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Luis Jaime Salgar Javier Milei

El discurso de Milei

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El discurso que dio Javier Milei la semana pasada en Davos ha generado reacciones de los más variados tipos. Algunos lo abrazan y agradecen que alguien haya dicho, por fin, todo los que ellos defienden. Otros más lo considerado extremista. Hay incluso quienes estiman que se trata de una propuesta que deja de lado avances valiosos de la sociedad, desplaza el multilateralismo y aboga por tesis que, de hacer carrera, podrían erosionar los pilares sobre los cuales descansan las sociedades occidentales contemporáneas.

La enorme cantidad de reproducciones que ha tenido, el despliegue que le ha dado la prensa y la atención que ha recibido de los analistas demuestra que se trata de una conferencia frente a la cual es difícil permanecer indiferente.

Sin lugar a dudas, es un discurso provocador, en el cual concurren nociones aceptadas de tiempo atrás, algunas ideas que comparto y una teoría central que se aparta de mis más profundas creencias y que, a mi manera de ver, desafía toda la evidencia fáctica existente.

Es verdad, como afirma Milei, que el capitalismo ha sido la era de la historia que mayores avances le ha traído a la humanidad. De hecho, hace casi 200 años ya se aseguraba que “la burguesía ha desempeñado, en el transcurso de la historia, un papel verdaderamente revolucionario”. Ella “ha producido maravillas mucho mayores que las pirámides de Egipto, los acueductos romanos y las catedrales góticas; ha acometido y dado cima a empresas mucho más grandiosas que las emigraciones de los pueblos y las cruzadas”. Y continúa: “La burguesía, con el rápido perfeccionamiento de todos los medios de producción, con las facilidades increíbles de su red de comunicaciones, lleva la civilización hasta las naciones más salvajes”.

Aunque quizá no lo crean, tomo estas palabras del Manifiesto Comunista, documento publicado en 1848 por Karl Marx y Friedrich Engels. Así como lo oyen. Pocas personas han hecho una defensa tan profunda de la era capitalista como estos dos autores alemanes.

Su error fue pensar que toda la fuerza creadora que había desencadenado la humanidad con el advenimiento del mundo moderno y la llegada de la era liberal podría continuar con un régimen de propiedad colectiva.

No se dieron cuenta de que el desarrollo del capitalismo con todos los avances de los que hoy gozamos obedece precisamente al reconocimiento de la propiedad privada y a las garantías que desde mediados del Siglo XVIII se dieron a las actividades empresariales y a la innovación.

Casi 200 años después, habla Milei, de nuevo, sobre la necesidad de proteger el derecho de propiedad y de asegurar las libertades económicas. Es un asunto de la mayor importancia. En los últimos años hemos sido testigos de la manera como se erosiona la propiedad privada y se desvanecen los incentivos que promueven las actividades empresariales. Quizá haya razones para ello. El crecimiento de las brechas sociales, el empobrecimiento de algunos sectores de la sociedad, la crisis financiera mundial de 2008, la pandemia de 2020, los cambios que ha experimentado el mercado laboral y la concentración de las actividades industriales en China y en otros países del Asia son algunas de las causas que explican este fenómeno.

Sin embargo, pese a sus miles de defectos, la humanidad no ha encontrado aún una fórmula de asignación de recursos y de satisfacción de necesidades que pueda reemplazar el sistema de mercado. Para no ir más allá, el socialismo, el comunismo y el colectivismo son la causa de tragedias humanas de los que el mundo ha sido testigo de tiempo atrás: desde hambrunas infames hasta regímenes totalitarios que ultrajan incluso los más tenues destellos de dignidad.

También asegura Milei que los fallos del mercado sólo existen como resultado de la coacción del Estado. En otras palabras, el mercado falla porque el Estado interviene.

Promueve así el mandatario argentino una visión bastante negativa del Estado con la que no puedo estar de acuerdo. Una visión que juzgo equivocada. Para comenzar, es preciso reconocer que, sin Estado, el mercado es imposible. Más aún: el mercado es una creación del Estado: ¿Quién protege la propiedad, las libertades económicas, las patentes? ¿Quién garantiza el cumplimiento de los contratos?

La tesis que opone el mercado al Estado encuentra su origen en una falsa dicotomía. La afirmación según la cual el mercado se define a partir de la ausencia de intervención del Estado es un error. Los mercados eficientes operan en países en los que el Estado asegura el acatamiento de las reglas, incluidas las que protegen el intercambio voluntario de bienes y servicios.

Hace casi 200 años, Marx y Engels se equivocaron al pensar que era posible eliminar la propiedad individual y aun así preservar los demás componentes de la era liberal burguesa. No se dieron cuenta de que eran nociones inescindibles. Fue así como nos legaron una teoría que sirvió de sustento de muchos de los regímenes totalitarios del Siglo XX. Milei promueve ahora el marginamiento del Estado y su separación del Estado. Un modelo anárquico que difícilmente pueda traer resultados favorables.