Miércoles, 20 de noviembre de 2024
Suscríbase
Miércoles, 20 de noviembre de 2024
Suscríbase
Remberto Burgos Remberto Burgos de la Espriella medicos

Residencias médicas

Más de este autor

La normal exigencia. Esta debería ser la filosofía uniforme en las Residencias Médicas. Hay unos derechos del colega estudiante pero también existen unos deberes. Recorro mi vida de residente hace cerca de 43 años, con profesores rigurosos, y solo recuerdo el trato respetuoso y estricto durante nuestra permanencia.

El ambiente de estudio era total, no nos permitían trabajar y en ese momento —afortunadamente— no se pagaba por el postgrado. Recuerdo aquellos compañeros con problemas y base académica floja los hacía muy sensibles a las llamadas de atención. El sufrimiento del extranjero que nunca pudo acoplarse y después de varios intentos finalizó por fuera del programa.Diferente del otro; adaptado en Colombia con mucha flexibilidad: había terminado y no quería regresar a su país. Tenía en Colombia las condiciones y bendiciones que brinda una estancia prolongada.

Aquel compañero era el residente menor, de normales capacidades y quien se ganó el afecto perturbado de uno de los docentes. Muchos meses sufriendo y no durmiendo, agotado y en etapa de “quemado”. Tomé una resolución, después de hablar con mi compañero tuve una charla seria y responsable con el docente. Analizamos su situación y quedamos en un espacio de observación y seguimiento dirigido rigurosamente. El docente se retiró y se fue hacia otro hospital, el residente avanzó con dificultades y hoy está en su país ejerciendo. No sé cómo le va.

Viajé al exterior y regresé a los dos años. No acepté el cargo de jefe de Neurocirugía y preferí el desempeño como jefe de Educación Médica. Durante varios años conocí la hoja de vida, en detalle, de los médicos residentes y su personalidad. Las debilidades, su tendencia y su fortaleza. Reconocí el valor en algunos y las flaquezas en otros. Unos hablaron siempre con la verdad, otros llenos de mentiras y justificaciones. En ese ambiente llegó la crisis institucional y nuestros residentes con algunos docentes fuimos trasladados al Hospital San Ignacio de la Universidad Javeriana. Antes, algunos habían salido del programa.

La formación del médico residente sigue un protocolo similar al de todos los estudiantes de postgrado. Muchos problemas se presentaron y todos con la debida diligencia fueron solucionados. Residencia sin dificultades o tropiezos no hace parte del proceso formativo. Las experiencias buenas y las malas son archivos que el médico residente conserva y guarda en su vida para el paso siguiente. Con todas estas historias, breves y reales, se pregunta uno por qué un proceso formativo finaliza en el suicidio de uno de los integrantes.

“La vida de los residentes y de los docentes de las escuelas de medicina está en crisis. Hace falta mayor profundidad en los procesos de selección y el seguimiento cercano cuando se detectan tiempos malos”

La Universidad Javeriana tiene un proceso sólido y serio para la formación de sus residentes. El currículo apretado, la formación gradual y las evaluaciones corresponden al año del ascenso académico. Cuando se detectan dificultades hay una Unidad de Salud Mental que se encarga de aproximar al médico en dificultades. Conversan y según el diagnóstico lo van siguiendo. Una enfermedad o crisis depresiva no debe pasar por alto y cuando hay que ponerle freno, se debe hacer con decisión.

Un ambiente tenso donde se hace la formación es perjudicial para todos. Cuestiona la experiencia de cada uno de los docentes y el entrenamiento que recibieron antes de empezar y especialmente en los problemas de salud mental. ¿Tienen las bases académicas para afrontarlo y saben el proceso de abordarlo? No es preguntar por las pastillitas y si las está tomando. Es asumir con responsabilidad las crisis del estudiante y ayudarlo para que salga adelante.

La vida de los residentes y de los docentes de las escuelas de medicina está en crisis. Hace falta mayor profundidad en los procesos de selección y el seguimiento cercano cuando se detectan tiempos malos. Debe existir en la decanatura la hoja de vida de los docentes, indispensable. Conocer su proceso de formación y qué actividades complementarias han enriquecido ese currículo. Por ósmosis o tiempo de permanencia no se alcanza el grado de excelencia. La experiencia contribuye y ayuda mucho, siempre y cuando haya un proceso académico que lo respalde.

Dudo mucho que los decanos de las facultades de medicina se reúnan y elaboren unos ajustes para seguir avanzando. La crisis del sector salud no lo permite y sin tiempo para esto, tendremos respuesta focal y algunas normas nuevas y, recordaremos a Catalina Gutiérrez y los otros colegas que durante su proceso de formación crucificaron su vida.