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Nixon Carvajal Venezuela

Nicolás Maduro, el peor tirano posible

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La ratificación por parte del Tribunal Supremo de Justicia de Venezuela, de la victoria de Nicolás Maduro en las elecciones presidenciales, era un anuncio cantado que no causó mayor sorpresa. Se esperaba la decisión del alto cuerpo de magistrados, a pesar del rechazo mundial al fraude cometido el pasado 28 de julio, crimen que hoy cumple un mes por cierto.

A pesar de la presión internacional, las recientes movilizaciones y las evidencias de la estafa electoral, que han aparecido como cuenta gotas, los jueces, afines al régimen, prefirieron favorecer al dictador y de paso darle un nuevo impulso en su intención de seguir robándose a Venezuela y atornillarse en el poder.

El tanque de oxígeno que recibió el opresor no es más que la autorización oficial para seguir atentando en contra de la oposición, secuestrando y asesinando a quienes le exigen devolver lo que tomó bajo el amparo de la ilegalidad, la trampa y la corrupción.

Tras 25 años sometidos al engaño de vivir bajo un fracasado sistema socialista inmisericorde y criminal, los venezolanos salieron a votar por la libertad, la vida, la recuperación social y económica, y el retorno de millones de exiliados. Lamentablemente al autócrata le quedó gustando el poder,al punto de no querer soltarlo por las buenas, a lo mejor por las malas pueda ser, tal como en su momento aconteció con Hussein y Noriega.

La brutal represión post elecciones ha dejado más de 2.200 personas secuestradas y llevadas al Helicoide, el centro oficial de tortura y muerte, al servicio de Maduro Moros. Los abusos que se cometen en los fríos corredores del Helicoide solo pueden ser comparados con las atrocidades ocurridas al interior de la tenebrosa sede de la Oficina Estatal de Investigaciones e Inteligencia, en tiempos de la dictadura de facto del antropófago presidente de Uganda, Idí Amín Dadá, que dejó miles de víctimas inocentes, ejecuciones, violaciones y desapariciones, así como cuerpos refrigerados listos para el paladar del caníbal.

Fue Hugo Chávez quien inició a principios de los 90 toda esta locura que acabó con la hermosa y próspera nación latinoamericana. Aprovechando la coyuntura adversa que significó la incursión de gobiernos corruptos como los mandatos de Carlos Andrés Pérez y Rafael Caldera entre otros, Chávez, llegó a la presidencia aferrándose al descontento general, mediante la auto proclamación de ser la salvación del país. Alcanzó el máximo cargo a través del sufragio, cuando prometió transformar la nación, fortalecer su democracia y mejorar sus finanzas. Nada de eso cumplió, simplemente se apoderó de las jugosas utilidades derivadas de los negocios del oro, el petróleo y demás recursos y las asignó a su chequera personal.

Al arrogante y autoritario de Maduro, solamente le bastó vivir bajo la sombra de Chávez, mostrar lealtad al monarca y esperar el relevo para ser ungido.

Antes de su partida,Chávez Frías abdicó a favor de su ahijado predilecto. El coronel entendió que con su fiel escudero liderando el proyecto socialista, el éxito estaría garantizado de por vida en las mejores manos posibles.

El hombre fuerte de Miraflores la tuvo fácil, jamás imaginó que con muy poco, sin ninguna formación académica, ni méritos profesionales, podría subir los peldaños hacia el máximo cargo y comandancia en la jefatura de la República Bolivariana de Venezuela.

El actual jefe de estado de Venezuela fue un pésimo estudiante, malo para las humanidades y peor para los números. A duras penas aprendió a leer y escribir ya que su escasa capacidad cerebral no le permitía producir más. Aunque culminó estudios, sus notas no fueron las mejores y no pasó de ser un alumno más que mediocre.

Quizás la única capacitación formal que recibió en su vida fue el férreo adoctrinamiento en marxismo y leninismo en Cuba, además de su proceso de inmersión en ciencias ocultas y espiritismo. Es bien conocido que Chávez convirtió a Miraflores en un altar de fuerzas paganas para buscar incrementar su poder, de acuerdo a sus oscuras creencias.

Mediante un maligno juego de manipulación, Maduro puede pasar por encima de las diversas estructuras del sistema democrático en Caracas, arrastrando consigo a la Asamblea Nacional, las cortes y las fuerzas militares y de Policía, a su favor. Lo consigue con suma facilidad, no por su personalidad arrolladora, ni su carisma, sino por la capacidad económica acumulada en sus cuentas, con dineros sucios provenientes del narcotráfico y años ininterrumpidos de hurto y saqueo a las finanzas y al erario público. La sucia fortuna de Maduro alcanza y de sobra para sobornar a consabidos criminales como Cabello, Padrino y todo el aparato ideológico detrás del insano proyecto político Bolivariano progresista.

Aunque la ONU, la OEA, la Unión Europea, los Estados Unidos y diez naciones latinoamericanas oficialmente desconocen y rechazan su declaración de triunfo, Nicolás Maduro intenta respirar bajo el respaldo de países poco amistosos, especializados en violación de derechos humanos.

Desde Beijing, Moscú y Teherán llegaron las felicitaciones y reconocimiento al déspota como presidente de Venezuela, tras el debate electoral. Para algo sirve el petróleo y el odio a Norteamérica.

Maduro es el peor tirano posible. Llegó a lo más alto de Caracas por ser el mejor alcahueta, encubridor y compinche de Chávez, un vulgar delincuente.