Por Miguel de Zubiría
Psicólogo y director del Instituto de la Soledad
De continuo se habla del lavado de manos, de guardar la distancia social, del tapabocas… Sí, son formas eficaces de cuidarse contra el virus, pero existe una forma mucho mejor, la mejor de todas, de la cual no se ha hablado nada, pues a ningún epidemiólogo se le ocurre considerarla. ¡Esa forma es el amor! Consiste en tener quien te quiera y te cuide como persona en su totalidad, entre otras razones, para que tú lo cuides en reciprocidad, en un acuerdo gana-gana de larga duración, donde ambos salen beneficiados.
Lavarse las manos protege del virus, al igual que los tapabocas, pero el amor protege de la infelicidad, de la soledad, de la depresión, del suicidio. Peligrosas puertas para el autodescuido. Un peligroso ingreso para el virus, pues quien es infeliz, solo, depresivo o perdió la alegría de vivir es mucho más susceptible a descuidarse y el autodescuido, en cualquiera de sus formas, lo sitúa a un paso del contagio. Si nadie anhela compartir su existencia contigo, ¿vale la pena vivir la vida, disfrutarla a plenitud? Entonces, ¿para qué cuidarse? Buena pregunta.
El amor representa el summum del autocuidado, con ganancias inmensas a cambio de unas pocas inversiones: hola, ¿cómo estás? ¿Dormiste bien?; ¿En algo te puedo ayudar? ¿Deseas hablar? Un reciente estudio nuestro con novecientos adultos arribó a una conclusión fundamental: ¡de cada diez adultos felices amorosamente, ocho de ellos también lo son en su vida en general! Como si el amor tiñera de rosado los demás dominios donde se habita y les transfiriera su alegría, por ejemplo, al trabajo, a los amigos, al tiempo libre.
Psicológicamente, sus beneficios son incalculables. Significa tener con quien compartir, tener con quien contarse los temas más íntimos, los temores, los sueños, las vacilaciones, los dilemas. Tener con quien armar proyectos, un socio de largo aliento. Con quien consentirse, tocarse, besarse, bailar, un amante. Con quien armar futuros, una novia. Cinco poderosas protecciones a cambio de una.
Y los adultos más arriesgados y talentosos amorosamente —que cada día son menos— avanzan hacia los roles más complejos, se hacen padres y parejas de larga convivencia. Comparten la tarea colosal de formar un nuevo ser humano y la no menos enorme de compartirse el día a día, noche a noche, casi siempre por años o más. Ya pocos lo intentan.
Como psicólogo me pregunto: quien se pierde de todo esto, ¿tendrá motivaciones y energías suficientes para lavarse las manos, guardar la distancia social, levantarse cada día con alegría, con entusiasmo? No veo de dónde las obtiene.
Si fuese psicoepidemiólogo lanzaría un mensaje a diario: antes de cuidar tu cuerpo cuida tu mente, tu corazón, y cada día haz el amor, no el sexo. Así tendrás la mejor de las vidas y, de paso, contarás con quien siempre te recordará la importancia de cuidarte. Si tu pareja funciona de manera regular, llévala al mecánico: él les dirá qué ajustes deben hacerle entre ambos para sacarle el máximo provecho a la existencia. En ningún caso se pierdan esta valiosa fuente de felicidad y de cuidado, excepto que carezcan de las cualidades humanas para compartir con otro íntimamente, en cuyo caso les haría posiblemente más mal que bien.
La conclusión no puede ser más práctica: ¡cuídate! O sea, logra que otro ser humano te cuide, y cuídalo; antiguamente se le llamó amor. Con tristeza he de recordar que, en nuestros estudios, uno de cada dos adultos colombianos es infeliz amorosamente; carece de la principal de todas las formas de autocuidado: ¡el amor!
Una de las metas centrales para este 2021 del Instituto Colombiano de la Soledad es lograr descifrar qué lleva a millones de adultos a fracasar en el amor, preciso la primera vacuna contra la soledad. Bien sea la soledad amorosa o habitar con parejas poco satisfactorias es fuente pobre de felicidad amorosa, en las cuales los anteriores siete roles afectivos o varios de ellos operan muy a media marcha. Por eso, son regulares compañeros, amigos, amantes o novios.
¿Por qué uno de dos falla amorosamente? No lo sabemos todavía. Sí sabemos que se pierde de siete fuentes poderosas de bienestar subjetivo o felicidad, las cuales lo motivarían a cuidarse mucho ante el virus, pues vale la pena. Vale la pena proteger la vida amorosa que lleva.
¿Practicas el mejor de todos los autocuidados seguramente contra el virus y, sobre todo, contra la infelicidad? ¿Haces el amor a diario? Si no es así, preocúpate.
“Antes de cuidar tu cuerpo cuida tu mente, tu corazón, y cada día haz el amor, no el sexo”.