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Default Author Juan David Escobar Valencia opinion

¿Por qué Álvaro Uribe incomoda tanto a mediocres, delincuentes y fracasados?

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¿Usted se imagina la tortura que significa para la caterva de politiqueros mediocres que los comparen con un político y presidente que trabaja, trabaja y trabaja efectivamente… que la gente quiere y respeta sin ofrecer coimas y prometer todo gratis y sin esfuerzo, además de haber arrojado resultados como no se habían visto antes? Es que no lo mataron, aunque todavía lo tienen en la mira, porque debemos seguir en la lista de beneficiados de la Divina Providencia”.

JUAN DAVID ESCOBAR VALENCIA

Nada hace ver más gordo o bajito a alguien que los otros de la foto no lo sean; o verse mal vestido que estar rodeado de gente impecable; y por eso quieren desaparecer la corbata bien puesta del vestuario masculino. Nada peor para el corrupto que los demás no lo sean, porque la fuente de la podredumbre es fácil de identificar. No hay pesadilla más aterradora para el inepto que los capaces e inteligentes asuman los cargos directivos.

Eventualmente, como profesor uno debe sufrir a estudiantes mediocres y malos, esos que nunca dicen nada para que no quede en evidencia su ignorancia, pereza y falta de compromiso; que se incomodan cuando un buen estudiante participa activamente y demuestra que se esfuerza más que ellos. La pregunta es: ¿qué hacer?

Si el propósito de ser profesor fuera tener “likes” y buscar que la evaluación de los alumnos sea favorable para garantizar la permanencia en el puesto, entonces lo conveniente sería silenciar al buen estudiante para que los mediocres no se sientan amenazados ni expuestos. Pero esa es la peor alternativa porque la educación no es para que “más ganen las materias”, sino para que “más sean mejores” y eso haga mejorar a la sociedad entera; y por eso no faltan esos ‘pedagogos’ que, sin haber sido profesores pero habiéndose leído muchas teorías ‘progress’ sobre educación, insisten en que el reto fundamental del sistema educativo es disminuir, como sea, la deserción y que nadie pierda el semestre o el año escolar para que no se deprima.

En política sucede exactamente lo mismo. Hace unos meses, durante una conversación que sostuve con un ‘joven’ que aspira a ser dirigente, pero todavía no ha podido –y por lo que salió de su boca espero que no lo logre– dijo lo siguiente: “Es que Uribe ya está como ‘cansoncito’. ¿Por qué mejor no se jubila y deja de hablar tanto?” Como yo tenía una herida en la comisura del labio, preferí no abrir la boca, y porque uno debe aprender que no hay que gastar pólvora en gallinazos y aceptar que nada tiene más inmunidad que la idiotez.

Cuando hablas con extranjeros que conocen bien este país y saben que íbamos con rumbo fijo hacia la inviabilidad, siempre te preguntan: ¿cómo se explica que haya fructificado una campaña de odio y desprestigio tan infame contra el dirigente que evitó la debacle y trazó el camino para seguir avanzando? La respuesta es más dolorosa que difícil, pero es precisamente porque, con errores y sin dejar todo concluido, logró hacer lo que muchos otros no pudieron hacer durante décadas.

¿Cómo no entender que Álvaro Uribe fue y es una molestia insoportable para muchos de la clase política tradicional? ¿Usted se imagina la tortura que significa para la caterva de politiqueros mediocres que los comparen con un político y presidente que trabaja, trabaja y trabaja efectivamente, incluso sábados y domingos, que la gente quiere y respeta sin ofrecer coimas y prometer todo gratis y sin esfuerzo, además de haber arrojado resultados como no se habían visto antes? Es que no lo mataron, aunque todavía lo tienen en la mira, porque debemos seguir en la lista de beneficiados de la Divina Providencia.

Por eso el candidato presidencial de la “ninipolítica” dijo, supongo que como deseo oculto, que lo mejor era que Uribe se retirara porque estaba muy viejo, sin darse cuenta de que él tiene casi su misma edad, pero no ha hecho ni la milésima parte de lo que Uribe hizo y sigue haciendo incansablemente, aunque no nos enteremos. La envidia y la mediocridad son cosas muy jodidas. Y si no cree pregúntenle a Samper y Santos, Petro y Maduro, César y Alejandro Gaviria, Iván Marulanda y Cepeda, Flipper y Sisi Galán, de la Calle y su camarada Teodora, y muchos etcéteras más.

¿Cómo no iban a montar una campaña inmunda y bien financiada de desprestigio quienes durante décadas – y aún hoy– robaron, secuestraron, torturaron, traficaron drogas y violaron niños, con la aspiración de tomarse el poder por la fuerza, y Álvaro Uribe se los impidió? ¿Cómo no iban los intelectualoides “mamertizados” a arreciar el adoctrinamiento de jóvenes en colegios y universidades cuando alguien demostró con hechos –y no en los tableros y en tertulias con olor a cannabis– que la guerrilla sí podía ser derrotada y que la tan cacareada teoría marxista de las “causas objetivas de la violencia” era puro humo y un discurso fácilmente digerible para quienes reemplazaron las neuronas y las ganas de trabajar por la envidia?

¿Cómo no iban a mortificarse los políticos mediocres que tampoco en el campo ideológico pudieron y pueden derrotar conceptos tan poderosos, fundamentales, atemporales y tan alejados de la supuesta polarización, como la seguridad democrática, la confianza inversionista y la inversión social? Por miedo a no poder superar algo tan brillante y efectivo, y como normalmente lo hacen los mediocres, se empeñaron en demonizarlo y decir que eso era “extrema derecha” ¿Habrase visto una estupidez mayor y a mediocres tan excelsos?

Con razón dijo sabiamente el exjugador y ahora entrenador Alexis García: “Son los árboles que dan frutos a los que les tiran piedras”.