Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), el 16 % de la población mundial vive con algún grado de discapacidad. Una de cada seis personas en el mundo tiene problemas de salud y experimenta una mayor limitación. Uno de cada 100 colombianos tiene problemas auditivos. Bogotá, la ciudad con más sordos, tiene 90.000, de los cuales corresponde a adultos mayores el 60 % y el 40 % en la infancia o adolescencia. Una de nuestras primeras motivaciones y obligaciones es garantizar la igualdad de los grupos minoritarios.
Debemos empezar buscando cómo se comunican los sordos. La Lengua de Señas Colombiana fue reconocida Ley 324 de 1966 como idioma de la comunidad sorda. Dos ajustes posteriores: en 2013 y en 2017. Su fundamento son las expresiones y movimientos a través de manos, ojos, cuerpo, boca y rostro. Presumimos que en Colombia hay alrededor de 555 mil personas que manejan este lenguaje de señas. Hay sitios —ojo— donde se puede aprender en forma gratis y consiste en cursos progresivos cuya sumatoria asciende a 256 horas.
El lenguaje de señas es natural, propio de cada país y específicamente de cada región. No es universal. Tiene cuatro niveles en su proceso de aprendizaje y hay más de 200 lenguajes de señas en el mundo. Entendamos los colombianos que en el país este es un derecho avalado desde 1966. Grato escribir que hay un proyecto de Ley en la Cámara de Representantes que busca incluir la Lengua de Señas Colombiana como enseñanza obligatoria en el plan de estudio de las instituciones con el fin de ofrecer igualdad de oportunidades para las personas sordas.
En Colombia conocemos que el 15 % de la población con algún grado de discapacidad no alcanza ningún grado de escolaridad y existen obstáculos y barreras locales (líneas de emergencia) que no son exequibles para estos ciudadanos. Es familiar en noticias de los medios o prensa los crímenes y abusos que se cometen contras estas personas. Se les obliga a caer en la mendicidad y otros aspectos aberrantes del comportamiento social. Hace poco fue asesinada por su pareja una mujer sorda en Medellín y con dificultades procesales para aprender al sospechoso.
Según el DANE hay 3 millones de discapacitados y solo el 55 % está en edad para trabajar. Solo el 13,5 % ha conseguido trabajo estable y el 90 % está en estado de pobreza y se vincula a los estratos 1, 2 y 3. Somos un país injusto y estos ciudadanos caen fácilmente en las paredes de la inopia.
¿Qué tenemos hoy en Colombia? El Instituto Nacional para Sordos es una de las entidades significativas y cumple cerca de 50 años de programas de investigación y pedagogía. Existen federaciones en el país que son miembros activos de la Federación Mundial de Sordos donde los interesados pueden encontrar oportunidad de asociación y talleres que mejoren su modus vivendi: es el programa de rehabilitación. Se menciona que en el país hay casi 6.000 entidades y solo los entes nacionales han logrado captar y reunir el 2 %.
“Según el DANE hay 3 millones de discapacitados y solo el 55 % está en edad para trabajar. Solo el 13,5 % ha conseguido trabajo estable y el 90 % está en estado de pobreza y se vincula a los estratos 1, 2 y 3”
Preocupa la educación superior para estos ciudadanos: en los salones de clases están aislados y en los descansos no se encuentran en su respectiva comunidad. Muchos han denominado el “fenómeno de dispersión” y contradicen los postulados de la educación digna. Se subestiman sus capacidades. Hay muchas cosas y proyectos que podemos hacer por los sordos de este país, nuestros compatriotas. Mencionamos los programas de planeación lingüística, hacerles llegar la información de talleres y programas de estudio, clases en vivo y todas estas herramientas que hacen posible la igualdad de la oportunidad.
A la población discapacitada hay que ofrecerle la lengua de señas como el método de comunicación y hacerles partícipe de la sociedad para su desarrollo personal. Los estudiantes sordos tienen que ser líderes en los programas de educación y para esto la lengua de señas es clave que abra estos impedimentos. Su rol en la sociedad debe ser inclusivo y, por ejemplo, el derecho al voto o que sean elegidos, es una condición primaria de estos seres humanos. El apoyo familiar y laboral son herramientas que ayudan su impulso competitivo y desarrollo integral. No olvidar nunca que estas personas tienen seis veces más probabilidades de desarrollar enfermedades que empobrecen los sistemas de salud. No los podemos compadecer.