Jueves, 21 de noviembre de 2024
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Chris Anderson es el exeditor de la revista especializada en tecnología Wired y el director ejecutivo de una empresa de robótica y drones. En un reportaje publicado por The New York Times en 2018 titulado Los tecnólogos de Silicon Valley no quieren que sus hijos usen los dispositivos que ellos fabrican cuenta que, cuando le preguntan qué tan adictivas son las pantallas (de celulares, tabletas, etc.), siempre contesta: “En la escala entre los dulces y la cocaína, se parecen más a la droga”.

Y añade, para no dejar duda alguna sobre el poder adictivo que tienen: “Controlarlo está más allá de nuestro poder. Estas tecnologías van directamente a los centros de placer del cerebro en desarrollo.

Entender la situación está más allá de nuestra capacidad”. Lo menciono a propósito de un fenómeno que experimenta Colombia desde que Gustavo Petro es presidente: el hombre más poderoso e influyente de la nación escribiendo desaforadamente trinos con la ortografía de un alumno mediocre de quinto de primaria y la redacción de quien no está, o no plenamente, en sus cabales.

Los ejemplos de estas imprecisiones en la forma y en el fondo son innumerables, pero enumeremos algunos casos en orden descendente, de lo cómico a lo insufrible:

En mayo compartió, dos veces, mensajes de una cuenta paródica de X de su ministro de Defensa, Iván Velásquez. Días antes, tratando de defender su estancada reforma a la salud, compartió unas fotos de un supuesto hospital colombiano arruinado; las imágenes eran en Venezuela.

En las últimas semanas, después de las acciones del grupo terrorista Hamás en contra de la población de Israel y la respuesta desproporcionada del gobierno de Benjamín Netanyahu en Gaza, escribió un mensaje que, para comprenderse, requiere un intérprete:

—“La solicion a la crisis climática, la derecha ee ocxisenre la ve como una solución final”, la derecha vuelve q soñar con ahitler y conquiafa la.mayoría de los.pueblos ricos y aeios denoccidente y nuestras oligarquías que no ven otro mundo en donde vivir que el de.los.malls de la.Florida”.

La única conclusión sensata es que el autor de este jeroglífico, Gustavo Petro, no estaba en sus cabales. ¿Cuál era el estado físico y mental del presidente al momento de garabatear esa demencia?

Horas después sus “asesores” de comunicaciones corrigieron el mensaje, seguramente después de un extenso consejo de redacción en el que lograron, por fin, descifrar qué era lo que quería decir.

La intención soñada, probablemente, es convertir al autodenominado Gobierno del Cambio en una suerte de referencia internacional. Lo que está logrando, sin embargo, es otra cosa: que se tome al presidente como una persona que ha perdido el juicio, un orate.

Estos disparatados mensajes de X del presidente, lo entienda él o no, se convierten automáticamente en la postura del país en asuntos internacionales, macroeconómicos y de seguridad.

Quienes deberían preocuparse con todo esto no son los adversarios políticos del petrismo, que sólo reforzarán su narrativa sobre el estado mental de Petro, sino sus seguidores, que sufren minuto a minuto la transformación decadente de un hombre brillante en una caricatura incomprensible de sí mismo.

El presidente parece creer que él y sus opiniones son más importantes que los hechos y la historia del mundo, que antes de su ascenso al poder nada estaba claro, nadie entendía nada, y que su labor es iluminarnos con su genialidad sobre lo divino y lo humano.

Algunos colaboradores, como el canciller Álvaro Leyva, le refuerzan esa insensatez. En medio de la pelea con el embajador de Israel, escribió “Autor de la Doctrina de la Paz Total para su país y el mundo busca una solución definitiva para Israel y Palestina basada en una visión histórica”. Ridículo y delirante.

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