Los líos del sistema de salud para los maestros reflejan de la manera más clara posible, lo que es la improvisación a lo largo de estos casi dos años de gobierno del presidente Gustavo Petro.
Esa misma radiografía se puede apreciar en la forma cómo se han concebido las reformas sociales. Proyectos que llegan al Congreso sin ninguna hoja de ruta que permita medir el impacto en las finanzas del Estado. A hoy, no se sabe a ciencia cierta cuánto costará prestar el servicio de salud para 25 millones de colombianos, después de las intervenciones sistemáticas que ha hecho la Superintendencia de Salud a las EPS.
Tampoco es nada claro cómo se va a prestar el servicio a los usuarios que padecen enfermedades graves y que requieren con prontitud los medicamentos. En semanas pasadas lo único claro que vieron los colombianos, fueron las imágenes de cientos de ciudadanos haciendo filas en los dispensarios buscando su medicina sin respuesta alguna. Como en los viejos tiempos del Seguro Social.
Los recientes audios del ministro de Salud, Guillermo Alfonso Jaramillo, son ese reflejo inocultable de la improvisación. Hoy el sector educativo público no tiene las garantías de un servicio de salud porque todo lo hicieron mal, nada se planeó y la pelota de las culpas rebota de lado a lado sin que nadie se responsabilice de la situación.
La pregunta que ha surgido entre la opinión pública y los analistas ha sido muy sencilla: ¿en ese caos que vive la administración de Petro se pretende adelantar un nuevo proyecto de reforma de salud y presentarlo en tiempo récord al Congreso?
Por ese desfiladero de la improvisación, la Corte Constitucional tumbó todos los decretos de emergencia social en La Guajira. A partir de ahí lo que se ha visto ha sido un enorme escándalo de corrupción que todavía no se sabe dónde va a parar; a qué altos funcionarios va a salpicar y cuáles van a ser las consecuencias políticas. Por lo pronto, lo exfuncionarios corruptos que desviaron miles de millones de pesos, piden a gritos principio de oportunidad para cantar como Gardel la repartija de los dineros del Estado, esos mismos que el Partido Verde ha pregonado como sagrados pero que ha quemado las manos de varios de sus copartidarios.
No se puede hacer a un lado, el tema de la financiación de la campaña presidencial que llevó a Petro a la Casa de Nariño. El Consejo Nacional Electoral estudia la ponencia donde hay una serie de pruebas que demuestran la violación de topes. Hay que señalar que el CNE investiga administrativamente la campaña, no al presidente de la República. Eso le corresponderá en su momento al Congreso.
Pero la respuesta de Petro no se hizo esperar. De nuevo habló de un “golpe blando”, porque las oligarquías no permiten el cambio y los programas sociales que beneficien a los más necesitados. Desde su red social X, que cada vez resuena más, como si el presidente de la República no tuviera que dedicar el tiempo a gobernar, ha salido con rayos y centellas a señalar a unos y a otros. A insistir en que es necesario impulsar una Constituyente y que se debe hacer desde la base del pueblo. Un tema más de improvisación, porque es la hora en que el propio Gobierno no tiene idea qué es lo que se quiere reformar y cómo lo quiere hacer, bajo el supuesto respeto de la institucionalidad.
Todo esto deja en claro que estamos frente a un Gobierno que es incapaz de conducir al país en una dirección definida. Los acontecimientos lo desbordan. La situación de orden público es cada vez más delicada. Los continuos ataques de las disidencias de las Farc han dejado al descubierto su impacto en más de 420 municipios del país como lo ha señalado la Defensoría del Pueblo. Estos eventos han desbordado la capacidad del Gobierno para atenderlos.
No hay una política clara y definida en el manejo de los problemas del conflicto armado. A tal punto que, para buscar una salida inmediata a tanta improvisación, se decidió reencauchar a un general en retiro que había salido de la institución en la barrida de 40 altos oficiales que hizo este mismo Gobierno bajo el argumento de “falta de confianza” y manejo “delicado de los derechos humanos”. Ahora, lo buscan como salvador de la grave situación de orden público y de paso mejorar la decaída cara de un Ejército que da vueltas como un trompo sin tener objetivos claros frente a la llamada “Paz Total”.
Como si la situación del país en materia social y económica, no necesitará toda la atención de la Casa de Nariño, el presidente Petro se enfrascó en una pelea más. Esta vez por cuenta de la elección del rector de la Universidad Nacional. No importa que sea necesario violar la autonomía universitaria consagrada en la Constitución. Lo que parece importar son los caprichos del jefe del Estado que, si no les nombran a sus recomendados, entonces la aplanadora del Gobierno se pone en marcha y a todo vapor. Porque aquí lo que importa es improvisar.