquía y una nueva clase, los “enchufados”. Pero no gestionaron ni el territorio, ni la población, ni el capital, se limitaron a robarlo y gastarlo. No hay precedente en Latinoamérica de un proceso tan rápido de destrucción de la riqueza de un país como el llevado acabo por el chavismo en la primera década del siglo XXI. Pero esta nueva clase requería seguridad para su actividad criminal y evitar que la población, empobrecida y humillada, pusiera fin al saqueo expulsándolos del poder, así, que mientras formaban unas fuerzas de seguridad y un ejercito confiables, decidieron armar a los suyos, impulsaron los Colectivos Chavistas y crearon las Milicias Bolivarianas, miles civiles armados, patrocinados por el estado para expulsar de la vida política al resto de la sociedad y fue en ese proceso donde entendieron que la criminalidad podía ser convertida en vanguardia política y que el crimen organizado constituía una fuente de poder real que cada vez más se abría paso reclamando una posición en el estado, especialmente en América Latina.

El PSUV es la organización criminal más grande del mundo y tal vez la más poderosa. No se puede entender el fenómeno venezolano si cree que se está tratando con el tipo de estado criminal clásico. En Venezuela una organización criminal capturó un estado, con su población, territorio y recursos y lo controla con la misma lógica que se maneja una pandilla. De la misma forma en que las mafias manejan sus territorios, por eso entienden a la perfección la política exterior transaccional y les importa un bledo el orden internacional basado en reglas y la opinión pública. Por eso el historiador Guiseppe Carlo Marino, en su obra sobre los Padrinos de la mafia italiana, subtitula su libro “y las nefastas virtudes del puro poder”, eso es el PSUV y su dirigencia, puro poder.

La naturaleza del bandidaje es la movilidad, agotados los recursos que se pueden extraer de un determinado territorio tiene que llevar el saqueo a otro, la constelación de organizaciones criminales que explota Venezuela destruyó de tal manera la infraestructura del país que ya no puede obtener grandes beneficios ni siquiera del petróleo, mantener el sistema represivo es cada vez más costoso y está absorbiendo todos sus recursos, es muy posible que en este momento las fuerzas armadas del régimen no sean operativas, solo cuentan con capacidades policiales y de inteligencia, por eso es vital para su supervivencia extender sus actividades a territorio colombiano, algo en lo que vienen trabajando desde hace años, construyendo socios políticos y redes de interés.

El Pacto Histórico es un especie de franquicia del PSUV, funciona igual, crea milicias, “enchufados” y está aprendiendo a dirigir estratégicamente a las bandas criminales, por eso su primera alianza política fue en las cárceles y ha tomado atenta nota sobre las elecciones en Venezuela, ya sabe que el modelo impensado de gobernanza criminal es viable y que dos países, en dos estados, crearían una fuerza incontestable, una amenaza emergente, inédita, a la que nadie sabe como responder. Ese proyecto está en marcha, es exitoso y solo los colombianos podemos detenerlo, aunque ya sea tarde.