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Pablo Trujillo Hemisferio Occidental

El próximo relevo generacional (I)

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Los relevos generacionales en las altas esferas del poder parecen ser una preocupación central en todo el mundo. Tanto Rusia como China, las autocracias más poderosas del planeta, permanecen bajo el control de dictadores de 71 años, ambos determinados a abandonar el cargo en un ataúd e indispuestos a definir un camino de sucesión claro y transparente. Mientras vivan, les conviene que ningún subalterno acumule el poder necesario para dar un golpe desde adentro, como le ha ocurrido a autócratas menos competentes que ellos. Cuando mueran, el resultado será una pugna política interna, seguramente corta pero brutal, con profundas implicaciones para los treinta o cuarenta años posteriores.

Las democracias también se deben preocupar por los relevos generacionales y quizás ninguna más que la estadounidense. En los últimos 31 años, todos sus mandatarios han nacido entre 1942 y 1946, con la única excepción de Barack Obama, que nació en 1961. La victoria o derrota de Donald Trump en las elecciones de este año definirá si aquella generación posterga su entrega definitiva del poder, o si le cede el mando a Kamala Harris, nacida en 1964.

A Colombia no la gobierna un presidente octogenario desde el año 1900, cuando Manuel Antonio Sanclemente abandonó el poder a los 87 años, agobiado por graves problemas de salud e incapaz de afrontar la catastrófica Guerra de los Mil Días. Sin embargo, al igual que Estados Unidos, Colombia está al borde de un importante relevo generacional.Desde que promulgamos nuestra actual constitución, todos los presidentes colombianos han nacido entre 1947 y 1960, con la única excepción de Iván Duque Márquez, nacido en 1976.

Los tres primeros mandatarios de este periodo — César Gaviria, Ernesto Samper y Andrés Pastrana — comenzaron sus presidencias a los 43 o 44 años. Por otro lado, Gustavo Petro asumió la presidencia a los 62 años, siendo el primer sexagenario en posesionarse desde la elección de Virgilio Barco hace casi cuatro décadas.

La edad de los dirigentes puede ser una debilidad o una fortaleza. Abundan los ejemplos históricos de grandes estadistas y pésimos gobernantes de todas las edades. Sin embargo, es innegable que todos somos productos de las épocas que forjaron nuestra identidad y nuestra comprensión de la realidad política. Un país dominado políticamente por una generación es una sociedad regida por un solo universo de perspectivas, anclado a un punto específico en el pasado e incapaz de aprovechar la totalidad de nuestra memoria colectiva.

Para entender la importancia del relevo generacional que nos espera, vale la pena explorar los impactos asociados a cambios similares a lo largo de nuestra historia republicana. En lo que queda de esta columna y en columnas posteriores, detallaré una interpretación generacional de la historia presidencial de Colombia, ante todo para ilustrar que nuestra actual incapacidad de superar muchos problemas heredados se debe a que no hemos completado un relevo generacional necesario y deseable.

Los cuatro dirigentes más antiguos del país, nacidos entre 1783 y 1788, formaron lo que denominaré la generación Bolivariana. Se formaron plenamente bajo el absolutismo colonial español, llegando a la adultez antes del alzamiento del 20 de julio de 1810. Habrían superado los 30 años antes de la Batalla de Boyacá, con la que aseguramos definitivamente la independencia.

Esta generación se caracterizó por su lealtad a la persona y los objetivos de Simón Bolívar, su representante más destacado. Ansiosos de asegurar el orden después de la independencia, buscaron la unidad de la Gran Colombia bajo un modelo político centralizado y relativamente autoritario, considerando que el país no estaba preparado para una democracia plena. De los cuatro, dos impusieron breves dictaduras: el mismo Bolívar, en 1828, y el General Rafael Urdaneta en 1830. En ambos casos, buscaron infructuosamente detener la separación de Ecuador y Venezuela. Su último representante, Domingo Caycedo, abandonaría el poder en 1831, el mismo año en que se confirmó la disolución de la Gran Colombia.

Los siguió la generación Santanderista, nacida entre 1792 y 1800. Apenas unos adolescentes cuando comenzó la gesta libertadora, estos mandatarios gobernaron principalmente entre 1831 y 1853, caracterizados por sus actitudes civilistas y republicanas. Fue esta la generación que inauguró en Colombia la transferencia pacífica del poder en 1837, cuando Francisco de Paula Santander reconoció la victoria electoral de su opositor, José Ignacio de Márquez. Fueron los primeros en defender exitosamente al estado de derecho contra quienes pretendían derrocarlo, ganando la Guerra de los Supremos en 1839. Fueron los gestores de la abolición definitiva de la esclavitud en 1851.

Ante todo, lograron consolidar la vocación institucional y legalista del país, sentando las bases de un historial democrático casi único en Latinoamérica, muy contrario a los peores temores de Bolívar y sus contemporáneos. De esa manera, le dieron propósito y dirección a nuestro fragmento de la gran república de Bolívar, cuya generación, en sus éxitos y fracasos, había cumplido su propósito.

En mi próxima columna, seguiré explorando este camino, buscando como siempre entender el pasado para trazar el camino hacia nuestro futuro.