“Hablemos de memoria de verdad y que no lo hagamos desde el odio ni pensar que yo soy su enemiga. Yo soy tan colombiana como usted, yo soy tan víctima o más. Como yo le decía, usted lleva 30 años, yo llevo 74 años, próximamente 75 que asesinaron a mi abuelo”, le comentó María Gaitán Valencia, directora del Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH) a un mayor de la policía —quién perdió su mano en combate—, en una reunión con víctimas de la fuerza pública el 5 de diciembre del 2022.
Ella, quién tiene 61 años, dice llevar 74 años de víctima por el asesinato de su abuelo, el caudillo liberal Jorge Eliécer Gaitán y desde que tomó posesión en la dirección de la entidad ha concentrado su gestión en el legado de Gaitán, insistiendo que el 9 de abril de 1948 es la fecha fundacional del origen del conflicto interno colombiano (cómo si fuera además posible simplificarlo de esta manera). Desde que tomó posesión, la gestión de la actual directora ha sido bastante problemática. Para empezar, carece de la formación idónea para liderar el centro.
La experiencia más cercana que tiene la arquitecta es participar en documentales que honran la memoria de su abuelo. Además, de dirigir los recursos en torno a la memoria del legado de Gaitán y culpar al Estado por su asesinato, se ha resistido para incluir en el guion museográfico del Museo de la Memoria, el informe de la Comisión de la Verdad.
Tiene varias denuncias por acoso laboral y ha intentado excluir a las FFAA como víctimas equiparándolas como victimarias de la guerra.
Los dos últimos liderazgos de la entidad encargada de recopilar y preservar la memoria de las víctimas han tenido sesgos políticos. En la administración de Acevedo, se le acusó de negar el paramilitarismo; hecho absolutamente innegable y en esta, la de la señora Gaitán, en centrar la historia del conflicto colombiano en torno a la visibilización de su propia familia. Cómo si el dolor de ella, fuera más profundo que el del resto de las personas que han sufrido los dramas de la guerra.
En el CNMH se plantea no sólo la memoria, el concepto de verdad sino la historia del país, a pesar de que existe una confusión conceptual de los usos de la memoria. La memoria no es lo mismo que la historia, por lo tanto, tampoco se debe entender como la verdad. La memoria y la historia funcionan de distinta manera.
La memoria es el recuerdo de un pasado vivido. Es decir, se debe estar vivo para tener memoria, razón por la cual esta es emotiva, sentimental, personal, vulnerable a la manipulación, selectiva con la información y susceptible al tiempo. La memoria se vive individualmente, aunque es un fenómeno colectivo; tiene vida. Por el contrario, la historia es una construcción permanente de los rastros heredados en el tiempo. Por eso es problemática, incompleta y siempre está en búsqueda de la verdad objetiva. Es intelectual, crítica y, por lo tanto, deja de ser personal. Cuando se apaga la vida, la memoria se diluye, se transforma en nuevas narrativas y puede convertirse en historia.
¿A quién le pertenece la memoria? ¿cómo se construye la verdad? ¿existe jerarquía o preferencia en la selección de las víctimas del conflicto armado? ¿hay dolores más profundos que otros? ¿vidas que valen más?
Este tema es tan delicado, que no se puede seguir jugando con liderazgos errados en los centros responsables de construir la historia del país. Las víctimas, son quienes vieron afectada su dignidad humana y esperan tener procesos de verdad, justicia y no repetición por parte del Estado, como lo plantea la ley 1448 de 2011. Ellas son el pilar de la reconstrucción del tejido colombiano y la razón fundamental del porqué a lo largo de la historia se ha insistido en hacer procesos de paz. Privilegiar el dolor personal sobre los 9 millones de víctimas del conflicto colombiano es egoísta y aberrante. Poner una institución pública al servicio de los intereses personales con intenciones revanchistas aún más.
La memoria está para alimentar la historia, para que ella sea un arma de comprensión del presente y “una brújula del futuro”, cómo bien lo decía Jorge Eliécer Gaitán. Cierro mi reflexión citando al historiador Pierre Nora: la memoria va demasiado rápido, pero la historia permanece. La memoria divide y la historia reúne.